Amar a alguien que quiere morir

Amar a alguien que quiere morir,

Buscarle incansablemente una excusa para vivir por todos lados, debajo de los rincones, debajo de las camas, debajo de las cacerolas y las tazas que alguna vez tanto le gustaron.

Enseñarle joyas, traerle cosas del mar, mira los corales en las aguas, mira lo rico de la comida, escucha el sonido de las gaviotas junto a la playa, siente el sol bajo tu piel.

Arañar incansablemente cada excusa que se te ocurra, solo para que su imagen no sea una pintura difusa en un año, dos años, tres años. Seis meses, tres meses, un mes. Una semana. Para que un día no la encuentre y sepa que la tristeza la ha consumido, y la encuentre, y ya no haya nadie dentro.

Amar a alguien que quiere morir es como una espina, un recuerdo constante, y aunque sepas que no es tu culpa, no es tu responsabilidad, seguir buscando, hasta que las posibilidades se te escapan entre las manos, como las arenas de un desierto que algún día vimos juntas, hace mucho tiempo atrás.

Decirle constantemente “¿qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?” y mirar la imposibilidad de que tus acciones den fruto, en su mirada.

Nada, no puedes hacer nada.

Amar a alguien que quiere morir es darte cuenta, con un profundo dolor, que no eres dueña de esa persona, que su cuerpo no te pertenece. Es encontrar impotencia en no tener control de sus actos. Es perder el control. Es sentirse traicionada. ¿Por qué? Es querer agarrarle las manos y decirle “no lo hagas, no lo hagas”. Es hacerle un berrinche. Es tener el corazón rato. Es pensar en ti constantemente. (¿Acaso no soy suficiente?)  Pedirle “quédate por mí”. Es chantajear. Es llorar en su regazo. Es prometer cosas que sabes que no son ciertas. Es ser egoísta, y decirle

No me dejes sola
Oh, no me dejes sola,
No sabría qué hacer en este mundo tan horrible
Sin ti.

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