Dossier «Poesía joven»: Entrevista a Irati Iturritza Errea | Marta Castaño

Irati Iturritza Errea (Pamplona, 1997) no nació de ninguna boca, a pesar de dedicarse a gestar bocas y voces que la reinventan cada día. A veces es un niño que no recuerda por qué llora, otras veces sólo intenta gritar más alto. Brazos cortos (La bella Varsovia, 2017) es su primer poemario. También ha participado en proyectos como la exposición de poesía ilustrada Contraespacios/Kontraespazioak, las antologías Orillas, Ultravioleta, Anónimos 2.3, DiVERSOS y A: mujer, lenguaje poesía; la colección de relatos Itzulerak: barne bidaiak; o el fanzine El ñu circense. Coordinó la selección de Los muchachos ebrios, antología de poesía jovencísima transoceánica publicada por La Tribu, y forma parte de la Brigada Poética de Pamplona, que trata de sacar la poesía a las calles. Actualmente sigue reescribiéndose, y trabaja junto a Erik Rodríguez Fernández en un proyecto que aúna poesía y foto. De esta manera, trata de encontrar nuevos lenguajes para seguir nombrando la náusea, el miedo, la tierra. Le gusta leer, quejarse, escribir y hacer galletas.

¿Por qué la escritura? ¿Por qué la poesía?

La poesía, la escritura, me dan perspectiva, visión. Escribir poesía es la manera de revelar la parte de mí que no conozco y que sólo emerge después de haber sido escrita. Seguir avanzando para ser consciente de que, con todo, sigo estando lejos de nombrar lo importante; aprender que da igual, que la belleza está en rodear las cosas, y en volver para contarlo.

Estudias Lenguas Modernas y ya has publicado un libro. ¿Cómo te ha ayudado esta formación en tu crecimiento como escritora? ¿Te vas a seguir formando después de terminar el grado?

Creo que esto va en dos sentidos contradictorios, opuestos: por un lado, dedico casi todo mi tiempo a la lengua, a la literatura, y esto me permite aprender para seguir escribiendo; por otro, a veces me saturo, porque la lectura académica puede terminar eclipsando la otra, la más lúdica. Pero como es un ámbito que disfruto, todo conocimiento es bienvenido, sea en la forma que sea. Mi intención es seguir formándome hasta que me echen, pero necesito tiempo para decidir por dónde tirar. De momento, en septiembre me voy a Noruega a trabajar de auxiliar de conversación en las clases de español de un instituto.

Se dice que los escritores tienen lo que siempre se ha conocido como «musa» o inspiración. Esa supuesta «musa» puede ser algo o alguien externo, tangible o intangible o incluso uno mismo o sus monstruos ¿Qué o quién es tu inspiración o musa a la hora de escribir?

Creo que el tema de la inspiración es un tópico fácil en el que caer: hay algo externo, ajeno a quien escribe, y la responsabilidad –¡y el mérito!— de la escritura cae en ese ente intangible. Si la inspiración existiera todos escribiríamos, dibujaríamos, o haríamos mil cosas. No creo que nos venga dado, creo que hay que trabajar, pelearse con el lenguaje, como dice Schweblin. Si no hay horas, borradores y tachones, no hay escritura.

Brazos cortos (La Bella Varsovia, 2017) es tu primer poemario, y anteriormente habías escrito en blogs como La Tribu, tu propio blog o Twitter. ¿Qué ha supuesto para ti y tu experiencia como poeta el paso de lo digital al papel?

Bueno, lo del blog fue una experiencia fugaz que en realidad abandoné enseguida. Pero sí, yo comencé a mostrar mi escritura, a ser leída en medios digitales. Creo que esta forma de difusión caracteriza mucho a mi generación, y que sirve de punto de reunión, crea red. Pero a veces también nos limita, nos reduce a ello, a ser poetas que publican en Internet, y creo que hay algo más. A nivel personal, el cambio que me ha supuesto ha sido el de pasar de lo digital, de la pantalla, al cara a cara —a través de, por ejemplo, las presentaciones del libro—. Me hace mucha ilusión, además, formar parte del catálogo de La Bella Varsovia, porque siempre he seguido mucho todas sus publicaciones, y para mí fue un referente a la hora de buscar a poetas jóvenes que escribieran en castellano.

