Bienvenidos a El sótano del ornitorrinco. Para esta ocasión contamos con la poeta y gestora cultural Carmen del Río Bravo. Avisamos de que en enero del próximo año esta sección de autores contemporáneos españoles publicará la última entrevista para Revista Liberoamérica. Sin más que añadir, pasen y lean, estimados lectores.

CARMEN DEL RÍO BRAVO (Valladolid, 1964). Poeta, narradora y gestora cultural. Autora de No ardo \ me oxido \ me he pasado a combustión lenta (Editorial Baile del Sol, poesía, 2016) y La casa de ellos (Editorial Páramo, narrativa; 2018). Sus poemas y relatos aparecen en distintas revistas culturales (LaFanzine, Revista Groenlandia, Susurros a Pleno Pulmón, El ático de los gatos, etc) y antologías literarias, entre ellas: Poesía y vínculo, Voces del Extremo Bilbao, (Amargord, 2017), Contra, poesía frente a la represión (Coordinadora Antirepresión de Murcia, 2016), She was so bad (Aloha Editorial, 2016), etc.
¿La poesía sirve para algo?
Entre quienes la escribimos y la leemos, como el tiempo, para dar conversación. También sé de buena tinta que es cierta la leyenda urbana de que a alguien que la acompañaba de micrófono y guitarra le dio para pagar un piso, pero básicamente es inutilitaria, si sirve para algo es para cosas que no sirven para mucho, como contar, escuchar, compartir, encontrar(nos), explicar(nos) la vida, los dolores, las alegrías y los miedos… Ah, y alguna vez para “pillar cacho”, como aquella que un chico me pidió permiso para usar como suyo un poema mío para intentar reconquistar a su novia, y le pedí a cambio la historia. Cumplió y me escribió para contarme que, aunque ella no tardó en dejarle definitivamente, el después del poema fue muy apasionado.
¿Qué no es poesía?
Presumo, como casi todo el mundo, de saberlo cuando la tengo delante, pero no sé si sabré explicarlo: textos sin ritmo ni ánima, que ni flotan ni tocan o sólo a lágrima fácil, poesía BBC (o con botijo y río del pueblo del premio) y poppoesía (no confundir con poesía popular).
El momento más vergonzoso de tu vida como artista fue…
Supongo que cualquiera de los dos o seis en los que me he creído artista.
¿Dónde están las musas?
En tener cubiertas las necesidades más básicas, y tiempo libre, y vida – al menos “interior” – suficientemente vivida, y esa semilla de la insatisfacción que puede provocar entre otras cosas la escritura. Y en sentarse con el bolígrafo o al teclado y darse tiempo. También algunas curvas del final de la espalda y su recuerdo, y su deseo, inspiran mucho.
¿Qué libro te hubiera gustado escribir?
Si me lo preguntas a primera hora de un día laboral cualquiera, al menos uno de los de Harry Potter.
La palabra más hermosa del diccionario es…
Sin duda, su nombre. Y el mío en su(s) voz(es). Pero esas no están en el diccionario, como tampoco está mamá como cuando la escuchas por primera vez. Palabra, probablemente. Y (sin) alharacas. Y por su sonido, quizá arrebol, o alfalfa, o arambol, o zarabanda, o zaherir, o tiemblo…
¿Cuál es tu concepto de justicia poética?
Que la gente entendiera(mos) – en la poesía, en todas las artes y en la política y la vida en general – quiénes intentan engañar(nos) contínuamente y rechazara(mos) prestar oídos a sus mentiras – y resultara quizá algo similar a la condena clásica al ostracismo. Que todas las tortillas dieran la vuelta, que el miedo desapareciera, pero justo un ratito, antes, cambiara de bando.
¿Amor o desamor como tema universal poético?
El desamor, aunque sólo sea porque cuando se es(tá) feliz se tiende a la repetición almibarada, y además ¿quién en su sano juicio se perdería un beso – o una caricia, o un polvo – por contar los anteriores? Del amor se escribe casi siempre en pasado o en futuro, o como recuerdo o como deseo.
