En diciembre se eleva el consumo eléctrico a nivel mundial no sólo por el uso de calefactores, sino por el capricho inútil de las series navideñas; factor que agrava el calentamiento global. En diciembre los mexicanos aumentan de entre 3 a 5 kilos, según los datos estadísticos del IMSS que mide constantemente el problema de obesidad en la población. También en esta época se incrementa el endeudamiento y las toneladas de basura generadas. Tras el 24, en el centro del país, empeoró la calidad del aire por la pirotecnia. La situación se repetirá para el primer día del año seguramente y además, los animales salvajes o domésticos, sufren por estas causas. Tenemos accidentes con la quema de comercios por la pólvora, en casas por la sobrecarga de energía, viales por el abuso de alcohol, etcétera.
El cierre del calendario gregoriano se presenta como fenómeno de exceso social y la exhibición de malos hábitos ¿Herencia cultura? Automatizamos las tradiciones ¿Qué pasa si cuestionamos la degeneración de los rituales familiares? El futuro precisa el cambio y la solución depende de nuestra educación. No esperemos la nota mañana de que las condiciones en nuestro país han empeorado; no esperes a que el gobierno te de la educación que tu hoy requiere. La educación institucional (académica o religiosa) no responde a la conciencia espiritual que necesita la libre voluntad para estar en equilibrio con el entorno. El lenguaje es una herramienta comercial y política —ideológica— que se usa para confundir a nuestros sentidos, pero basta la claridad en uno sólo de estos para la supervivencia. Por medio de los sentidos generamos sentimientos, son las terminales nerviosas de nuestra mente. Así los sentidos nos dicen que el estómago lleno hasta el dolor no son el cariño, las luces parpadeantes no son el bienestar, los personajes alusivos no son la tranquilidad. El conjunto es exaltación efímera de una sonrisa que dura igual que una bengala encendida ¿Qué te queda para el primer amanecer del año? La bengala en cenizas, el humo nublando el aire, las botellas de colección, la cartera sin fondos para las necesidades básicas: alimento y salud. Si esa euforia desenfrenada, al límite de la razón, tiene consecuencias desagradables es por el sufrimiento que nos encanta experimentar desde nuestros hábitos capitalistas: gastar sin pensar un mañana (el deslumbramiento primitivo ante las luces y el brillo, como cuando adquiríamos espejitos que los españoles nos ofrecían).
He visto recientemente una galería con fotos prohibidas de la vida en Norcorea: paisaje lejano, desconocido, incomprensible para nosotros los mexicanos, porque la pobreza en nuestro país es clienta de la mendicidad. Quien alce la mano para pedir limosna siempre obtendrá bebida y alimento por lo menos. En Corea del Norte la pobreza llega al grado de hambruna, causa de muerte. Grupos de niños aparecen en los retratos, desproporcionados físicamente por la desnutrición. La población desesperada por alimento, se acerca a las jardineras a comer pasto, la policía los castiga. Los niños trasladan carretas con bolsas de basura a sus casas para buscar entre los deshechos comida. Esta realidad mundial parece inexistente cuando tenemos una mesa llena donde se permanece hasta el hastío.
Si satisfacemos el hambre en términos naturales —comer lo que necesitamos y no hasta inflar el vientre— el fruto, carne, semilla, verdura que no sirvamos, llegará a otra boca. Entre mayor demanda tenga un producto: eleva el costo si es difícil su producción o baja los precios por que la producción se aumenta con varias compañías que lo ofrecen. Pensamos que los efectos de la economía mundial están fuera de nuestra mano, pero indirectamente los manipulamos; como decía alguna vez un locutor en la radio “¿Qué sucederá en el país o el mundo, si dejáramos de consumir en totalidad refresco?”. El horizonte de carencia es invisible desde la ilusión de abundancia que nos presenta diciembre. Dice Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad que el mexicano nace y muere en el éxtasis festivo sin visión del porvenir, sin la exploración de su “ser mexicano” ¿Es el orgullo nacional una tarde de despilfarro? El exceso es una tradición pre-capitalista, pero la evolución en la conciencia social debe educarse hoy con el acceso a noticias mundiales. Los investigadores han trabajado áreas excepcionales desde la modernidad y tenemos acceso a estudios económicos, demográficos y de salud social gracias al internet. Podemos leer sobre los requerimientos alimenticios del cuerpo, comprender enfermedades y trastornos que en otro tiempo no se consideraban. La calidad de vida no debería ser una serie de tratamientos farmacéuticos adquiridos comercialmente, sino un cambio en las dinámicas de relación entre nosotros, con el entorno, también con el alimento. Si nos reconocemos seres privilegiados en la era de la información y comprendemos con esta herramienta nuestro cuerpo y el cuerpo del mundo, podremos tomar control de los rituales en favor de heredar mejoras de vida presentes: haremos tradiciones basadas en la templanza, los mexicanos amanecerán cualquier día del año con aire respirable y podremos ofrecer a los norcoreanos, vida humana más allá del sobrevivir, desde nuestra latitud.
¿AÚLLAS?
Donde desembocan las turbias veredas de granillo – kilómetros más perdidos- el hombre por manada, aúlla a la parpadeante luna entre nubes pasajeras.
Lejos de ahí, en la distante ciudad… Lobos varados en tapicerías floreadas de falsos aromas comen sin saciar los vientres abultados, tragan hasta el sueño venidero mientras en el televisor ven lobos comer, matar, gobernar, conquistar, educar y entretener lobos.
Hastío e ínfima ansiedad les obliga a la cama retirarse, donde liberan sus enormes cuerpo grasos y sus estériles mentes se afligen preguntando por qué la noche es tan silenciosa.
***
Aquellos que dicen “El hombre es el LOBO del hombre”
nada saben de lobos; nada entienden de hombres.