La balada del peregrino: La poesía de Rodolfo Suito

Crédito de foto de portada: Biblioteca Abraham Valdelomar
Festival Internacional de Poesía Poetas en la Arena – 2019

Rodolfo Suito (Lima, 1973) Estudió Negocios Internacionales en Canadá, siempre ligado al mundo empresario, pero jamás dejó de lado la poesía que cultiva desde la edad escolar y motivado por su abuelo materno. Desde hace varios años radica en Ica en donde se ha dado su auge poético, siempre en virtud de la lectura y la práctica. Viviendo bajo la sombra del guerrero (1997), su primer ingreso en el ambiente literario, forma parte de la plaqueta Laberinto Vital (1997)al lado de los poetas Alonso Ibáñez y Aldo Ventura Ferrari, con diseño de carátula de Favrizzio Suito. Posteriormente publicará ¿Heredero del reino? (2017) y Distancias (2018), donde se marca su concepción religiosa y filosófica con respecto a la realidad y la vida. Además, ha sido antalogado en El mar del ángel solo (2018), proyecto organizado por la poeta Andrea Cabel y en diversas antologías de poesía de Ica y Lima. Ha participado en diversos recitales poéticos, destacándose el Festival Internacional Poetas en la Arena que se realiza cada año en la Biblioteca Abraham Valdelomar de la Huacachina (Ica, Perú).  


Hablar de Rodolfo Suito es hablar de la historia humana, de aquel proceso propio de la existencia, del descubrimiento personal. No por una especie de hazaña heroica que enmarca su poesía (y es uno de sus temas recurrentes), sino por la presencia de una poesía peregrina que siente repugnancia de permanecer en un solo lugar. Posiblemente, robándonos una idea de la poesía del haiku, es la belleza del instante la que busca Rodolfo. No se conforma con un algo, sino que va detrás del todo y de la nada. Una especie de filosofía secreta y paradigmática que nada tiene que envidiar a los clásicos del romanticismo.

Porque Rodolfo enmarca bien a ese Capaneo que todos poseemos, a ese personaje que grita, con rabia, contra un Dios que, en ciertas o muchas ocasiones, se presenta como una estatua sin ánimos de esperanza (figura de la cual nuestro poeta se divorcia en su primer poemario). Los brazos crucificados son simples adornos primaverales y Rodolfo los sabe retratar con maestría y sencillez. La posibilidad de debatir entre sus concepciones político – religiosas nos transforman en una especie de interesante dualidad (al ser quien redacta profesor de filosofía y religión). Sin embargo, el lenguaje poético supera toda división y nos entrega a una simpática charla que supera los avatares de la vida y la superficialidad tan característica de esta era donde más vale colocar velas de colores a los ángeles que coger un libro y armar la revolución. Por ello, nos presenta personajes y situaciones propias de lo cotidiano con un lenguaje poético sencillo, claro y elegante.

Por ello, en esta entrega de poesía presentamos a Rodolfo Suito, poeta limeño con corazón iqueño que, de manera personal, debe ser uno de los poetas con lenguaje más universal que conozco. Y aplico dicho término universal desde los confines del ejercicio filosófico. Con ustedes, el peregrino con su balada.


Armagedón

Avísame cuando pasen cabalgando
los altos ejércitos,
para probar gota a gota tu savia
mientras envuelves con tus alas tibias mi muerte.


Humanidad sumisa

Si mis sentidos me ayudaran
no andaría en esta dulce humillación extraña,

el corazón me empuja,
mis pasos descansan
y una voz indescifrable clama susurrante a mis espaldas,

ya viví un otoño lento,
lastimoso
y muchas desolaciones,
mis pies se distrajeron con los charcos e
hicieron crepitar a la hojarasca.

He conocido suficientes montes,
me entretuve en las verdes llanuras

-viviría bajo la sombra del árbol,
porque quiero persuadir a la gran especie-

y he callado oculto en densas sombras
encerrándome en cuevas oscuras

-tapaba con rocas las entradas-

Hoy vivo con la muerte acechándome

-le temí a la muerte-

Disfrutaré la vida
cuando duerma bajo una lápida.


La letanía dolorosa

Ahora
ir a enfrentarme con los muertos,
los mismos muertos,
amigos,
entrañables muertos.
Los saludaré con los brazos,

-un frío recorrerá mi cuerpo-

caminaremos las mismas veredas,
las mismas flores oleremos…
Mientras tanto
camino
a encontrarme
con los muertos, solo, por las veredas,
por los mismos caminos polvorientos,
a encontrarme solo
entre los muertos.


