<<La escritura de Yanina Giglio es incendiaria. Toca el lenguaje con rabia, con amor, con esperanza, con terror: como si el lenguaje fuera un cuerpo viejo, exahusto, desahuciado al que ella le estuviera dando su aire, cada palabra una exhalación, una inhalación: respiración boca a boca que lo devuelve a la vida. Es que ¿no es el lenguaje un cuerpo muerto si no es tocado así, apasionadamente, con decisión,con furia, con violencia casi? ¿No es así como despierta y arde? Y digo tocar y digo cuerpo aunque estemos hablando de palabras porque Giglio escribe con el cuerpo, porque libros así se escriben con las llagas de las manos y el temblor de las terminales nerviosas y el desigual bombeo de la sangre que dicen cosas como esta: Cómo es que se puede volver/a tratar de ver la belleza. Es este/el punto. Sabés lo que digo,/eso, arder en la belleza, no te sigas yendo,/arder en la belleza, quedate.
Hay poesía que tiene, como diría Yanina, poderes de curandería. Poesía que es como la fogata alrededor de la cual nos reunimos quienes hemos sido heridos, quienes hemos sobrevivido. Esta clase de poesía, claro, la escriben los heridos, los sobrevivientes. Y el solo contacto con ella es reparador. No porque nos acompañemos unos a otros con ella, en ella, aunque también. Es reparador sobre todo porque trae de vuelta la fuerza de aquello que ha causado el daño. Pero la trae invertida: ese rayo que era muerte es ahora iluminación, es deseo, desordenado y hermoso deseo que se extiende y ramifica en quien lee. Desordenado y hermoso deseo vive en el corazón de la poesía de Yanina Giglio, en su corva de potrilla malherida que se ha sacado con los dientes la marca de la yerra, que no pertenece a nada más que al viento caliente y libre que le llega y le dice. Y ella repite lo que ese aire le dicta: Y mi silla hecha de huesos y los huesos haciendo el amor/ con lo muerto. Pero ¿cómo acercarme a la herida/ sin montar el dolor en más huesos? Delirios/de curandería queriendo libertar cada extremidad/para que aquellos tilos tampoco dejen su cuajo/y tu inocencia lejos del recuerdo, sonaja/anca aguja encuentro pecho belfo./Sigue siendo de madrugada:/no llenar los huecos, los huecos no son para llenar.
Que corra entonces la poesía de Giglio, desobediente y hermosa, que corra hacia todos nosotros, que la necesitamos, hacia todas nosotras, que estamos reunidas alrededor de su fuego para ver cómo crece cada vez más lejos, cada vez más alto, quemando una por una todas las cosas que deben quemarse de una vez para hacernos libres.>>

<<Corva significa, por un lado, la parte anterior de la rodilla. Es la parte opuesta, por donde se dobla y se encorva una pierna. La derivación verbal de este adjetivo es encorvarse. Las palabras derivan hacia regiones. Los adjetivos derivan, a veces, hacia regiones verbales. Encorvarse, que lleva dentro de sí el nudo de una corva, de un doblamiento, de un pliegue que trasunta un proceso, significa doblarse hacia adelante hasta adoptar forma curva. Una piensa, entonces: «encorvarse de risa; encorvarse por el dolor; encorvarse por la edad». Piensa en la causa, y en el movimiento que antecede a esa causa. La poesía de Yanina Giglio habla precisamente de ese movimiento, el de un cuerpo atravesado por el lenguaje, que se encorva hacia aquello que será después, y que nunca se conoce del todo. Yo, la mecha en el fósforo, la cabeza puesta, en el fuego, el cuerpo tieso, en la hornalla, dice la voz poética. Un poema puede ser susurrante, tensar desde un murmullo, puede envolver el mundo con una sintaxis que lo vuelva un rumor.
Los poemas de Yanina Giglio parecen anclarse en una demanda, un reclamo de un cuerpo que se formula en el deseo. El lenguaje, aquí, paga el precio que corresponde al ansia. Sin mente, pero mente es todo, por eso, sin mente, se dice uno de los poemas más bellos de este libro. Esa contradicción aparente que se plantea este verso es la que recorre, como ajustada tensión, la propuesta del lenguaje en este poemario. Anclarse en una tensión, en una zona de frontera, en el temblor de la voz, es la función de la poesía. Yanina Giglio no teme (una se pregunta, ¿por qué no temer las consecuencias de ese lugar, los efectos de encorvarse, la persistencia de una corva y su deriva?) dar rienda suelta a los caballos en su voz.
“Todos somos principiantes en el amor”, dice Raymond Carver. Vamos a dejar que ellas sigan, pretendiéndolo, el absoluto, dice la voz poética en el poema «Entropía». El amor aparece como una liberación, un resultado deseado y, al mismo tiempo, temido, de esa fuerza frágil (en el sentido de lo inaugural absoluto, de lo siempre principiante del amor) que transitan estos poemas. “Encorvarse de risa, encorvarse por el dolor, encorvarse por la edad”.

Yanina Giglio parece decirnos, en este libro al que le damos la bienvenida, que la curvatura amorosa, aquella que nos libera del doblez previo, viene de la mano de la osadía del lenguaje. Una lengua nueva, como cada vez que dos cuerpos se encuentran. Un diccionario propio para ese cuerpo estallado o extrañado por la pasión, que no cesa de buscar y de alcanzar esa zona fronteriza.
Celebro la aparición de esta voz, la de Yanina, su fuerza, su valentía, su juventud.>>

Yanina Giglio (Bs. As. 1984) Eternal seeker – Escriviviente – Vórtice literario – Editora y scouter – Viajante transmedia – Textera maquinal…
Estudió Cs. de la Comunicación Social en UBA. Obtuvo un PGCert en “Escrituras: Creatividad Humana y Comunicación” por Universidad FLACSO y se diplomó en «Neurociencias y educación» por UM. Estudia Lic. en Artes de la Escritura en UNA.
Trabaja como editora, correctora de estilo y periodista cultural. Es socia fundadora de Odelia editora y coordinadora de talleres literarios. Publicó los libros «La Do Te» (Alción, 2015); “Corva» (Liberoamérica, 2019) e integra diversas antologías, tanto de narrativa como de poesía.