(He escuchado / leído a múltiples artistas que el desamor da más y mejor producción y además “vende” más, aunque sólo sea porque se conecta más, también se lee y escucha más en fase de lamerse heridas, y además está lo de “dar pena”).
¿Libro impreso o libro electrónico?
Ambos. No entiendo que haya que elegir. Libro impreso en casa, o en el parque. Libro electrónico sobre todo si vives en un país lejano y con otra lengua, y en los transportes – y más si viajas de noche, por la luz incorporada -, y a partir de cierto nivel de dificultades de visión – con él puedo leer sin gafas – y económicas – clásicos gratis sin las alergias a los ácaros del polvo de los de las bibliotecas.
Último libro leído.
Será ser mujer, de Ana Pérez Cañamares (Ediciones 4 de agosto, Logroño, 2019); Bajo la luz, el cepo, de Olalla Castro (Hiperión, 2018); Clavícula, de Marta Sanz (Anagrama, 2018) y La ceguera del lanzador de cuchillos, de Jorge M Molinero (lamentablemente inédito).
¿La literatura da de comer?
A mí me ha dado alguna que otra vez de cenar, y alguna muy bien, como cuando nos invitaron a leer poesía en un restaurante y nos dieron de cenar entre otras cosas estupendas setas y pinchos de lechazo a la brasa. Bromas aparte, hay alguna, muy poca, gente a la que sí le da de comer, sin combinarla con otros oficios u otras artes, entre bolos, colaboraciones en medios de comunicación, premios… aunque ya no se sepa muy bien si eso que da de comer sigue siendo literatura aunque sean sus consecuencias.
¿El arte ha muerto?
Un millón de veces, si se escucha a quienes se ocupan de la crítica o son artistas. Luego tienes la suerte de experimentar el descubrimiento que puede significar un poema, un relato, un cuadro, una escultura, una pieza musical o teatral… y se te pasa la tontería lametón autocompasivo.
Un libro que no recomendarías bajo ninguna circunstancia.
Para no recomendar lo mejor es ni nombrar.
¿La pastilla roja o la azul?
La roja, salvo en algún tiempo de desaparición / desesperación y cuando el dolor físico es muy fuerte. En esos momentos, pastillas azules a puñados.
¿Existe alguna relación entre la política y la poesía?
Ambas tratan a su modo de explicar y mejorar la vida. Y creo que se puede hacer política sin poesía – y sin arte, y sin cualquiera de las otras artes- pero creo que no se puede hacer poesía – ni otras artes – sin política.
¿Protagonista o secundario?
A poder ser, protagonista de la vida propia y secundaria significativa en las de quienes me importan… y con alguna colaboración o aparición especial o de figurante con frase en alguna otra.
Si fueras un personaje de ficción serías…
Querría ser una superheroína de novela gráfica, con un cuerpo muy bien hecho y muy sano, y con superpoderes útiles como ser invisible, volar y teletransportarse a voluntad… y ordenar, tirar y hacer limpieza – también en casa – con un par de movimientos de manos – o de abanico, que es más vistoso. Y en mis mejores sueños Sherezade, portadora de la palabra que tranforma. En algún momento tuve la pretensión de ser algún hombre brillante y torturado – mujeres así no había en mis ficciones de cría, y brillantes sólo Scarlet O´Hara y alguna de la Biblia, pero “salían” poco -, o una de aquellas mujeres que viajaban en las caravanas al oeste sin hombre y muchas veces con criatura y sin nombre. Ser, sería una de esas mujeres (casi) anónimas con problemas y vidas bastante comunes que pueblan de fondo las buenas historias, la vecina a la que se escucha cantar o gritar o gemir por el patio de luces y echa una mano a – o la recibe de – la protagonista.
¿Qué artista debería de ser estudiado obligatoriamente en colegios e institutos?
