Olga Orozco, la arquitecta de poemas

A la poeta argentina Olga Orozco le dijeron una vez: “No, mujeres no”. Así lo narra en el documental Oficios (1998) en el que cuenta sobre su obra literaria articulada con la infancia y juventud, sus motivaciones y los temas que la atravesaban. Ademas de poesía, Olga era una asidua escritora de artículos periodísticos que firmaba con diversos seudónimos. Esa era la forma que encontraba para enfrentar el ambiente machista de la época. En una ocasión los editores le encargaron la redacción de un artículo en torno a Gardel. Orozco investigó exhaustivamente a la emblemática figura del tango, llegando incluso a saber cosas que hubieran desencantado a sus seguidores. Una vez terminado lo publicó con el seudónimo de Jorge Videla. La nota impactó de tal manera que a los pocos días un representante de la comisión de homenaje permanente a Gardel visitó la redacción en la que trabajaba Orozco y pidió hablar con Videla para invitarlo a la conmemoración que cada mes se realizaba en Montevideo. Cuando el hombre supo que Jorge Videla era en realidad Olga Orozco la invitación llegó a su fin: “No, mujeres no”, le dijo y se retiró.

Olga siguió adelante, enfrentando ese no y apropiándose de los límites impuestos para resignificarlos y hacerlos escritos. Fue una prolífera escritora de artículos periodísticos, textos científicos, biografías pero por sobre todas las cosas, de poesía. En su obra combinó temas tan diversos como interesantes. Sus reflexiones poéticas en torno a la vida, la muerte, a la búsqueda del yo, al tiempo y la memoria se combinan con otras en torno a la naturaleza, al cuerpo y en concreto, a la poesía.

Orozco escribió metapoemas que reflexionan sobre la naturaleza de la poesía. Pueden recuperarse dos metapoemas “Densos velos te cubren, poesía” (del libro Mutaciones de la realidad, de 1979) y “Con esta boca, en este mundo” (del poemario Con esta boca, en este mundo, de 1994). En ambas obras la poesía se presenta como una búsqueda que se lleva a cabo hasta el final, hasta los límites mismos del cuerpo, sugiriendo, tal vez, la vinculación de lo ontológico con el hecho poético.

¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?

(Fragmento de Con esta boca, en este mundo, en el libro que lleva el mismo nombre, de 1994)

En términos de su escritura poética, buscamos a través del cuerpo -o con el cuerpo- y al mismo tiempo es en el cuerpo (o en la corporalidad) en donde esa poesía se desarrolla. De ahí que la poesía no sea para sino con. Los cuerpos vehiculizan el arte pero al mismo tiempo se presentan como insuficientes. Resulta sugerente su frase: “cómo nombrar en este mundo con esta sola boca?”.

Pero además su poesía se expande a través de la naturaleza. En ambos textos hay referencias a volcanes, piedras, espuma, eclipses, tinieblas, territorios, espesuras; la autora se vale de esos elementos naturales y verosímiles para generar una obra que reflexiona sobre el hecho poético y la naturaleza del género.

No es en este volcán que hay debajo de mi lengua falaz donde te busco,
ni es esta espuma azul que hierve y cristaliza en mi cabeza,
sino en esas regiones que cambian de lugar cuando se nombran (…)
Noches y días fortificada en la clausura de esta piel,
escarbando en la sangre como un topo (…)
No hay respuesta que estalle como una constelación entre harapos nocturnos.
¡Apenas si fantasmas insondables de las profundidades,
territorios que comunican con pantanos,
astillas de palabras y guijarros que se disuelven en la insoluble nada!
(Fragmento de Densos velos te cubren poesía, del libro Mutaciones de la realidad, de 1979)

En el poema “Densos velos te cubren, poesía” Olga reflejó una búsqueda insistente que comienza con el pensamiento (“cristaliza en mi cabeza”) y se hace cuerpo (“en la clausura de esta piel”). Es un poema verosímil, con significados que (nos) son próximos pero también rozan lo fantástico y sobrenatural (“fantasmas insondables de las profundidades”).

La poesía, en términos de Orozco, es esa búsqueda pero al mismo tiempo, todo aquello que a través del lenguaje puede crearse. Los textos de esta poeta argentina permiten pensar a la poesía como género literario pero por sobre todas las cosas, como género literario articulado con la vida.

En el documental “Oficios” (1998) Olga se definía a sí misma como una arquitecta de poemas, como una electora de signos, signos que son abundantes y a los que es difícil renunciar. “La poesía no tiene que ser verdadera pero sí verosímil. No hay que levantar un elefante con una pestaña. Las imágenes tienen que ser fantásticas pero coherentes. La poesía, aunque sea barroca, es una síntesis”, destacaba.

Una imagen recordada, envuelta en la nostalgia, servía a Orozco para crear una obra poética. Fue una escritora minuciosa y detallista que homenajeó al género poético a partir de una escritura pensante pero vívida. A tal punto era su amor por las palabras que no escribía una nueva línea hasta que la oración precedente no fuera aceptada definitivamente. Luego, el poema procedía con fluidez, siguiendo acaso los recuerdos de su memoria. Olga fue, en sí misma, una síntesis poética.

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