La poeta presentó su antología, “Sin pelaje, sin sombra”, editada por Llantén.
Susana Villalba (Buenos Aires, 1956) no se presenta como poeta ni como escritora, sino como una dramaturga que sabe mantener en vilo al espectador. Es seguro que simpatiza con la improvisación, ya que parte de su acto consiste en bajar del escenario de un salto para quedar junto al público y, con cierta mueca de picardía, mostrar un objeto, -es amante de los objetos-: un huevo plateado que nos lleva a encontrarnos con versos inéditos de la autora recitados por personas del público elegidas al azar. Susana, a punto de presentar su antología poética Sin pelaje, sin sombra, editada por Llantén, de pronto abre el huevo y se descubren muchos rollitos de papel; comienza a moverse entre el público, y con tan solo estirar el brazo ofrece uno para leer en voz alta. Casas, ventanas, miradas, todo eso sale de los rollitos de papel. La autora, que siempre trató con sus poemas recrear el sonido de su infancia, hoy escucha el del público.
Susana Villalba no presenta su antología, ni la explica, ni la cuenta, sino que la vive al relatar las coyunturas sociales que utilizaba para escribir lo que le venía solo, un concepto, algo que llegaba desde más allá, que la atravesaba y la hacía sentarse a escribir en bares para, desde una vidriera, percibir afuera lo que sentía junto a ella.
Nos hace pasear por el rock de los 80’s y las fotografías de 2001, por “la fiesta que no era fiesta” de aquellos tiempos menemistas, entre otras épocas. Su obra expresa diversas facetas que su relato nos alcanza para hacernos saber que el mundo, hace un tiempo, también era injusto. Como en Matar a un animal (1997), donde el espectáculo de los medios de comunicación se había vuelto cotidiano y el thriller una moda. «Piglia decía que, en épocas melancólicas, un asesino es el que muestra algún entusiasmo», nos dice la autora para terminar de esbozar los retratos de aquella época en la que tomó casos de crímenes reales para escribir su libro. «En mi escritura hay siempre un espacio-tiempo que percibe una forma en que el arte debe discutirle a la época en sus términos», explica la poeta en el prólogo de su antología.
Ahora escuchamos un dúo musical que canta rock de aquel entonces, en el que Susana deambulaba sin llegar a alguna parte para escribir Caminatas (1999), así como ahora deambula en sus pensamientos, mientras con su pie sigue el compás de la melodía y mira al piso como quien busca un recuerdo.
La obra de Villalba no es cómoda y conciliadora, atemporal, transmisible, sino que, como bien dice Hermeto Pascoal, es como debe ser la música: hija de su tiempo y de su tierra. Y ella, con empatía de artista y delicadeza de escritora, nos trae una antología que, como aquel huevo que abrió al iniciar el encuentro, nos llena de «palabras, reflexiones, intuiciones, imágenes, significaciones, correspondencias».
Entonces me pregunto, ¿podremos hacernos eco del legado de Susana Villalba? ¿Ser los poetas de nuestro tiempo y dibujar en el retrato de estos años las opresiones padecidas?, ¿discutirle a esta época en sus mismos términos mientras buscamos construir y aportar belleza? ¿Y podremos, sin embargo, preservar algo atemporal y universal? ¿Logrará, como pregunta Susana Villalba, ese milagro que es el lenguaje, llegar alguna vez a una utopía?
Hermosa nota, revivi la presentacion del libro de la autora como si hubiera esta alli. Revivir, imaginar y replantearse situaciones y estados, de eso se trata el arte.
Me gustaMe gusta