María Paulina Briones (Guayaquil, 1974) es escritora, periodista, docente, gestora cultural, directora de Editorial Cadáver Exquisito (Ecuador), coordinadora de la Asociación de Libreros y Editoriales Independientes de Guayaquil y dirige La Casa Morada, espacio que acoge obras literarias de distintas casas editoriales del país.
María Paulina Briones, conocedores de tu trayectoria, por favor compártenos tu experiencia como editora y tu visión actual de las editoriales independientes en Ecuador. ¿Consideras que las obras publicadas por las editoriales independientes están ocupando un espacio importante en librerías consagradas y en el mercado nacional?
Mi visión actual no es muy alentadora. Me apena decirlo, porque si bien han nacido sellos nuevos, muchos de ellos se anclan en fondos públicos y, aunque esto fomenta la producción que permite el desarrollo de las colecciones, no se podría afirmar que hay un crecimiento en el número de lectores que compran libros en los diversos canales de venta que existen. No podemos perder de vista la difusión de los libros, de los escritores, y el gusto y la importancia de la lectura. Es decir, que no es suficiente que nazca una editorial y que cree sus colecciones, que pueden ser muy logradas —de hecho, hay verdaderas joyas— sino que haya una real demanda del libro de esa editorial. En este sentido hay algo trunco, que no termina de consolidarse en la cadena de la edición o producción de libros. Luego, algunas editoriales nacen, pero mueren, otras publican un libro cada dos años, en fin, hay muchas cosas que podrían entrar en este análisis. Algunos autores ocupan un espacio importante ya. Son singularidades a pesar del esfuerzo que hacen algunos editores para difundir los trabajos de estos autores y en muchos casos por el esfuerzo que ellos mismos hacen. El espacio de las librerías privadas es complejo, pero no está cerrado al diálogo y eso es imprescindible. Por otro lado, las librerías más pequeñas también son complejas. No todas exhiben los libros de editoriales locales.
He sido testigo de los distintos canales de difusión mediante los cuales has apostado para conectar con nuevos lectores, como, por ejemplo, gestionar una librería en tu hogar, organizar ferias de libros en espacios públicos y privados no convencionales; permitiendo a niños, jóvenes y adultos acceder a libros que forman parte del catálogo editorial nacional e internacional, ¿cuán favorable ha sido la respuesta del público en estos sitios?
Pues debo decir que ha sido enormemente satisfactoria, pero siempre el nivel de satisfacción se modifica por mi percepción sobre los otros o de las otras personas que hacen trabajos parecidos a los míos. Puede que a mí me vaya más o menos bien, esto tampoco es un azar completo: son años ya y es también un tema de perseverancia y resistencia. Pero no a todas las personas les va bien en este campo y entonces una no se puede sentir del todo satisfecha. Estamos conectados para bien o para mal y desde mi perspectiva la efectividad se propaga si se refuerzan los círculos de lectura, si se abren los espacios hacia miradas nuevas, en fin. Nadie tiene una aceptación hacia lo que no conoce y yo he observado que muchas personas, niños, adultos, se motivan a partir de una visita a la librería, de hacer un taller, de asistir a una lectura de poesía, de conocer a una escritora o escritor, de hablar sobre lo que no tiene cabida en la cotidianidad; entonces se genera algo muy humano, algo que como sociedad se ha ido perdiendo. Un espacio de intimidad y de confianza. Solo las cosas mínimas terminan creando algo de sentido, pero este es un tiempo para la vertiginosidad en donde se nos dice que lo público y lo macro es más importante. Mi propuesta es mirar hacia dentro, y eso tal vez solo se pueda hacer un poco desde el silencio, desde los diálogos cara a cara, desde la concentración y la distancia del ruido virtual.
Enfocándome en tu sello editorial, tienes autores/as reconocido/as como Maritza Cino Alvear, Lina Meruane, Jorge Martillo Monserrate. ¿Cuál es el tipo de propuesta o línea editorial que buscas para expandir el catálogo de Cadáver Exquisito?
Creo que el mayor acierto de Cadáver ha sido su nombre porque permite una expansión hacia la diversidad. Concebir un proyecto desde el fragmento y la discontinuidad. Por otro lado, nunca dejaré de agradecer a las primeras personas que me dieron su trabajo literario para publicar: Gabriela Alemán, Francisco Santana, Andrea Crespo. También a quienes me apoyaron económicamente como Cristina Santacruz o Silvia Buendía. En una etapa inicial fue fundamental el trabajo de Andrea Fernández y su visión gráfica, y ahora estamos en un nuevo momento, después de 7 años, María Mercedes Salgado les ha dado un giro visual a los libros y lo que vamos a hacer es reeditar algunos de nuestros autores con el nuevo formato Cadáver que es mucho más portátil y de bolsillo, y a darle énfasis a proyectos de mi creación como una antología sur de mujeres escritoras. Yo les digo Insubordinadas, Visionarias; también avanzamos con un gran homenaje a una narradora guayaquileña excepcional como Gilda Holst, con la edición de su obra completa. Y luego, tres libros más que por ahora mantendré en reserva. Abriremos un espacio para el ensayo, también.