Humedad

Humedad,
humedad y camino y
un cuerpo y
multitudes,

pileta y estanque vacío,

humedad y gentío por jirones,
avenidas,
plazas y
tiendas;

sencillez y soberbia,
dignidad y pobreza.

Humedad para el gentío,
para humedecer la madera y
para completar mi hastío.
Muchedumbre                 soledad,
soledad y tristeza.


(Sin título 2)

Eras una figura solitaria en una peña
con los pies bien asidos
eras diminuta en una inmensidad azul
Ojos de hombres contemplaban absortos
el marco
La peña con el par de clavijas sosteniendo tu cuerpo.
Aleteabas surcando el aire
y te sumergías clavando el pico en esa masa azul transparente que se agitaba
Golpeaba la peña salpicando gotas de sal
Los hombres con miradas absortas
te seguían crueles
Mientras te envolvías en sal y en arena
Tu cuerpo es el monumento legendario
ícono de los hombres presos
que anhelan partir a revolcarse en aguas nuevas
más allá de donde llegaron tu alas
lejos del sol y la ceniza


(Sin título)

La historia que tallas en mis huesos
punzante hincón de buril sobre este mate blando,
ayes caen, se precipitan,
y aparece el sapo lenguaraz
ensuciando mis papeles.
Yo vivo esperando noches (para bebérmelas)
pero vienen siempre negras, sombrías.
Oh, leve exilio lúdico;
me detengo al filo de los cráteres abiertos
abismos,
miro hondo arrebatado por el vértigo,
mi carne se esponja
mientras cantan dulces ecos líbidos.
La canción, buril, que aprietas en mis huesos
crujientes de esta lúdica sombra en el exilio.


José

La espera
se hizo cuchillo en la garganta,
querer tus brazos, extrañar tu voz,
no en algodón ni en roble el pecho

Has ido a formar parte de otras galaxias
que imaginaste
cuando salías a cazar sonidos por la noche,
de esos que se filtraban de las sábanas
para aniquilar todos nuestros sueños.


Sin título

He logrado torpemente argumentar
intentando ser sutil y mordaz
en este hirviente otoño de mierda

Quise descubrir el fuego
que alimentaba a tu cuerpo
la esencia detrás de esa boca de hiedra

He fracasado mil veces
en mi terco intento por destruir
a ese enorme tótem de piedra.


Arte poética

Pensaba que la poesía era romántica, que los poetas, todos, le cantaban al amor. Luego fui descubriendo después de leer un verso amargo, habiéndome curtido el cuero un poco,

habiendo salpicado un cuarto de sangre, después de haber recogido escarcha y piedras, habiendo cultivado espigas y también, alguna vez, rosas desde el aire, y habiéndolas arrojado

luego todas al mar, que poesía eres tú [mentira] poesía somos nosotros, el mar, el dolor de estómago, la rabia, poesía es tu sonrisa que se abre generosa como el vértigo, el ceño fruncido; todo eso y nada de lo que he dicho es poesía.

Hoy he venido seco, sin ninguna intención de salir por un instante del mar, antes del inevitable naufragio, he venido hoy a dejarles esta vieja lágrima.


Sin título

Quería un jardín y sembrarlo de rosas
para que nunca dejaras de jugar conmigo

Construir la casa en el árbol
refrescarnos con la brisa
y sentir que estábamos en el cielo

Te he estado esperando
-dejé de dormir
para guiar el rumbo de todos mis sueños-

He regalado la tierra
antes de que se secara

He regalado la tierra y el árbol
Regalé las rosas y el cielo

Quiero solamente dormir

Ya he regalado la tierra
y no me quedan ganas de jugar en el árbol


En busca de la infelicidad

Hay muchas formas de buscar la infelicidad
podemos, por ejemplo, cerrar los ojos
en el momento en que comienzan a verdear los campos
y decir que las flores que asoman un poco, en este país
son de cartón

Existen otras maneras de ser infelices
como aquella tarde en que te vi pisar una pila de cuadernos
que se escribieron
desde el fondo de un poema de verano,
los destruías,
mientras refundabas, decías, la poesía
desde tu santuario.

Decías que nosotros, siempre nosotros
asesinábamos las palabras
desde nuestra torre de marfil
que no era más que un espacio (confortable)
desde donde aprendimos a observar la belleza.


Sin título

Hoy lejos del árbol del parque a las diez
del sol de la tarde
cuando
iba cayendo sobre el mar de mi patria
que era tu voz

Soy dueño de mis pies
El camino no es mío
no es de nosotros

Ajenos son el mar
el aire
la sonrisa tuya

Cansado de querer ser flor en veredas rotas
que se han ido destruyendo
como tú
como yo en tus ojos

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