De todos modos nadie parece querer rescatarme. Todo el mundo sigue como si nada y yo me ahogo.
Aparentemente no existo.
Es que a la vista de algunos pretendo ser el centro. Ya cada quien tiene sus propios dramas y él mío no parece ser ni ahí, el más grande.
Bueno, solo pido, que si no hay alguien que me contenga, por lo menos no me pidan algo por más tonto que sea, que no tengo fuerza, me estoy ahogando. Si me piden algo y me enojo o no lo hago bien, es porque no tengo más que un viento que me vuela hacia mi cama y me deja tirada ahí por horas. Incluso por días, te diré.
Por momentos logro respirar y floto. No nado, no tengo fuerza, pero floto y ya en algún momento me empezaré a ahogar.
A veces lloro. Eso es buena señal. En los momentos en los que me sentía peor ni siquiera el llanto podía permitirme. El llanto derrumba. A veces uno está tan desarmado que no puede permitirse el derrumbarse, porque desaparecería. No se puede ni describir el dolor que se siente al desaparecerse.
Pero ese tiempo ya pasó. Ahora quiero, quiero el derrumbe. Porque mi derrumbe no va a ser absoluto, solo se va a caer el pedazo de pared vieja y amohosada por la humedad. El resto queda, no me preocupo. Cuando esté semi muerta encontraré la paz. Lo sé porque ya hay algo de paz metida en mi, pero no puedo disfrutarla porque está amordazada por el dramita bobalicón que motiva mis lágrimas.
Triste me pone saber que hay quienes buscan de verdad la muerte. Gente que yo he querido mucho por ejemplo.
No es esa la muerte que yo quiero.
Es la muerte que llega ante la no defensa, es la muerte de lo irreal, la muerte del drama bobeta que me persigue. Se que si un día como hoy, me desespero y nadie acude, y me siento sola con una soledad de esas que cala los huesos, será que de a poco voy encontrando la muerte, porque el caprichito no habrá encontrado a nadie que lo salve, ni lo consuele, ni le regale un chupetín, ni le acaricie el pelo, y comenzará a ahogarse en su propio veneno infantiloide.
¿Viste que a veces es linda la soledad?
Y una cosa importante, que el caprichito sea infantil, no significa que sea menos venenoso. Lo infantil es lo más primitivo que nosotros hemos construido para permitirnos ser.
Hoy estoy bien lejos de la poesía. Solo escribo una carta para que nadie me rescate. De todos modos nadie me iba a rescatar, entonces quizás es este es más que todo un testimonio de mi convalecencia pre mortem.
Nadie quiere ser un convaleciente, pero mis convalecencias pasadas las recuerdo con simpatía, por el perfume que surgió de ellas después que la muerte se consumó.
Cuando uno está muriendo, chilla, llora, no se aguanta, desespera. Imposible y hasta cínico concebir simpática una muerte. Pero lo es, porque quien muere es una niña insoportable y caprichosa. Que quiere que alguien la ayude a toda costa, que quiere que a ella la quieran y al mismo tiempo ella no soporta a nadie.
Leíste bien, no soporta a nadie.
Y a la persona que sí desearía cerca no la tiene, ni la tendrá. Solo a esa persona no siente que no la soporta pero porque la desea.
De todos modos el día que esa persona deje de ajustarse a su ideal de deseo, porque es muy gruñón o quién sabe qué cosas, tampoco a él lo soportará.
Ese es el caprichito que se está muriendo. El amor infantil y bobalicón. El amor cuando yo quiero, porque yo quiero, porque se me antoja.
Y si no me quieren lloro, grito y pataleo. El amor bobito ese, que no sabe nada de amar. No sabe nada de construir, solo sabe de desear.