Adriana Araujo Torres (Maracaibo, 1985) es la creadora de la suscripción literaria y blog Prosa Ojerosa. Hermana menor, inmigrante, sonriente y entusiasta de las letras, escribe por vocación con retraso, y también es bloggera post-mortem, con varios libros no escritos aún dentro de sí misma. Vive en Barcelona desde 2010, lo cual parece indicar que es de relaciones largas.
Prosa Ojerosa es una suscripción literaria para alimentar la calma, para que leas más y mejor. Es un servicio de envío a domicilio de una experiencia de lectura buscando aliviar la soledad y otros males que nos acechan.
La de Prosa Ojerosa es una suscripción literaria que apuesta por lo que aporta en vez de por el mero relleno: nos envías a la puerta una novedad literaria de una editorial independiente, y, no contenta con esto, eliges libros e historias que nos animen a “curar el mundo de los males que lo acechan”. ¿Cuándo y cómo te nace la idea de dar forma a Prosa Ojerosa? Háblanos del proceso, del camino.
Para conocer la historia de Prosa Ojerosa, hace falta mencionar primero que surge de una necesidad mía de auto-exploración, de superar miedos y negativas que me daba a mí misma. Ahora entiendo que estas negativas nos las damos muchas emprendedoras y emprendedores, antes de siquiera empezar en sí, de tener una idea de negocio; se trata de batallas mentales.
También parte de un llamado que me hizo la escritura, así lo siento yo; dado que no fue algo buscado, al principio escribía para mí, hasta que apareció la necesidad de crear este servicio. Nace de ahí, de esa necesidad de crear un servicio desde el amor por la correspondencia de toda la vida, con el objetivo de hacernos sentir menos solas. Para nadie es un secreto que, en este mundo hiper conectado, nos desmoronamos uno al lado del otro, cada uno viendo su pantalla del móvil. Por tanto era importante para mí sacarnos de lo online, volver a los olores dentro de un paquete personalizado, a los detalles, a la compañía que puede hacer una carta; crear así una experiencia de disfrute lento.
En cuanto al cuándo, fue alrededor de estas mismas fechas, el año pasado, cuando estaba ideándolo todo, poniéndolo en papel, dándole forma. En un principio se trataba de un proyecto sin nombre, como todos, y yo me negaba a incluir algo de mí en dicho nombre; esto es muy representativo de la mujer que no quiere ser protagonista. Pero al final, un poco por insistencia de mi pareja, y también por voto popular, tenemos Prosa Ojerosa; que además, reivindica el mal llamado “defecto” con que tenemos que aprender a vivir muchas de nosotras, siendo parte de nuestra cara.
Si me preguntas por el camino, no es fácil. Está lleno de muchos momentos bonitos, gratificantes, de mucho auto-descubrimiento; pero también de muchas horas que no son recompensadas, no de forma económica, y tampoco son visibles para nadie. Las llevo a cabo por simple empeño, por estas ganas de no rendirme en la búsqueda de nuevas maneras de ser feliz.
En un momento histórico en que el feminismo está en boca de todos como nunca antes, e iniciativas que impulsan a diversificar nuestras estanterías, como la propuesta #leoautoras, no pasan desapercibidas, tú decides nuevamente apostar por las mujeres que, en definitiva, toman la palabra. ¿Por qué es tan importante leer a autoras, qué hace tan necesario, a tus ojos, ir más allá de la premisa de la universalidad de la narrativa masculina?
La respuesta más impulsiva sería por mero restablecimiento de equilibrios. Si creemos en algo, y yo lo hago, y además consultamos algún estudio sobre el papel de las mujeres en el mundo literario, nos percatamos de que existe esa parcialidad de la industria editorial hacia el género masculino. Entonces ¿por qué no empezar por mí? ¿Por qué esperar a que otros sean justos, cuando yo puedo, en cierta medida, dar esta visibilidad a las autoras?
Dicho esto, como momento, es uno sumamente emocionante precisamente porque quedan tantas historias sin contar desde nuestro matiz; es también, en cierta manera, triste, pero prefiero enfocarme en lo positivo. Porque ese matiz sólo lo puede contar una escritora, y sé así que quedan dentro de nosotras muchas cosas por decir, lo que se traduce innegablemente en un maravilloso momento para leer y para estar “del otro lado”, atentos. Como momento, me parece bellísimo.
