El cuento de tu vida

Una de las tareas más importantes en la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar el sentido de la vida. El niño, mientras se desarrolla, debe aprender paso a paso a comprenderse mejor para así ser más capaz de comprender a los demás y de relacionarse con ellos de un modo mutuamente satisfactorio y lleno de significado. Para ello no hay nada mejor que la literatura y en toda la literatura infantil, no hay nada que enriquezca y satisfaga tanto a niños como a adultos, como los cuentos populares. Los niños necesitan la oportunidad de comprenderse a sí mismos en un complejo mundo que les desconcierta y necesitan ideas de cómo poner en orden su vida; así que, para dominar los problemas psicológicos del crecimiento, los niños necesitan saber qué ocurre en su yo consciente y enfrentarse con lo que sucede en su inconsciente. Pueden adquirir esta comprensión no a través de la comprensión racional de la naturaleza y contenido de su inconsciente, sino ordenando de nuevo y fantaseando sobre los elementos significativos de la historia como respuesta a las pulsaciones inconscientes. En este sentido, los cuentos de hadas tienen un valor inestimable, puesto que ofrecen a los niños nuevas dimensiones a las que no llegarían por sí mismos. Precisamente para esto se creó el psicoanálisis, para facilitar la vida y para que el hombre fuera capaz de aceptar la naturaleza problemática de la vida sin ser vencido por ella.

Éste es precisamente el mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños: que la lucha contra las dificultades de la vida es inevitable y que aunque se enfrenten a las privaciones inesperadas e injustas, pueden dominar los obstáculos y salir victoriosos.

Los cuentos de hadas suelen plantear, de modo breve y conciso, un problema existencial y simplifican cualquier situación. Los personajes están muy bien definidos y los detalles, excepto los más importantes, quedan suprimidos. Todas las figuras son típicas en vez de ser únicas. Los personajes no son ambivalentes, no son buenos y malos al mismo tiempo, como en realidad somos. La polarización domina la mente del niño y también está presente en los cuentos. Una persona es buena o mala, pero nunca ambas cosas a la vez. Un hermano es tonto o listo. Una hermana es honrada y trabajadora, mientras que las otras son malvadas y perezosas. Una es hermosa y las demás son feas. Un progenitor es bueno, pero el otro es perverso. Esto le permite a los niños a comprender que existen grandes diferencias entre la gente y que por este mismo motivo, están obligados a elegir qué tipo de persona quieren ser. Las polarizaciones de los cuentos de hadas proporcionan esta decisión básica sobre la que se construirá todo el desarrollo posterior de la personalidad.

Las elecciones de un niño se basan más en qué provoca sus simpatías o su antipatía que en lo que está bien o mal. Cuanto más simple y honrado es un personaje, más fácil le resulta al niño identificarse con él y rechaza al malo. Los niños no se identifican con el héroe bueno por su bondad, sino porque la condición de héroe les atrae profunda y positivamente. Si este personaje fantástico resulta ser una persona muy buena, entonces los niños deciden que también quieren ser buenos.

Los cuentos de hadas, al mismo tiempo que divierten a los niños, también los ayudan a comprenderse y alientan el desarrollo de su personalidad. Les brindan significados a diferentes niveles y enriquecen la existencia de los niños de distintas maneras.

En los cuentos de hadas abundan los motivos religiosos; muchas historias de la Biblia son de la misma naturaleza que dichos cuentos. Las asociaciones conscientes e inconscientes que los relatos provocan en la mente del que las escucha, dependen de su marco general de referencia y de sus preocupaciones personales. Por lo tanto, las personas religiosas hallarán en los cuentos muchos aspectos importantes que no se mencionan directamente. La mayoría de los cuentos de hadas se crearon en un período en que la religión constituía la parte fundamental de la vida; por esta razón, todos ellos tratan directa o indirectamente tratan de temas religiosos. Los cuentos de «Las mil y una noches» están llenos de referencias a la religión islámica. Muchos relatos occidentales poseen un contenido religioso, pero la mayor parte de estas historias están a día de hoy olvidadas, siendo desconocidas para el gran público.