Alguna artista que no consiguió ningún reconocimiento en vida, cuyo padre y parejas no fueran artistas y que tuviera ciertos problemas de salud física y mental, pero nada vistoso (ni los problemas ni ella).
Una serie recomendable y una película olvidable.
Series: Muchas británicas de policías o investigación, y las novelas de las tardes de mi infancia, en blanco y negro, El conde de Montecristo por ejemplo; arte y vida por capítulos. Película: Digo yo que si era de verdad olvidable la habré olvidado
Un director de cine y un disco de cabecera.
Amé a Bergman y a Costa-Gravas, por ejemplo. Ahora veo muy poco cine. Y ya no amo a quienes dirigen. Tampoco tengo música de cabecera. Podría decir: algo de Ana Belén para cantar “con” ella, o de Nina Simone para intentarlo. O algo de Krahe o Extremoduro o Scorpions para gritarlo mientras limpio un poco.
Tu opinión con respecto al panorama poético actual.
Leo libros actuales buenos y muy buenos, algunos no publicados aún, y montones de poemas sueltos – en redes, en revistas – estupendos. Escucho a gente que los defiende oralmente con bastante o mucha dignidad. Veo algún espectáculo interesante a partir de textos poéticos, y a buenos juglares actuales en formato rimado o en tres minutos. Leo y escucho a algunas personas que incluso hacen crítica y teoría con conocimiento de lo anterior y sentido de lo excluido. Así que no puedo hacer otra cosa que pensar que se hace muy buena poesía –incluso reduciéndome a la escrita y publicada en castellano y / o en España.
(Y luego están las otras cosas, esas de las que también sé porque no soy ciega ni sorda. Pero nadie me obliga a incluirlo en mi concepto de panorama poético. )
¿Alguna manía confesable antes, durante o después del proceso creativo?
Una muy común, por lo que sé: releer algo escrito un montón de veces para decidir si quitar un salto de línea, un espaciador, las mayúsculas, una coma, un adjetivo o un verbo, menos veces sustituir un sustantivo. Que la versión definitiva sea la de un momento antes de entregar. Otras más personales, según creo: no escribir nada si estoy muy mal, o tirarlo si caigo en la tentación de la escritura; y escribir si es en papel casi siempre en los del trabajo, ya usados, por la otra cara.
Si existiera la posibilidad de resucitar a una celebridad por un día para tener una interesante conversación, ¿a quién elegirías?
Se me ocurren Marie Curie, Mileva Maric y Hedy Lamarr (y desear que supieran, y quisieran, además, jugar al mus un rato). O un día y una noche escuchando a Nina Simone contar y cantar. Y contra la mañana quizá me atreviera a pedirle que me enseñara a no destrozar All of me…
Un momento histórico.
El uno de octubre de 1931. 1985. El ocho de marzo de 2018 y 2019.
Un consejo para no tener en cuenta.
Cualquiera. Casi nadie espabila en cabeza ajena, y a nadie le interesa.
Mil gracias, Carmen, por tu tiempo.
SOBRE LA CULPABLE DE ESTA SECCIÓN MINIMALISTA: ANA PATRICIA MOYA
Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba. Postgrado en Community Manager y Social Media, Máster en Textos, Documentación e Intervención Cultural y Máster Europeo en Biblioteconomía; ha trabajado como arqueóloga, documentalista, diseñadora gráfica, etc. Actualmente, trabaja como bibliotecaria y dirige el Proyecto Editorial Groenlandia (con mucha calma). Su obra más reciente es La casa rota (Versátiles Editorial, 2019). Sus textos aparecen en distintas publicaciones de Europa e Hispanoamérica, digitales e impresas, así como en antologías literarias; también ha obtenido algún que otro premio por sus despropósitos lírico-narrativos, siempre como la eterna finalista. Ha sido traducida parcialmente a varios idiomas. Gruñona y misántropa. Últimamente escribe y lee demasiado.