Tenemos mucho embotellado, está casi al punto de ebullición, y eso da para que estemos ahí, a la espera, con expectativas de lectura.
Para quien decide elegir la temática en torno a la que gira el libro recibido, algunas de las propuestas que le lanzas son libros sobre la soledad, el machismo, o el racismo, entre otras. Así, a la seguidora de Prosa Ojerosa le queda claro que el mundo no se cura solo; que cuidarse es cuidarlo y, por ende, cuidarnos también, a nosotras mismas y las unas a las otras. ¿Cómo se vinculan la lectura y los cuidados?
Los cinco males que desde Prosa Ojerosa intento aliviar mediante la literatura son el auto-concepto ruin, el machismo, el racismo, el “million waste”, y la soledad. Estos males son en apariencia tan amplios y tan apabullantes que, quizás, una sola persona no se sienta lo suficientemente fuerte, lo suficientemente grande como para atacarlos de manera individual.
La palabra clave para mí, lo que está detrás de todo esto, la que yo propongo que ejercitemos es la empatía. No podemos protegernos de males de los que no somos del todo conscientes; es por ello que se hace cada vez más necesario, como digo yo, dejar de mirarnos el ombligo. Dejar nuestros propios ombligos a un lado para conocer historias ajenas. En el momento en que nosotros damos cabida, en nuestro mundo interior, a otras personas, otros espacios, otras historias vitales; desde muchas otras latitudes, dueños de otras formas de pensar distintas… siempre se abre la oportunidad de entender otro punto de vista, y así, de sensibilizarnos ante el malestar del otro, ante la situación ajena, en lo referente a cuidar de los otros.
Pero también necesitamos entender nuestros propios constructos sociales, de la cultura en que nosotros mismos participamos, y entender por qué es importante, quizás, liberarnos de ellos. Ser compasivas, pacientes con nosotras mismas, mientras derrumbamos dichos constructos sociales; ahí es donde entra el cuidado propio. Por ejemplo, ser compasiva tiene mucho que ver con la gordofobia y con el cuerpo; las que estamos más expuestas al feminismo desde hace tiempo nos sabemos la teoría, y a la vez nos machacamos por sentir lo que “no debemos sentir” respecto a nuestros propios cuerpos. Nos machacamos doblemente por no haber llegado a cierto punto todavía. Ahí necesitamos la compasión con nosotras mismas, la paciencia mientras derrumbamos todo esto, que no es de un día a otro.
A propósito de los cuidados, desde los feminismos se tiene mucho que decir; sabemos todos y todas quiénes han sido tradicionalmente cuidadoras, y así ¿cómo reivindicar los cuidados como algo imprescindible y enriquecedor, si tenemos en cuenta que, por muy necesarios que sean, estamos lejos todavía de vivir en un mundo en que se repartan equitativamente?
Además de pensar en quiénes han sido tradicionalmente las cuidadoras, como apuntabas, y en que llevamos las de perder mientras más desigualdad exista en los ámbitos laborales, mientras más amparados estén los roles de género, de forma que cuantas más injusticias haya, más se reflejará en el poco tiempo que tendremos para dedicarnos a cuidarnos; veo además un peligro adicional en torno a los cuidados, y no sé si lo hemos identificado lo suficiente.
Se trata de la confusión que nos lleva a afirmar que todo cuidado es el cuidado físico; es algo contraproducente e incluso enfermizo, puesto que nos hace centrarnos en todo lo contrario a nosotras mismas, es decir, “de cara a la galería”. Es una tergiversación total del propio cuidado.
Porque no se conoce el cuidado propio más allá de la higiene, las cremas anti-arrugas, el gimnasio, el spa; no entra dentro de nuestra educación saber cuidarnos interiormente, cultivarnos, expresar emociones. Y es que ir a terapia se considera algo que llevar en secreto. Y viene en el “manual de adultos” no tener tiempo siquiera para leer. Así que necesitamos tener esto en el punto de mira.
Volviendo a los libros ¿qué puedes contarnos acerca de dicha conexión entre la palabra escrita y el acto tan físico, tan tangible, de cuidar? ¿Hay acaso historias que nos conecten, no sólo con nosotras mismas, sino también y sobre todo con nuestro entorno de tal modo que podamos cuidar mejor?
