las acerolas son un culto a lo extraordinariamente profano
como su boca por ejemplo
por cualquiera asumo el golpe de ser atrapada en malabares de escalamiento
a sabiendas de que no puedo
no quiero
no voy más con la ley y el orden los sexos
o porque no puede
no quiere
no va menos que con la ley y el orden de unas condiciones pingüino
que ni siquiera le pertenecen
hoy está más lejos porque renuncié a la permuta
a la exclusión inclusive de no poder saborearle
igual que a las tres acerolas robadas de la casa de enfrente
chupeteadas al unísono hasta que las semillas limaron mi lengua
porque así es que me gusta comerle:
lento jugoso esencial y hasta los huesos
sin maquinaria
sin siempre y sin nunca
sin cualquier insuficiente pertenencia
como a las acerolas puedo inventarle nostalgia
extender mi mano a ver si algo alcanzo por encima del riesgo
por encima del muroverja espinoso de su propiedad privada
imponente de cerrojos y sequías
ayer le volví a inventar fruta madura y transgredí nuestra historia
como cuando mi boca sumerge en el mar de la suya
como las acerolas hinchadas y deseosas ya no esperan
Foto: Stephanie Bahr (Puerto Rico)