Queremos conocer más sobre la poeta. ¿Cómo fueron tus comienzos en la poesía?, ¿te inspiraste de algún/a escritor/a o alguna situación en particular?
No soy una escritora profesional. No publico libros todos los años. Soy muy lenta en parte porque debo sobrevivir y tengo cargas. Seguro otras mujeres tienen muchas más, por eso mi respuesta no es única y definitiva. Si esto no fuera apremiante seguro tendría una producción considerable. Sin embargo, decidí cambiar este año, justamente y a propósito de una gran conversación sobre este tema con María Ortega y Lina Meruane. La intervención ha sido trascendental y como todo esto ocurría con el telón de fondo del paro nacional ha calado de una manera inimaginable. Mis comienzos, si es que acaso una puede vislumbrar totalmente algo, deben haber sido las lecturas. Curiosamente he sido lectora de poesía y de narrativa, pero nunca he hablado con nadie sobre mis lecturas poéticas, salvo con Andrea Crespo. La primera vez que mostré un texto literario se lo envié a Mario Campaña y entre otros el decidió publicar algo en Guaraguao, su revista. A lo mejor él no lo recuerda, pero tuvimos un brevísimo intercambio de correos y me sugería escribir más. Esa fue mi primera retroalimentación sobre la escritura poética. Siempre me he sentido escindida entre la vida práctica, que creo que sobrellevo con alguna habilidad, y lo que algunas personas llaman los saberes inútiles. Y la importancia de la poesía es justamente esa: ser total y radicalmente inútil. Navegar en esa dirección ha sido muy problemático para mí y por eso mi opción de relegar, porque enfrentar es toparme con el abismo. Entonces hay algo que no quiero ver y hay algo que me llama. No hay certezas en este campo, solo hundimiento.
Hoy he tenido la suerte de encontrar a otras poetas, como Maritza Cino, por ejemplo, cuyo diálogo ha colaborado notablemente con lo que será el porvenir. Disfruto enormemente de estilos muy variados de autores clásicos y contemporáneos. Desde Hesíodo y Fray Luis hasta Anne Carson, pasando por Ingrid Yonker, Silvia Plath, Anne Sexton. Lo salvaje de Marosa di Giorgio y el dolor de Alejandra Pizarnik, el compromiso de Aurora Estrada y el verso punzante de Ana María Iza, hasta la audacia de Sonia Manzano. Pero también la trascendentalidad de Luis Cernuda, José Ángel Valente o el mundo lúdico e intenso de Lorca. Son tantos nombres ya los que me pueblan… El silencio de Celan o los versos escondidos en la vestimenta de Dickinson, o el barroco de Arturo Carrera o el lápiz mal afilado de Montalbetti. Olga Orozco, Blanca Varela, Idea Vilarino, Mercedes Roffé. Hace poco empecé a leer un libro de Elena Medel. Es estupenda. Y hace poco también descubrí a varias poetas de la generación del 27 español, pues indiscutiblemente fascinantes. Y leo mucho de lo que se publica en Ecuador, a las y los escritores jóvenes. Hay mucho riesgo y apuesta y novedad.
Cuéntanos sobre tu proceso creativo.
Empieza siempre por un impulso o un sueño. A veces el sueño es mientras manejo. Es decir que estoy despierta, pero parecería que estoy soñando. Pero la escritura no aparece necesariamente en estos momentos sino en la madrugada. Luego, en el día, en el celular, en el bloc de notas tomo apuntes que vuelvo a revisar en la noche, cuando me desvelo. A veces olvido cuándo he escrito, y me doy cuenta de que ha sido en algún período de insomnio. Me gusta trabajar con el sentido de unidad cuando pienso en un proyecto poético nuevo. Uso también un diario, una especie de bitácora de sueños. Entiendo que esto lo hacen muchos escritores. Y por qué no decirlo, porque seguramente no soy la única a la que le pasa. A veces escucho voces. En ocasiones se trata de una sola palabra. También me he sorprendido a mí misma interactuando con nadie. Son pequeños episodios que están relacionados solo con el tema de creación.
A mediados de año se lanzó una segunda edición de Tratado de los Bordes o La cercenación del estero (El Hipopótamo y Bemba Rococó, 2019) poemario que ganó el Premio Nacional Ismael Pérez Pazmiño en el 2016 y fue organizado por Diario El Universo, cuéntanos acerca de este libro.