Los temas de los cuentos de hadas no son síntomas neuróticos, no son algo que estaos en posición de entender racionalmente y de los que podemos deshacernos. Estos temas se experimentan como algo maravilloso, porque los niños se sienten comprendidos y apreciados en el fondo de sus sentimientos, esperanzas y ansiedades. Los cuentos de hadas enriquecen la vida de los niños y les prestan una cualidad fascinante, precisamente porque no saben de qué manera ha actuado el encanto de dichas historias en ellos.

Uno de los cuentos más apreciados por los niños es el de «Los tres cerditos», porque enseña a los niños de forma agradable y dramática a la vez, que no debemos ser perezosos ni tomarnos las cosas a la ligera, porque si lo hacemos podemos perecer. Los planes y previsiones inteligentes combinados con el arduo trabajo, nos harán vencer incluso a nuestro enemigo más feroz: el lobo. Las casas que construyen los tres cerditos son símbolos del progreso en la historia del hombre: desde una choza sin estabilidad alguna, a una de madera, llegando finalmente a la salida casa de ladrillos. Desde el punto de vista interno, las acciones de los cerditos muestran el progreso desde la personalidad dominada por el ello hasta la personalidad influenciada por el super-yo, pero controlada esencialmente por el yo. El lobo destructor y salvaje representa las fuerzas sociales, inconscientes y devoradoras contra las que tenemos que aprender a protegernos y a las que uno puede derrotar con la energía del propio yo. «Los tres cerditos» guía el pensamiento de los niños en cuanto a su propio desarrollo sin decirles nunca lo que deberían hacer, permitiendo que los niños extraigan sus propias conclusiones. Este método contribuye a la maduración, mientras que si explicamos a los niños lo que deben hacer lo único que conseguiremos es sustituir la esclavitud de su inmadurez por la servidumbre que implica seguir las órdenes de los adultos.

Los cuentos dejan que los niños imaginen cómo pueden aplicar a sí mismos lo que la historia les revela sobre la vida y la naturaleza humana. El cuento avanza de manera similar a cómo los niños ven y experimentan el mundo; es precisamente por este motivo que el cuento de hadas resulta tan convincente para ellos. El cuento los conforma mucho más que los esfuerzos basados en razonamientos y opiniones de adultos. Los pequeños confían en lo que la historia les cuenta, porque el mundo que ésta les presenta coincide con el suyo.

Sea cual sea nuestra edad, solo serán convincentes para nosotros aquellas historias que estén de acuerdo con los principios subyacentes a los procesos de nuestro pensamiento. Si esto es cierto en cuanto al adulto, que ya ha aprendido a aceptar que hay más de un punto de referencia para comprender el mundo, lo es especialmente para los niños, puesto que su pensamiento es de tipo animista.

Tan pronto como los niños empiezan a deambular y a explorar, comienzan también a plantearse el problema de su identidad. Cuando examinan su propia imagen reflejada en el espejo, se preguntan si lo que están viendo son realmente ellos. Por ello es importante recordar que para ellos, tan solo resultan convincentes los razonamientos que son inteligibles en términos de conocimientos y preocupaciones emocionales.

Los cuentos de hadas, como las historias bíblicas y los mitos, componen la literatura que ha educado a todo el mundo (tanto a niños como a adultos) durante casi toda la existencia humana. Así, como todas las grandes artes, los cuentos de hadas deleitan e instruyen al mismo tiempo. Su don especial es que lo hacen en términos que afectan directamente a los niños. En el momento en que estas historias tienen mayor significado para los niños, el problema más importante que éstos tienen es ponerse orden en el caos interno de su mente, de manera que puedan entenderse mejor a sí mismos; lo que debe preceder necesariamente a todo intento de congruencia entre lo que perciben y el mundo externo. Al actual así, una persona conquistará la felicidad, con lo que aportará alegría a la vida de sus padres. Vivirá en paz consigo mismo y con el mundo.

Ésta es una de las mayores verdades que los cuentos de hadas nos revelan; verdad que guiará nuestras vidas y que es tan valida hoy día como lo era érase una vez.

Bibliografía:

  • BETTELHEIM, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. ARES y MARES. 2010
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