Reseña de «Los hijos del vidriero», de María Gripe

vdriero

Maria Gripe fue una autora extraordinaria, que recibió el premio Hans Christian Andersen a su trayectoria en 1974. Su literatura se mueve entre la fantasía y las emociones humanas más reales, con frecuencia mezclando situaciones cotidianas con hechos verdaderamente asombrosos, en un estilo que hipnotiza y deja al lector ávido por continuar la lectura.

Los hijos del vidriero nos habla de una familia pobre: Albert, Sofía y sus hijos Klas y Klara. Albert se dedica al antiguo oficio de soplar vidrio, ama su trabajo y se deleita haciendo copas y bols hermosos. Klas sufre mucho observando el trabajo de su padre, no soporta ver que las creaciones hermosas y frágiles se rompan a veces o sean destruidas.

Klara juega con su madre, disfruta de lo poco que tiene. Sofia se dedica a agramar lino, y no puede darle a su hija ni una muñeca. Todo este escenario nos informa de un esquema donde algo malo va a suceder, algo que se presiente, aunque no se sabe bien qué será. La tensión se va haciendo cada vez más álgida, y un anuncio ominoso se da cuando Aleteo Brisalinda le lee la fortuna al desafortunado vidriero: sus hijos serán secuestrados.

El secuestro infantil es un tema que azuza la imaginación y es parte de los terrores nocturnos de todos los padres. Generalmente, cuando se trata en la literatura, tiene visos de fantasía (como cuando la Reina de las Nieves, de Hans Christian Andersen, se lleva mágicamente al niño a su palacio de hielo) y en ellos no se relata la angustia experimentada por los progenitores.

En ese sentido, este libro es muy diferente. No solamente padecemos junto a Sofía y Albert la pérdida de sus hijos, sino que, también, sufrimos con los niños, ya que han sido llevados a un terrible lugar: La ciudad de todos los deseos. Allí, la Señora que había alabado a los niños un día a la vera del camino se los encuentra al momento en su casa; por la absurda razón de que su Señor esposo desea siempre cumplirle todos sus anhelos, hasta el más nimio.

Los niños entonces han sido secuestrados para darle gusto a la caprichosa, que rápidamente se olvida de ellos. Cuando Nana llega a «darles una educación, puesto que están ahí», toda esperanza parece perderse: Nana es cruel, gigantesca y terrible. Hasta los señores dela casa le tienen miedo, y la dejan hacer lo que le plazca. No se puede explicar la angustia tremenda que provoca esta situación de maltrato e indiferencia, sin duda, gran parte de la habilidad de María Gripe radica en su capacidad de provocarnos empatía ante este tipo de situaciones injustas y terribles.

Finalmente, Aleteo Brisalinda, la bruja buena, podrá llegar a esta ciudad extraña y enfrentarse con Nana, la bruja más mala que imaginarse pueda. Los niños serán rescatados, y, para su suerte, cruzarán a salvo el Río de los Recuerdos Perdidos, olvidando todos los malos tratos sufridos en su largo confinamiento.

Sin embargo, los padres reciben a sus hijos años después, con la sorpresa de que no han crecido y que no recuerdan nada de lo acontecido. Un final extraño y que proporciona alivio a los progenitores, aunque los niños a veces tendrán pesadillas con escenas de su maltrato, un guiño al estrés pos traumático y sus consecuencias en la vida real.

La poderosa habilidad de María Gripe nos permite tocar temas delicados como el trauma psicológico, la indiferencia, la tristeza y la insatisfacción, de una manera tan leve y armoniosa que no se siente en ningún momento como tesis doctoral, sino como experiencia real. Este talento nos remite a la buena literatura infantil, donde ningún tema está prohibido, siempre que se pueda tratar adecuadamente y le de herramientas al lector para procesarlo. Como se sabe, los libros infantiles no son historias lineales, la buena literatura posee multiplicad de significados, que invitan a ser descubiertos con cada relectura, ahondando así nuestra comprensión del mundo y de la vida.

Los hijos del vidriero. María Gripe. Colección El Barco de Vapor. Ediciones SM, Madrid, España, 1980.

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