Constanza Gutiérrez (Castro, 1990) es autora de la novela corta Incompetentes (2014) y el libro de cuentos Terriers (2017). Visitó Lima en mayo, a propósito de la publicación de La educación básica (Pesopluma, 2019), un volumen que reúne los relatos de sus dos libros y suma dos textos inéditos. Gutiérrez fue finalista del Premio Iberoamericano de Cuento Gabriel García Márquez y es considerada una de las voces jóvenes más interesantes de la narrativa chilena. Esto fue lo que conversamos con ella.
—Los personajes de tus cuentos son, por lo general, niños y adolescentes. ¿Cómo es escribir desde esa posición?
Pienso la historia antes que los personajes. Hago los personajes como a uno le pasa en la vida. Uno hace lo que puede con lo que tiene. Me imagino qué pasaría si alguien le pasara eso, cómo podría irle a un niño en esa situación. No creo que sean más resueltos que los adultos. Hay maneras distintas de enfrentarse a las cosas desde tu posición, y la posición de los niños, en general, es de no poder tomar decisiones sobre su vida. Entonces, uno ve su camino como “¿Qué puedo hacer con lo que tengo?”, que es lo que hacemos todos a cualquier edad.
—Pero muchas veces no son tomados en serio…
Sí, creo que no se toma en cuenta lo que piensan los niños. Se piensa que un niño no sabe lo que es bueno para él o se ven las cosas desde la experiencia, como si el niño estuviera exagerando. Si tú piensas que está exagerando, es porque ya tienes 40 años y te pasaron miles de cosas peores, pero ese niño no está exagerando. Eso le duele o eso le gusta mucho.
—¿Cómo trabajas esa claridad y espontaneidad que uno encuentra en tus relatos?
Yo busco escribir así, pero también me sale. Es como una mezcla de ambas cosas. Trato de hacer las cosas simples y directas. También he sido así siempre. Es una mezcla de mi forma de trabajar y mi forma de ser. Mi proceso creativo es constante. Todo el tiempo me importa escribir cuentos. Todos los días pienso en escribir cuentos, y escribo una línea o una idea, algo. No podría separarlo de mi vida.
—En La educación básica, la homosexualidad es tocada con naturalidad. ¿Piensas que tu generación toma estos temas con más normalidad, como siempre debió ser?
El mundo cambió mucho. Mi generación ya es vieja, yo tengo 29. No entiendo lo que están haciendo las personas de 17. Me puedo imaginar, pero yo no estoy fanatizada con el k-pop ni uso Snapchat, ni nada así. Mi mamá usa Facebook, yo no. No voy a estar en un lugar donde están los padres. Solo estoy en Instagram. Pienso que se han normalizando cosas que debieron ser normales hace muchos años y que mi generación lo toma con más naturalidad. Aunque tengo conciencia de que todavía, para mucha gente, ser homosexual podría parecer un defecto, pero yo no conozco gente así, porque estudié literatura y ahora me muevo con gente de los libros, con gente que hace cosas creativas. Desde el colegio no me relaciono con gente que piensa ese tipo de estupideces.
—¿Crees que hoy hay más mujeres jóvenes escribiendo, publicando y siendo leídas?
Siempre ha habido mujeres escribiendo. Lo que pasa es que no nos estaban publicando, porque había más respeto para los hombres, y ahora, por esas razones equivocadas, nos están publicando. Y qué bueno, ojalá se normalice y se entienda que si una mujer escribe, no es solo para mujeres; o si una mujer escribe un tema de mujeres, como la relación con su cuerpo, no quiere decir que ellos no la puedan leer. Los hombres tienen un desinterés por todo lo que no tiene que ver con ellos, pero nosotras nos hemos pasado toda la vida leyendo cosas que tienen que ver con ellos y siendo lo suficientemente inteligentes para identificarnos con lo esencial o tener curiosidad por entender lo que pasa en otro cuerpo. Yo no tengo por qué leer solo cosas que me identifican a mí, igual ellos.