Las palabras y la poesía transmiten esencialmente emociones. Háblanos un poco
de una de las que más aparece en tus poemas de Brazos cortos: «Miedo». ¿Qué es
para ti el miedo y por qué le das tanta importancia?

El miedo es una respuesta natural ante el peligro. Nos avisa de, prepara ante. Sin embargo, el miedo también conquista y abarca más de lo que debería: ¿dónde está, entonces, el peligro?, ¿es el miedo el propio peligro? Le doy importancia al miedo porque lo siento y porque forma parte de mi día a día. Me gusta explorar el miedo, comprenderlo —aunque no necesariamente superarlo— a través de la escritura.

¿Cómo han influido en tu experiencia creadora los diferentes proyectos literarios colectivos en los que has participado?

Creo que las redes que se crean son muy importantes. He nombrado antes el caso de Internet, que creo que nos sirve tanto como lectores y como escritores. De aquí nace Los muchachos ebrios, la antología de poesía joven transoceánica que coordiné en La Tribu; pero también proyectos como Orillas, de Rosa Berbel y Pablo Romero, o Un pez con mi cara besándome, de Matías Fleischmann.

Creo que, dentro de este mundo, existe una red muy fuerte entre mujeres, especialmente. Hablaba de esto, hace unos meses, en una entrevista con Iosune de Goñi: a ella le gusta pensar en la red de las mujeres escritoras, las mujeres fotógrafas, las mujeres creadoras. Esta red sirve, creo que en gran medida, para buscar referentes, contemporáneas y anteriores a nosotras, que es algo que históricamente se nos ha negado.

En otras entrevistas mencionabas que a veces la etiqueta de «poeta joven» te resultaba despectiva. ¿Sigues teniendo esa percepción? ¿Crees que el panorama de la poesía joven actual está cambiando la forma de ver la literatura o todavía queda mucho por hacer al respecto?

Más que despectiva, reduccionista. Porque somos jóvenes, eso es un hecho, y como tal no es despectivo. Pero a veces parece que más que mirar a la calidad literaria de un texto nos fijamos en la edad, en la fecha de nacimiento del que o la que escribe. A mí me interesa leer a autores de mi edad porque ahora mismo coincido con ellos en muchas experiencias, en muchas ideas e inquietudes, y pueden resultarme cercanos. Pero esto no significa que todo lo que escribimos deba catalogarse como «joven», porque es una etiqueta que termina comiéndose al trabajo como tal.

¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios? ¿Nos espera alguna sorpresa para dentro de poco?

Bueno, voy poco a poco. Mi proceso de escritura es muy lento, sosegado, necesito que los poemas respiren y me enseñen cosas. Pero sí puedo adelantar que estoy en un proyecto de poesía y foto junto a mi amigo, director de cine y fotógrafo Erik Rodríguez Fernández.

¿Qué consejo darías a jóvenes que quieran escribir un libro pero no se atreven a dar el paso?

En mi caso, el libro fue un proceso natural; no nació de una idea de libro, de conjunto, sino de una necesidad y un deseo de crear. A partir de ahí, vi un hilo del que tirar, y poco a poco surgió Brazos cortos. Yo les diría que sigan escribiendo, que prueben, que se equivoquen y que sigan leyendo mucho.

02 Irati Iturritza

Biografía de Marta Castaño:

Marta CastañoMarta Castaño (Pamplona, 1988) es licenciada en Filología Hispánica por la UNAV y graduada en Información y Documentación por la ULE. Apasionada de la literatura en todas sus formas. Trabaja como bibliotecaria en una biblioteca pública y gestiona proyectos literarios y de fomento de la lectura en su ciudad natal. Escribe artículos en revistas culturales y poemas y narrativa en su blog personal.

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