Doblez

Esta mañana descubrí el tinte de un fruto que no habíamos visto antes. Intenté comerle pero al agarrarla mis dedos quedaron impregnados de un color azul intenso, o eso ví. En mi pierna dibujé una hormiga, mientras me preguntaba ¿cómo es que una pepita del tamaño de un animal minúsculo da origen a un adusto y fortalecido ser con millares de ojos? Agarré cinco frutos y los guardé, cinco como los dedos de mi mano, cinco como los dedos de mi pie sobre el que se apoyan mis 55 kilos.  

En la tarde me encontré con Je en el parque lineal de La Mina, un riachuelo que bordea la localidad. Nos citamos cada tanto en este lugar para meditar. Aproveché y le mostré los frutos que había recolectado en la mañana.

—¿Qué podríamos hacer con esto?
—Mira, pintar nuestras ropas con los dibujitos de los viajes. Y le mostré la hormiga que había dibujado en mi pierna. O más bien, la mancha.
—Quizá, ¿no será tóxico?
—¿Qué es tóxico?
—Pues sabes, solo siento que haya algo realmente tóxico y es responder con más preguntas. Es que, nos ahogamos en un arrume de inquietudes inútiles que lo paralizan al ser en un poliedro de férreos existencialismos y entre más espinas tengan nuestras coronas con más orgullo se han lucido.
—Listo, entiendo el punto. Es más sencillo que eso, te lo prometo. Las almas humanas tenemos trajes que asociamos a ciertos valores. Me disponía a hilar una elaborada respuesta sin yo misma estar segura de lo que quería decir.
—No más palabras, querida. Cuando abras tu boca saldrán las consecuencias de tus expresiones.

**
Con la luz de caída decidimos volver a casa. “En el centro no hay silencio”, maúlla el gato. Tomás Tomillo, alias el meditador, a las 6 pm neutraliza su frecuencia: Él desde su fuego, encima del refrigerador aparece, posa lento y ojea chiquito esta trama. Nosotras, tasando risas ribeteadas de estulticia, suela en el suelo, cazuela en el fuego,
cebolla en el aroma, agua con albahaca en la botella de vidrio. ¿Silencio? Solo veo en esta locura lozanía a carcajadas indiscretas, torrentes de bromelias se hunden en el lecho verde radioactivo de los ojos de este felino, absorto en su táctica para trepar a la viga… amar las alturas es su única pose. Bien por usted, señor Tomillo.

Observo la alquimia sucediendo, y absorta en el fuego transformador, solo pienso y siento y disiento. “Ahora sí estoy en revuelo, ¿qué sentido tiene la búsqueda del silencio interno? La tierra no busca su silencio. La tierra anuncia su presencia… se escucha.”

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