Aún me duele en la espalda
el látigo del Señor Colono.
Aún llora mi recuerdo
al ver ardiendo
los sembríos de maíz del pueblo.
¿Cómo dejar el pasado atrás?
si el árbol no se sostiene sin sus raíces.
Si aún me sostengo es porque laten,
vibran,
rugen,
desde el centro de la tierra
que es también mi corazón
en el que residen todas las lenguas,
todos los colores,
todos los linajes,
batiéndose flameantes
al unísono de la danza solar matutina.
Aún se sosiega mi vista
al ver a lo lejos
Las Indias
por primera vez
desde el barco.
Aquella fiesta de ADN
entre los torrentes de mis venas
me conlleva a veces
a un naufragio de marea alta.
Bach, la littérature,
mi caminar peculiar Yoruba,
los rizos colgando de mi cabeza
como lianas del Congo,
comprender el mensaje de las aves,
sembrar la chagra
y tomar la chicha
restablecen mi calma
y aconsejan no abandonar la raíz,
leer en su tejido la guía…
Hubo dolor,
pero gracias a él,
ahora hay esperanza y fortaleza,
canta,
canta digna la vida.