Diario de una sorpresa: Personas que lloran en sus cumpleaños

Yo que no lloro pero me deprimo o “me pongo existencialista” solamente con advertir que mi cumpleaños se acerca en el calendario, comencé la lectura de Personas que lloran en sus cumpleaños, la primera novela de Gustavo Yuste, con la ansiedad de quien busca un antídoto para su mal. Quizás por cargar al libro, publicado recientemente por Paisanita Editora, con esta responsabilidad y, además, por no tener ningún indicio del autor en modalidad narrativa, la sorpresa que me causó su lectura haya sido tan grande. Según parece, una verdadera sorpresa siempre ha de ser inesperada.

La historia de la literatura atesora preciosos ejemplos de novelas basadas (parcial o enteramente) en diarios personales. Es el caso de la célebre Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, pero también de la inquietante Drácula, de Bram Stoker. A diferencia del formato epistolar, cargado de intenciones (aunque bien puede combinarse con el diario; Drácula sigue siendo un buen ejemplo), el diario íntimo permite dar cuenta de un hermetismo sensible que, basado en un ejercicio de confesión, abre un registro de vivencias interpretadas. Estas interpretaciones, por un lado, adulteran los hechos (que sin esa adulteración no serían ni significarían nada) pero por el otro, y tal vez esto sea lo más interesante, abordan a les otres yoes de modo oblicuo, conjetural. Así es como Nati, Walter, Romina, Gastón, nos llegan, en esta bella novela estructurada como un diario personal en pleno siglo XXI, tamizados indefectiblemente por la mirada de Pablo.

La primera sorpresa entonces: que el autor recupere un formato narrativo clásico, el reducto privado del diario, para tratar cuestiones actuales. Por cuestiones actuales me refiero a la incertidumbre emocional típica de nuestro tiempo, a la tiranía de lo público y al peso de los canales de comunicación (Te desbloqueo, luego existes), pero, sobre todo, al vertiginoso dinamismo ( tan excitante como angustiante) que asumen las relaciones interpersonales.

Del cuaderno en blanco pasamos, página tras página, tanto Pablo como sus lectores, al descubrimiento de la interioridad propia y ajena. (Algo que me resultó interesantísimo: Esta novela puede leerse como un circuito cerrado de regalos). Siguiendo esta línea exploratoria, la aventura de escribir, de transformarse en escritor o poeta, irrumpe como una consecuencia no deseada de ese “sospechoso” meterse para adentro en días de descarada publicidad. No exagero. Pablo casi que se esconde para escribir, para que no lo vean escribir. Leer y escribir siempre ha sido algo políticamente incorrecto; visto desde la óptica de quienes detentan el poder, claro (no es casual que en novelas distópicas, como Fahrenheit 451 y 1984, al libro se lo esconda, se lo guarde como al más preciado secreto).

¿No es loco que uno tenga que “llevar un diario”, digo, que transportarlo siempre con uno, de modo espiritual pero a veces también hasta físico?

Otra sorpresa: la poesía, como posibilidad de ampliación del mundo, también sabe hacerse su lugarcito en esta novela. De hecho, propicia la constatación de que la sexualidad es una energía, un deseo, y no una prescripción biológica.

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Personas que lloran en sus cumpleaños, es también una entrada que complementa la definición de la palabra felicidad; porque la RAE no se la juega mucho: 1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física. ¿Qué es la felicidad, un “proyecto”, un “falso recuerdo”? ¿Aparece al momento de hacer una promesa o se libera cuando la misma se rompe?

Al igual que en su poesía, Yuste no puede evitar introducir una micro dimensión de crítica social. Sin ánimo de spoilear, me gustaría transcribir un fragmento de la novela:

“Esa devoción por no joder a los demás lo único que hace es joderte a vos mismo”, decía mi viejo. Lo más irónico de todo es que él murió por evitar que un colectivo pisara a una mujer que cruzaba distraída la calle. Algunos testigos quisieron agregarle un carrito de bebé a la historia para que la gesta sonara más heroica y su familia se sintiera más aliviada, pero durante el juicio todo cayó por su propio peso: la mujer estaba mirando su celular. El último día de declaraciones, el canillita que había visto todo se me acercó y me dijo: “Yo esto te lo cuento a vos solo, no se lo dije ni al juez para no angustiar a tu vieja, pero cuando agarré el celular de la mina esa para devolvérselo, vi que estaba mirando fotos de comida”.

Desplegando una prosa espontánea con gran sensibilidad e ingenio, Yuste nos regala, en 90 páginas atrapantes, la posibilidad de repensar los modos en los que nos relacionamos con los otros pero también con nosotros mismos. ¿Qué necesitamos? ¿Qué podría sorprendernos? Como señala un personaje de esta novela: “En la unión de esas dos cosas está el gran misterio”.


yuste

Gustavo Yuste nació en la ciudad de Buenos Aires en 1992. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA) y periodista. Cofundador de la revista digital La Primera Piedra. Publicó los libros de poesía Obsolescencia programada (Eloísa Cartonera, 2015), Tendido eléctrico (Objeto editorial, 2016), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017) y Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018). En 2016 fue jurado de selección de Apología 3 (Letras del Sur) y en 2017 fue seleccionado en la Bienal Arte Joven Buenos Aires en la categoría Escritores.

Foto principal: Adi Goldstein.

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