Cuando se censuran libros infanto-juveniles

Quien se imagina que la LIJ es una literatura esencialmente “inocente” cae en el mismo error de quien considera que se debe prohibir ciertas lecturas.El error es el siguiente: en ambas posturas se desprecia la capacidad de elección y el criterio del joven lector.

En Bolivia, en particular, no hubo incidentes de censura ni de prohibición de títulos relacionados a la literatura infanto-juvenil, en parte porque esta es muy incipiente, y en parte porque no se reconoce ningún peligro en la palabra escrita.

Sí hubo, en tiempos de dictadura, momentos cuasi divertidos donde se prohibieron libros que nada tenían que ver con propaganda política: como “Qué es el cubismo” (libro referido al movimiento artístico) o “Los Helenos” (libro referido a la historia de la antigua Grecia). La censura, cuando se ejerció, fue mediante la persecución de algunos autores, que debieron exilarse, situación común en toda América Latina bajo el Plan Cóndor.

El caso argentino

En Argentina, sin embargo, la censura se manifestó de maneras mucho más insidiosas: no solamente se prohibieron obras, autores y editoriales; sino que se intervinieron textos de educación escolar, se quemaron toneladas de libros y se creó una rama especial del gobierno dedicada a afianzar el trabajo de los censores. Intelectuales aliados con generales cortaron, tacharon, borraron y prohibieron a su gusto discursos, relatos, cuentos y poemas.

En el libro “Libros que muerden. Literatura infantil y juvenil censurada durante la última dictadura cívico militar 1976-1983” de Gabriela Pesclevi, se analiza esta historia de manera sistemática. No solamente se hace un recorrido por los diversos textos y autores prohibidos (siendo un caso emblemático el de “Un elefante ocupa mucho espacio” cuento de Elsa Bornemann que incitaba a la huelga, según los censores), sino por las distintas formas en las que se ejerció un control exhaustivo de los textos que se producían.

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Es así que se llegó a la prohibición de títulos y autores por decreto o prohibición pública en boletines oficiales, municipales y medios informativos. También se ejerció censura por “tijeretazo” cuando se cambiaron los textos –palabras o párrafos- por otros más convenientes. Y el modo más sutil de censura fue el de la persecución “no oficial”, mediante memorándums o papeles sin membrete, que esparcieron temor entre los autores y por consiguiente, autocensura.

Los censores, de alguna manera, leyeron los cuentos infantiles desde su posibilidad más abierta: un texto puede cambiar tu forma de ser, de pensar o de sentir respecto a lo que lees. Un texto puede hablar de sexualidad, de sentimientos, de indignación ante las injusticias. Una obra literaria dialoga con el lector, propone, juega y cambia a quien lo lee. La buena literatura no se mantiene estática.

Las amenazas llegaron a imponer una “forma de pensar y ser argentino” que llevaron incluso a pedir que esta censura se ejerciera también desde la casa. El 16 de diciembre de 1976, en la revista Gente, nos dice Pesclevi, se publicó una carta abierta a los padres argentinos, con palabras muy fuertes:

“Interésese por los libros que los profesores o los sacerdotes les recomiendan a su hijo. […] No mire con indiferencia otras actividades que se prestan a desviaciones: los campamentos, los encuentros de convivencias, los retiros espirituales, las visitas a villas miseria. […]

Un día, cuando su hijo empieza a discutir con usted, cuestiona sus puntos de vista, habla de ‘brecha generacional’, afirma que todo lo que aprende en la escuela es bueno y todo lo que aprende en la casa es malo o está equivocado, ya es demasiado tarde. Su hijo está hipnotizado por el enemigo. Su mente es de otro. De allí a la tragedia hay un corto y rápido paso. Si eso ocurre y un día usted tiene que ir a la morgue a reconocer el cadáver de su hijo o de su hija, no puede culpar al destino o a la fatalidad. Porque usted pudo haberlo evitado”.

Con 30 mil desaparecidos y muchísimos exiliados, el caso argentino representa en la realidad lo que libros de ficción mostraron de manera ejemplar. “Farenheit 451” de Ray Bradbury o “El nombre de la rosa” de Umberto Eco nos alertan de los peligros de la censura, de esa necesidad de controlar lo que los otros piensan, sienten o escriben, y también, de las posibles consecuencias de vivir dentro de un discurso único, hegemónico, que cuestione y prohíba la diversidad de pensamiento.

Los Estados Unidos y la censura actual

¿Existe censura en la actualidad? Según el Fondo de Defensa Legal para el Cómic y el Libro, (CBLDF por sus siglas en inglés), la censura sigue existiendo.

Existe cuando los padres de familia “preocupados” por los contenidos de cierta literatura infantil, solicitan de maneras más o menos oficiales que se retiren libros de las estanterías o de las bibliotecas escolares. Existe cuando se enjuicia a autores por contenidos publicados, cuando se les prohíbe publicar o cuando se realizan campañas en las redes para prohibir determinados títulos.

Los libros que más se censuran en Estados Unidos tienen que ver con temas de género, sexualidad y representación LQGBT, raza y violencia. Títulos como “El diario completamente verídico de un indio a tiempo parcial” de Sherman Alexie; “Drama” de Raina Telgemeier; “El odio que das” de Angie Thomas y “Matar a un ruiseñor” de Harper Lee son excelentes ejemplos. Todos son parte de la lista de libros más prohibidos del año 2013.

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Al respecto, Neil Gaiman, gran autor de literatura infanto-juvenil, de cómics y también de literatura para adultos, nos plantea la mejor defensa:

“Las personas que quieren protegerte de todo, por tu bien, en realidad quieren pensar por ti. Para tener una opinión al respecto de un libro hay que leerlo, y ése acto de leer te cambiará, es un proceso”.

El CBDLF celebra a aquellos creadores y activistas alrededor del mundo que continúan produciendo material que no solamente señala injusticias sociales, sino que también permite a los individuos inmiscuirse en actos de pensamiento crítico acerca del mundo que los rodea, abriendo discusiones que exponen lo ridículo y demuestran y propagan explícitamente la necesitad de la libertad de expresión.


Conclusiones

Precisamente, la celebración del Fondo Legal para la Defensa del Libro y del Cómic da en el clavo: la literatura debe entenderse como una propuesta que gradualmente nos lleve hacia el pensamiento crítico y el criterio propio. Por supuesto, existen diferencias entre libros para primeros lectores y aquellos que son para lectores maduros. Ese proceso de maduración puede ser guiado, conversado y discutido, todas opciones válidas y opuestas al mero acto de censura, que limita y reduce la capacidad de desarrollar el propio instinto lector.

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