Flotar, aflorar de la propia precipitación (Reseña: «El idioma abisal», de Eduardo E. Vardé)

Los gestos de la natación son los más similares al vuelo. El mar le da a los brazos lo que el aire le ofrece a las alas; el nadador flota sobre los abismos del fondo.
Erri De Luca

Eduardo E. Vardé va detrás de la lluvia y el gorrión, tratando de entender en qué lugares estuvo cada uno. La tormenta todo lo borra, genera una inundación que elimina los recuerdos. No así el viento, que toma lo conocido para formar algo nuevo. El idioma abisal (Halley Ediciones, 2019) es un libro difícil de categorizar, de rastrear, ¿habla de la fortaleza? ¿de la muerte? ¿de una búsqueda íntima? Interpela a otra persona, pero no desde lo romántico, simplemente en un diálogo misterioso: «hay madrugadas que necesito tenerte / cerca / como un amuleto / al que tampoco le voy a rezar».

En este mismo tono escéptico, hay un verso que invoca: «Siempre decir / menos / para que quede el rumor». Es minimalista el estilo, medido, alienta a la relectura. ¿Qué camufla el autor? Como la cita de María Gainza de su epígrafe, «Uno escribe algo para contar otra cosa». Él es consciente de que algo acaba por ser otra cosa, pero, ¿cuál es el estado natural de los seres? ¿Existe algo que sea enteramente en lo que no haya contaminación?  A veces escondemos tatuajes ya antiguos. Ocultamos, tal vez, detrás de los poros o bajo las profundidades del océano: «cerré el vidrio para no ver / para no tener la lluvia / parece que mi reflejo quedó del otro lado / ni él ni yo estamos». Con este libro aprendemos que habrá un vidrio protector que separa a los turistas del mar pero no de su propia precipitación silenciosa.

Los poemas de Vardé nos envuelven en imágenes acuíferas. También hay colibríes, mucho más vistosos que los insectos o gorriones mencionados, aunque todos ellos animales que se autodestruyen. Me imagino pájaros cayendo en forma de lluvia como en la serie alemana Dark. El tema es cómo esos elementos interactúan entre ellos y con el yo poético, que no de deja intimidar por la muerte. Encontramos una ciudad en llamas que no sabemos si si la apagará o no una Sudestada, si renacerá o no de sus cenizas.

El idioma abisal nos habla sabiamente sobre la necesidad de sentir la existencia bajo el encierro de la piel, hay algo que quiere traspasar el umbral de la propia represión: una mano que golpea el vidrio, un gorrión que se estrella contra una ventana yendo con ansia hacia la luz.

Pequeña muestra del libro del autor:

cuando pinto una ciudad
aparece un nombre.
cuando dibujo una mano
aparece otra que se aferra.

pase lo que
pase hay algo literal:
este espacio también se va
oscureciendo.

Eduardo E. Vardé (1984) es profesor en Lengua y Literatura. Autor de LCDA (Macedonia Ediciones, 2009), Dos veces breve (edición de autor, 2013), Felicidonia (Micrópolis, de Perú, 2017), El idioma abisal (Halley, 2019) y Calambur (próximo a publicarse por La tinta del silencio, México). Seleccionado en varias antologías de Argentina, Chile, Perú, México y España, entre ellas «Basta, cien hombres contra la violencia de género» (Macedonia Ediciones, 2016). Finalista de diferentes concursos literarios, nunca ganador. Intento de función autor/poética.

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