La poética de Ricardo Montaner

En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte.

Susan Sontag

No hay hechos, sólo interpretaciones.

Friedrich Nietzsche

 

La teoría griega de la mimesis obliga al arte a la justificación dentro de sí mismo; sin embargo la interpretación debe ser evaluada desde una concepción histórica de la conciencia humana. El valor del arte es dudoso y su entendimiento, desde una perspectiva contemporánea se complejiza: la interpretación hace manejable al arte.

En un intento por sensibilizar, promete ser necesario el detalle en la observación, ampliar la experiencia sensorial, aprender a sentir más. Las manifestaciones artísticas, con el paso del tiempo, han logrado separarse del estándar dominante y sus lineamientos al grado de sublimar la cotidianidad del objeto. Deja de ser indispensable preguntarse por el significado de lo concebido como arte, en un intento por demostrar la transparencia en su respectivo análisis.

Qué importancia tiene remontarse a la inocencia anterior a la teoría, la experiencia estética, mayoritariamente ligada al arte, no estaba sujeta a la introspección exhaustiva. El asombro por la primera impresión de cualquier producto cultural bien ejecutado sin duda estremecía a nuestra versión más infantil del pasado, y es probable que a causa de nuestra insensatez adulta, antepongamos el raciocinio sobre toda belleza de la que seamos testigos.

Probablemente los eventos estéticos a los que estamos expuestos no son del todo identificables, o en todo caso, sencillos de describir, pero gracias a que pertenecemos a una sociedad occidental, nos es sencillo coincidir en si debemos catalogar un objeto como bello o no, esto independiente a nuestra forma particular de vida y de ver el mundo. Momentos como sintonizar la estación de radio de música romántica, decidir entrar al cine y ver la comedia de la que todos habla no nos orilla a la superficialidad, sino a permanecer expectantes de un acontecimiento que puede ser memorable.

Hace unos días, llevada por una irremediable sensibilidad, me encontraba escuchando las canciones más populares del cantautor argentino Ricardo Montaner, mismas que me conmovieron al llanto. De forma inmediata recordé aquel año de secundaria cuando no hacía más que escuchar sus canciones, dolida por la primera ruptura amorosa. Sin duda ya no represento esa figura aniñada que se dejaba llevar por canciones pop melosas; pero algo dentro de mí y de la memoria colectiva permite seguirse conmoviendo por lo más accesible dentro de la cultura, sin duda maravilloso.

Encontramos otros ejemplos en la cocina: el caldo de pollo, las galletas de mantequilla, el café con leche. Y cómo olvidar sucesos abstractos como los aromas: el olor del desodorante usado por el padre que remonta a las tardes paseando por Chapala, la cereza del brillo de labios de niña. No se busca colocar en la misma balanza sucesos de esta categoría con obras artísticas, pero sí afirmar que la vivencia de ambas como fenómenos dejan en nosotros una sensación muy similar.

No hay que olvidar que el arte debe entenderse como un fugitivo de la interpretación. Y es el verdadero arte el que posee la capacidad de ponernos nerviosos, de purgar emociones peligrosas.

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