Capítulo XV

 

Que proyecta un sueño de Julián Perdomo en el que se compraba un gato que se alimentaba de colillas de cigarrillos. Que narra cuando Fernando engañó a sus dos socios para finalmente quedarse con el cobre de aquel calefón sin dejar en evidencia sus problemas económicos. Que cuenta la historia de Marcel, el perro franco-español que vino a América con más pretensiones de las que ahora tiene. Que describe detalladamente el rostro, las manos y la voz de Sil, la señora que vendía jazmines en Amézaga por $15. Que narra y narra.  Que explica por qué el 5 pasó a llamarse 505 y menosprecia otras líneas de ómnibus de recorrido similar, basándose en un prejuicio absurdo. Que se contradice en varias oportunidades cuando define si el alma es materia. Que contiene la excusa ridícula que se me ocurrió darle a mi jefa mientras me subrayaba que otra vez había encontrado ingresadas varias cédulas de más de ocho dígitos en mis planillas. Que transcribe diálogos y especifica los inconvenientes de conversar con Olivia, la mujer que siempre ya había leído algo parecido en algún libro. Que argumenta con brutal solidez que los árboles del Parque Roosevelt no son tan felices como la gente piensa.  Que menciona la terrible broma de mal gusto que los estudiantes de medicina le hicieron a Fabiana, la auxiliar de servicio. Que revisa algunas conjeturas realizadas en el capítulo V. Que desarrolla los distintos cautiverios de Cony, el mono fumador rescatado del circo, y se detiene en varios episodios ocurridos durante su larga estadía clandestina en un apartamento del complejo habitacional Euskal Herria 71. Capítulo XV que se las trae. Que explica el arrastre que Valeria tenía en el baile, el buen sabor del melón con vodka y el lamentable desenlace. Que devela una funcionalidad secreta para los listones metálicos que cierran las bolsas de pan lacteado. Que sugiere un par de contiendas innecesarias para mantener en la vida. Que le pone por fin, un poco de ritmo a esta novela berreta. Que es, más que nada, el recuerdo de un fuego. Que resalta algunos aspectos importantes sobre el estudio de las corrientes de las variaciones genéticas llevado adelante por Mario Gali, en el que encontró la causa de las narices aquilinas. Que evoca un olvidado cruce de miradas con nuestra heroína en Burgues y Propios. 

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