Leer, para mí, se traduce siempre en “expansión”. Así, regalarte el espacio para hacerlo es priorizar tu crecimiento personal, y ¿qué mejor cuidado que esto? No hace falta que se trate de un libro de auto-ayuda, quizá sea esa la opción más obvia, pero no es necesario; sólo leyendo con intención un poema, o una novela, y conectando con el conflicto del personaje, o aprendiendo del contexto histórico que narra, puedes sacar una participación afectiva. Puedes compartir, interpretar, de forma que esa experiencia ya te deja un poco mejor que ayer.
Ahí está el cuidado. En ejercitar esa palabra que te decía antes, la empatía, que implica cuidarnos a nosotros y cuidar a los otros.
Y es que, viviendo completamente absortos en las redes sociales e Internet, necesitamos ser conscientes de que hay cuidados en concedernos el tiempo de lectura, que no es algo más que tachar de la lista de cosas por hacer.
A raíz de iniciativas hermanas de #leoautoras, en Internet y fuera de este, han aflorado críticas necesarias a lo excluyente que puede tornarse el feminismo cuando no lo vertebra, lo atraviesa el antirracismo; leer a más mujeres no siempre quiere decir leer a más mujeres racializadas, migrantes. ¿Qué puede aportar Prosa Ojerosa a un panorama que excluye por blanco y eurocéntrico? ¿Qué tienen que ver los cuidados con una nueva genealogía de autoras que no aspiren a generar nuevos cánones exclusivos, sino a escribirnos y leernos desde los márgenes?
Yo concibo el racismo como uno de los temas centrales en Prosa Ojerosa, primero, desde una experiencia en carne propia, como lo es migrar, desde mi perspectiva como mujer latinoamericana viviendo en Europa, y habiendo vivido en los Estados Unidos durante un año. Me gusta pensar, y trabajo mucho para sembrar semillas de estos pensamientos en personas que puedan ser más privilegiadas; no porque yo haya tenido una vida sin privilegios, sino porque todo va en función de con quién te estás midiendo.
Nos toca ser sensibles para enmendar tanta arbitrariedad, denunciando las injusticias cuando está en nuestras manos hacerlo. Esto lo ataco más en el contenido del blog que en la suscripción en sí, porque escribo siempre alrededor de estos conceptos invisibles. Y es que estoy segura de que si fuéramos más conscientes de ellos, temiéndoles tanto como les tememos al azúcar y al pan, demonizándolos tanto como a estos, podríamos construir una percepción más acertada de lo que verdaderamente cura el dolor humano.
No se trata de sentarnos a flagelarnos delante del noticiero, del telediario, sino de esforzarnos por escuchar, o leer en este caso, a quien viene de otro camino, de quien tenemos tanto que aprender. Siempre, así, desde una perspectiva que intento que sea mucho más amplia, trayendo esta parte de mi vida, trato estos temas desde el blog.
Biografía de Sol Camarena Medina:
Sol Camarena Medina (Valencia, 1997) es una joven poeta y escritora que también se define como feminista, lesbiana, y loca (pero de las de verdad).
Ha auto-editado dos poemarios, pétalos y espinas y ya lo escribieron ellas.
Algunos de sus poemas forman parte de la antología Hay tantas formas de llover: Cuatro poetas valencianas, editada por FEA Feminista. Un poema suyo forma parte de la antología 52 semanas: un año de poesía, publicada por entropía ediciones. Otros de sus poemas han sido publicados por plataformas y revistas literarias como Ariadna Revista Cultural, Díscola Ediciones, El Periódico de las Señoras, Madness Muse Press, Sprout Club Journal, Pulp Poets Press, Moonchild Magazine y Yes Poetry.
Ha escrito sobre salud mental en primera persona para la revista virtual Mente Sana, en su sección Diario de una loca.
A día de hoy, coordina la plataforma virtual para mujeres artistas contemporáneas artebruja y es co-editora de la revista feminista virtual La Gorgona. Es asidua en encuentros poéticos y culturales como Versonalidad, Voces de Barrio, Versillos a la Mar, Versat i Fet y Mercado de Autoras.