Queriendo ser una estrella me encontré con un silencio que era mío.
No quería querer, pero quise.
Es que el querer no pregunta si lo quieres.
Queriendo sin querer ser una estrella me encontré
con que la estridencia no es propia de lo por naturaleza brillante.
Queriendo sin querer,
me encontré siendo lo que sí quería.
Una vez leí,
que alguien murió estrellado
y entonces recordé,
que también escuché,
que no todo lo que brilla es oro.
Si brillo o me estrello, el oro sigue ahí.
Sumé el silencio y el oro
y me encontré en paz.
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