Alberca vacía / Empty Pool
Isabel Zapata. Traducción de Robin Myers
México, Editorial Argonáutica/Universidad Autónoma de Nuevo León, 2019, 144 pp.
Isabel Zapata (Ciudad de México, 1894) es escritora, traductora y cofundadora de la editorial independiente Ediciones Antílope. Alberca vacía es uno de sus libros más recientes y está constituido por nueve ensayos tan lúcidos como conmovedores.
Al escuchar la palabra ensayo, es probable que algunos de nosotros la relacionemos casi de manera inmediata, con un trabajo tradicionalmente académico. Sin embargo, la escritura de Isabel nos muestra otra manera de abordar el género, dando como resultado un libro con gran vitalidad. Por ejemplo, encontramos en su estructura, relativamente breve y organizada en fragmentos, un ritmo propio y autónomo para cada ensayo. A su vez, la selección del lenguaje y temas crean un espacio íntimo, al estar impregnados de una sutil poética. Por otro lado, el trabajo argumentativo y de documentación está presente en Alberca vacía. A través de los ensayos, la autora va creando un listado de autores que recomienda a medida que los cita. Entre estos encontramos a Walter Benjamin, Susan Sontag, Montaigne, Cécile Sauvage, Ezra Pound, Wislawa Symborska y, por supuesto, la poeta y traductora Robin Myers. Siendo esta última, la encargada de traducir al inglés los nueve ensayos que aparecen en la segunda parte del libro bajo el título de Empty Pool. Cabe mencionar que esta acción caracteriza el tipo de trabajo que la editorial Argonáutica desarrolla, pues busca impulsar un diálogo intercultural al apostar por la traducción de sus autores.

Los nueve ensayos de Alberca vacía abordan en algún sentido la pérdida. Con “Mi madre vive aquí” la autora comienza el viaje desde la biblioteca de ese ser querido: “Desmontar la biblioteca de mamá fue la verdadera cremación de su cuerpo”. Al hacer un recorrido por sus libros, Zapata constata el amor carnal que su madre profesaba al rayar y escribir en los márgenes de las hojas. De esta manera, “Leer los libros que mama anotó es hablar con ella, y la conversación es una forma del amor. Así fue como vencimos a la muerte”.
“Contra la fotografía” es un manifiesto que nos sugiere otra perspectiva de esta práctica: más que retratar la realidad, las fotografías son “en el presente, herramientas de desaparición”. Dentro de este ensayo también se habla del apego, del “simulacro de papel y luz” como una manera de aferrarnos a un pasado que, de tanto repasarlo, ha cambiado con el tiempo.
El reino animal también está presente en tres ensayos. En “Breve historia de las virtudes perrunas”, la autora hace hincapié en la relación entre caninos y humanos. Nos habla de la lealtad de los perros y sus miradas que no son regalos pequeños. “Elogio a Nosferatu” se detiene a analizar la condición de los pulpos, estos seres tan complejos, y su poca valoración dentro el panorama humano. Lo que abre una cuestión recurrente pero necesaria sobre la supuesta superioridad del hombre sobre los animales: “¿Se puede concebir algo más ridículo que esta criatura fracasada y miserable, que ni siquiera puede mandar sobre sí misma, se diga dueña y señora del universo?”. En “Cuaderno de aves”, la autora reflexiona: “con ave me imagino al animal en el aire y con pájaro lo pienso quieto en la rama de un árbol o recogiendo con el pico las migajas del pavimento. Ave es una palabra aérea, pájaro de tierra” Lo que pareciera ser una simple distinción en el vocabulario, después se convierte en una analogía para hablar sobre el hogar y su (re)construcción constante como espacio de migración: “Éramos nosotros adentro de la jaula”.
“Esto no es una metáfora” es el ensayo número cuatro del libro. Es un texto breve, sobre Messiaen, hijo de la poeta Cécile Sauvage, que al escuchar música, observa intelectualmente colores. “La música, decía, no se compone exclusivamente de sonidos. Pero, ¿cómo es una música sin sonido?”.
“Notas para una versión de segunda mano” y “¿Es posible leer en silencio?” son dos ensayos que hablan sobre distintos procesos literarios. El primero nos propone pensar en las traducciones como relaciones filiales: “Algunas versiones obedecen y otras protestan y se revelan, como los hijos con sus padres”. Así, en palabras de la autora, derramando un mundo en otro, no solo se busca colocar la información de una lengua de origen en una lengua de llegada. El segundo ensayo se enfoca en el recurso de la voz y de cómo “la lectura en silencio no existe ni ha existido nunca porque hasta en las habitaciones más quietas, en las bibliotecas y salones de clase más estrictos, en los rincones más remotos, resuena siempre la voz interior”.
El último ensayo del libro es igual de conmovedor que el primero. “Maneras de desaparecer” nos invita a observar ese “rectángulo de pasto y concreto” que es una alberca y nos remonta a una en particular: aquella que radica en la casa de su padre. Es así como nos presenta una forma de ausencia: enfrentándonos a la nostalgia de estar ante a una alberca que ya no funciona pues ha pasado el tiempo.
Con este libro, Isabel Zapata crea un dialogo íntimo donde deja expuesta una parte de su identidad. Ella hace un recorrido por estos lugares que le brindan pertenencia, pero que también duelen: “Me quedé observando la alberca largo rato sin acercarme. Ella estaba abandonada. Yo vacía”. Isabel también nos permite ver que estar vacía puede ser un acto de sanación: reunir estos ensayos es una forma de cerrar ciclos, y así, con el tiempo, intentar llenar la alberca nuevamente.