Tratado de los bordes o La cercenación del estero surgió a partir de un proceso de pérdida punzante y desengaño. Uno personal, pero otro que tiene que ver con descubrir la vida de familiares a través de unas cartas de mi bisabuela que van desde 1922 hasta 1928. Están enviadas desde Guayaquil o hacia Guayaquil y terminan en las Islas Canarias. Cuando cumplí quince años mi abuela me regaló las cartas que sus padres se habían enviado y por alguna razón yo nunca volví a tocar ese paquete hasta que, en alguna de mis últimas mudanzas, aparecieron y con detenimiento fui leyendo y releyendo esos documentos increíblemente preservados y devastadores. Para mí el engaño y el amor eran parte de una misma historia epistolar. Esto ha suscitado criterios tensos en mi familia, sobre todo porque nadie quiere aceptar que mi bisabuela y mi abuela, o para mis tíos, su madre y abuela hubieran sido engañadas del modo en que lo fueron. Esas mismas cartas me llevaron varias veces a Buenos Aires para lograr entender una parte de la historia de mi bisabuelo. Pero cuando estaba allá pensaba y recordé que crecí escuchando de mi abuela que su padre era un gran señor. Siempre hablaba de él. Pero ella también leyó las cartas de su madre. Ella siempre supo del desamor, estoy casi segura. Una noche cenando con dos amigos y mirando las carnes tan espléndidas, empezamos a cortar para comer y uno de ellos dijo que eran muy nobles. Con una suavidad la hoja del cuchillo iba cercenando bocados que parecían perfectos. Otras carnes nobles se iba a llamar el poemario, pero luego cambié el título. Y cuando regresé a Ecuador tuve una experiencia radical en el taller de dramaturgia de Santiago Roldós que se hizo evidente en parte de ese pequeño poemario.
Según tu experiencia como docente: ¿cuáles son las voces femeninas que has recomendado leer a las y los escritores que están iniciando en el campo literario?
Me parece que en este período siempre nombro a María Zambrano. Filosofía y poesía (1939) es un libro trascendental, así como lo es Claros del bosque (1977). También a José Ángel Valente. Y en algunas ocasiones he hablado de dos narradoras, desde mi visión, desafiantes: Silvina Ocampo y Armonía Somers, que en La mujer desnuda (1950) es verdaderamente desconcertante y, por lo tanto, atractiva. Y tal vez he hablado de Jeanette Winterson autora de Escrito en el cuerpo una novela fascinante que empieza con la pregunta ¿Por qué la pérdida es la medida del amor? Debo decir que hay novelas que me han cautivado como La azotea de Fernanda Trías o clásicos contemporáneos como El amante de Marguerite Duras que ocuparán siempre un espacio en mi memoria. Igual ocurre con la literatura de Manuel Puig, Philip Roth, la novela La hondonada de Jumpa Lahiri y varios epistolarios célebres y monumentales. Pero no recomiendo voces femeninas por el hecho de que lo sean. Recomiendo voces propias, inolvidables, hondas, y agitadoras. Y entonces, no importa si son femeninas o no. Lo que trasciende es un profundo sentido de lo humano y el poder y la fuerza de llevarme a otros mundos o de trasladarme emocionalmente, desde el lugar en donde parto para la lectura, hacia un tránsito que causa una conmoción. No ha sido superada la pregunta sobre el origen de la tragedia de Nietzsche, porque la posible respuesta sea igual de tenebrosa y escalofriante. Ser, estar viva, y a partir de ahí más desaciertos como consecuencia de las construcciones sociales, en el caso de las mujeres, han dado como resultado una castración de los cuerpos y también de nuestra imaginación. Hay una lectura a la que vuelvo constantemente y es el Eclesiastés.
Como gestora cultural: ¿qué significa realizar gestión cultural en una ciudad como Guayaquil?
Hay una tradición de trabajo de gestión en la ciudad evidenciada por pequeñas y medianas iniciativas. Pero las lógicas de Guayaquil no permiten crecer, respirar, propagar. Parecería que todo está destinado a desaparecer. Y así como el incendio arrasó con la ciudad tres veces, así arrasa la ciudad con los proyectos artísticos. Yo estoy cansada, pero veo que ya hay otras personas listas o accionando desde sus diferentes posturas en la ciudad. Eso es increíblemente positivo. Hace falta una política cultural desde el Estado en todas sus instancias. Recordemos que los Municipios también forman parte de lo público. Y en ese sentido a gritos se pide un cambio generacional que es fundamental. Es lo que pasa, lo que debe ocurrir. No es un mal síntoma; hay que darle paso a la frescura y la renovación.
Finalmente, nos emociona conocer qué veremos a futuro de María Paulina Briones: ¿cuáles son los proyectos en los que trabajas actualmente?
Acabo de terminar un libro de poemas nuevo y estoy en proceso de uno de cuentos y de un proyecto de largo aliento.