«Temporada de avispas» (Reseña del libro de Elisa Ferrer)

Un avión cancelado y una espera infinita, me permiten terminar de leer la novela que acabo de empezar. Temporada de avispas. Premio Tusquets de novela 2019. Hay muchos detalles que me acercan a la autora, Elisa Ferrer, coincidencias cronológicas, geográficas y, sobre todo, literarias. Es como si la conociera sin conocerla. Como si una parte de mí fuera una parte de ella. Y la identidad, eso que una es o va siendo a lo largo de la vida, es el tema que late en las historias que nos cuenta este libro. La autora de esa obra, la niña que vive dentro de nosotras, es su protagonista: las historias que se cuenta, las que le cuentan, las mentiras que descubre o las que imagina, la adulta que la recuerda y la que la niega, la que pasa de ella y la que intenta escucharla, ella es la que nos va modelando, ella es nuestra arquitecta.

Yo también ando escribiendo sobre la infancia, de modo que la niña sobre la que escribo conversa con la niña que leo en el libro de Elisa Ferrer. Las dos fueron al colegio en los años 80. Las dos fliparon con Batman y con los Goonies. Las dos tuvieron una casa de verano y una pelota Nivea y pánico a las avispas. A veces el azar nos pone en el camino un espejo que nos permite comprobar las diferencias.

Cómo convivimos con la infancia, cómo la llevamos dentro de nosotros, si la dejamos salir o no, es una cuestión crucial en nuestra forma de ser. A veces uno tiene la sensación de que podría regresar a ese tiempo y que las cosas estarían exactamente igual, como si la física cuántica tuviera razón y todo estuviera sucediendo a la vez. A veces pienso que regreso a mi casa estival y me encuentro a la niña que yo era jugando con su muñeca Pupitas en el escalón de la terraza. A veces hablo con ella como si estuviera aquí. Temporada de avispas ha intensificado esa sensación, porque el mundo que relata es ese mundo.

Y también porque las niñas tienden a confundir las personas del verbo. Nuria, la protagonista de Temporada de avispas, habla con ella en segunda persona. Se cuenta a sí misma en segunda persona lo que recuerda la adulta de aquel tiempo. Se lo cuenta para tratar de negociar con el presente, para entenderse mejor o para reinventarse. Se lo cuenta para luchar contra el tiempo. El tiempo que modifica nuestras ideas y nuestros sentimientos. El tiempo y las cajas donde guardamos sus jirones. El tiempo y las mentiras. El tiempo y los secretos. El tiempo y el amor.

La lectora que soy ahora avanza por la trama tejiendo afinidades y divergencias, abrazando a la protagonista cuando llora, angustiándose con ella. Hasta que el tiempo le sorprende pasando la última página, brindando con una copa de vino, convencida de que es una gran novela pues la que era cuando empezó a leer ha cambiado con la lectura. Lo decía Kafka: las buenas novelas son las que consiguen romper el mar helado de nuestro interior. En este caso son avispas, un enjambre de avispas voladoras que atraviesa la gasa de nuestra conciencia con su aguijón certero, con su veneno dulce.

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