El estilo literario de Julio Cortázar no necesita presentación: El juego de los límites, la mediación del cuentista, la noción de lo fantástico; todo ello forma parte de un entramado que hace a su prosa única.
Cortázar considera al cuento como una construcción literaria breve y en constante vinculación con lo experiencial. El género opera como un recorte que se caracteriza por su condensación, en contraste con la novela que se presenta como una continuidad. Es esa focalización —Cortázar se refiere a ella como «coágulos»— la que hace que el cuento se aproxime a la poesía. Para él, la narración adquiere un sentido verticalista: «El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente» (Cortázar; 1994).
Otro rasgo esencial en su literatura es la función del cuentista como mediador, o dicho de otra manera: el cuento se hace y su autor se limita a reconocerlo. Se produce algo así como un «exorcismo» del hecho literario. Julio compara al escritor con un fotógrafo que es capaz de escoger una imagen significativa y narrarla.
Pero el sello más distintivo de la prosa cortazariana es posiblemente la construcción de lo fantástico. En una realidad corriente, cotidiana, familiar, aparece un elemento perturbador que genera la alteración del orden del relato. Se produce una simbiosis entre lo fantástico y lo real.
La influencia de Edgar Allan Poe en su estilo es evidente. A modo de ejemplo, pueden reconocerse una serie de similitudes entre «Casa Tomada» y «La caída de la casa Usher» de Poe.
En ambos textos la casa se convierte en un actante de la narración. Las dos obras se construyen en torno al triángulo de personajes que aparecen en la historia, la casa y los dos hermanos que la habitan. El cuento avanza a partir de las interacciones que se producen entre ellos; aunque en el caso del relato de Poe se suma también un narrador testigo. El aislamiento de los hermanos —y la sugerencia, a su vez, de una posible relación incestuosa— como así también la idea de una determinación vinculada al linaje son algunos de los elementos comunes en ambos textos. Mientras en el cuento de Poe prevalece la idea del derrumbamiento de la casa, en el relato de Cortázar subyace la idea de la ocupación (y clausura).
La casa, el principal actante de estas narraciones, es en donde suceden los hechos fantásticos. En ambos se combinan elementos de lo real y lo fantástico volviéndose imperceptibles los límites entre lo uno y lo otro. Hay un rasgo siniestro presente en ambas redacciones, dado por el carácter animado de la casa o dicho de otra manera: Lo siniestro se genera a partir de la actuación animada de lo inanimado.
Los límites entre el espacio exterior y el interior se confunden permanentemente. Según Cortázar: «Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género llamado fantástico que por falta de mejor nombre, se oponen a ese falso realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse». En sus cuentos hay un cierto devenir azaroso de la narración, que puede ir cambiando conforme avanza la historia.
En términos del autor: «El cuentista está frente a su tema, frente a ese embrión que ya es vida, pero que no ha adquirido todavía su forma definitiva». La literatura de Cortázar es, siempre, una normalidad aparente que se rompe.
Referencias:
CORTÁZAR, Julio.
-«Algunos aspectos del cuento». Obra crítica/2. Madrid: Alfaguara, 1994, 365-385.
-«Casa tomada». En: Bestiario – 11a. Ed – Buenos Aires : Sudamericana, 1970.