«Te distinguía a través de un vidrio amplio y grueso, por lo cual no alcanzaba del todo a ver ni oír lo que ocurría a través del cristal».
Así comienza Los soñantes (Paradiso, 2019) de Augusto Munaro. Esta ilusión de distancia luego se quiebra constantemente a través del relato. El narrador y la mujer a la que ve a través del vidrio viven mil vidas, y son testigos de situaciones de lo más descabelladas como estar en prisión, proponerles un negocio a abuelas embarazadas, criar una niña jirafa. El protagonista como director de cine exitoso pero también como humilde pizzero. Aparecen un psicólogo lacaniano, un cura, un mundo posapocalíptico y recorremos lugares emblemáticos como Plaza San Martín, Av Libertador, el museo Larreta, la Casa Rosada. Porque hasta las historias más absurdas pueden suceder allí. Estas aventuras parecen una manera formidable de salir de la monotonía y sobrellevar la existencia.
«I´m looking for the face I had before the world was made», dijo el poeta William Butler Yeats. Malena y el protagonista son perseguidos y se persiguen para matarse y renacer, pero no se puede escapar de lo que está escrito para ellos por algún aciago demiurgo. Es difícil rastrear el comienzo de todo, del sueño dentro del sueño. El destino es en esta historia un sujeto siniestro y tan oscuro como la portada del libro. Percibimos un juego sádico, en el que las piezas van cambiando aunque la toxicidad permanece. Hay, también, una guerra de poder entre él y Malena en la que hacen de cuenta que pueden vivir el uno sin el otro. Malena es inestable e indescifrable y necesita libertad: «Toda esa plenitud también era un límite para tu vida, pensé» (p. 47). Pero nunca la podrá tener. Parecen universos borgeanos de espejos marcados por la obsesión. Todo debe existir porque existe Malena. La pareja entiende su situación inescapable y la naturaliza. El protagonista llega a disfrazarse de muerte sabiendo que es un imposible.
La obra no posee corte alguno, una estructura que recuerda a su otro libro Todo sea por la excepción, no hay una separación que permita al texto respirar en forma de capítulos o párrafos. Hay un texto unívoco a través el cual el lector va sintiendo que se va quedando sin aliento. Se parece un poco al estado febril del protagonista de La noche boca arriba de Cortázar. Es admirable a su vez cómo se van uniendo los fragmentos de la manera más natural posible, minuciosamente, sin sacarnos de nuestra ensoñación.
Munaro demuestra que posee una imaginación sin límites. Se nutre de la mejor parte de la literatura argentina, aquella que no teme soñar a lo grande. ¿Y si existiesen soñantes infiltrados en nuestras vidas, seres inmortales que han presenciado innumerables catástrofes? Nos deja incluso con la duda de si habremos tal vez vivido peripecias semejantes y no las recordemos. Los soñantes es una interesante experiencia de inmersión.