Inmortales medusas: Poesía mexicana contemporánea

Foto de portada: Web Playas México

¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
sino esta llave ilesa de agonía,
estas pocas palabras con que el día,
dejó cenizas de su sombra fiera?
José Emilio Pacheco

Curaduría: Fernando Salazar & Emilio Paz

Introducción: Emilio Paz

Generalmente coloco una imagen destacada referente a la cultura del país de la muestra. Sin embargo, al leer el poema Las flores del mar de José Emilio Pacheco me quedé enganchado a un verso que mencionaba que las medusas no son celestiales ni terrestres. Entonces recordé que la poesía, muchas veces, no parece extraída de este mundo. El poeta, el artesano de la palabra, es de este mundo. Es un ser mortal que roza la trascendencia gracias a su obra. Podremos juzgar, solamente, su impacto una vez muerto. Sin embargo, la poesía trasciende. Incluso, podríamos decir que la poesía está desde siempre, junto a la generación del tiempo y del espacio, como poética de la vida. Hasta los teólogos más afanosos podrían decir que Dios, al expresar sus primeras creaciones, deja que el Verbo, el logos, se pronuncie poéticamente pues al final, la poiesis, es un hacer, un crear, un formar. ¿Cuál es la naturaleza de la poesía? Posiblemente sea una densa pregunta sin respuesta fija, pero podemos analizar y leer a los poetas. Estos son humanos, terrenos y mortales. Pero como bien dijimos antes, rozan con la inmortalidad.

Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Amado Nervo, Xavier Villaurrutia, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Rubén Bonifaz Nuño, Carmen Boullosa, Sor Juana Inés de la Cruz, Efraín Huerta, José Gorostiza, Pita Amor, Eduardo Lizalde, Enriqueta Ochoa, Dolores Castro, entre otros; son poetas que rozan con esta inmortalidad que mencionamos. Algunos hemos leído a estos autores desde épocas escolares, saboreando sus escritos, ensayos, prosas. Por eso, considerar a la tradición literaria mexicana dentro del canon americano es una exigencia cultural y antropológica. Su impacto en la literatura universal tiene sus galones y no existe necesidad de argumentar. Por eso, contentar al pueblo con respecto algún u otro autor es innecesario, todos aportan algo. La tradición lírica mexicana es amplia. La cultura, las regiones, las influencias, las temáticas. Todo va en torno a una razón que no sucumbe ante una sola línea, sino que produce una red extensa de tradiciones y vanguardias. Desde poesía religiosa hasta poesía vanguardista, desde versos clásicos hasta los gustos de nuevas figuras. La poesía mexicana se abre paso sin descuidar su génesis y entorno.

Figuras que rozan las sutiles formas del campo, del amor, de los amantes embelesados, de la luna, del ave que vuela, del colibrí inmortal, de los mares sin forma, de los cementerios perdidos, de los hombres, de las mujeres, de los silencios, de las muertes, de las injusticias, de las traiciones, de las desapariciones, de los dolores, de la fe, etc. Todo se transforma en una fuente de poesía que se amasa sobre la hoja en blanco para ser descrita por las palabras del vate que lo interpreta para sí, por sí, para los demás, en los demás. Porque la poesía, posiblemente, como hemos dicho antes está desde el génesis de la creación.

Por eso presentamos una muestra de poesía mexicana contemporánea que es una mixtura de temas, gozos, dolores y atracciones estéticas.


Daniel Pérez Segura (Ciudad de México, 1993) Estudia Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL UNAM. Obtuvo el segundo premio del XIV Concorso Internazionale di Poesia e Teatro «Castello di Duino» y del Concurso 49 de Punto de Partida en la categoría de poesía.

Despedidas

Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Federico Garcia Lorca

Varias veces
me despedí
agitando la mano
desde el andén
para desearte
buen viaje, amor,

pero decir
hasta pronto
se ha vuelto
un doloroso ritual

porque
algunas palabras
tienen filo, cortan,

además,
cuando te vas,
dejas diciembre
recién nacido
a la deriva

y sé bien que
cuanto más
te acerques a tu casa
más lejos estaré
yo de la mía

 

Skingirl

Ella cruza la acera mientras tararea
una vieja canción El viento sopla
Yo la miro e imagino que escapó
de una fotografía sepia tomada
en algún pub de Manchester o Londres
durante mil novecientos setenta y algo

No debería sorprendernos ya lo sabíamos
los skinheads desprecian todo tipo de normas
incluidas desde luego las espacio-temporales

En soledad I

Secreta lengua
para charlar conmigo
es el silencio.

 

En soledad II

Vagamos juntos
por toda la ciudad
mi sombra y yo

En soledad III

Si yo pudiera
huiría como el pájaro
lejos de mí.


Carlos Sánchez Ramírez (Ciudad de México, 1998) Estudia Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ha sido becario, un par de ocasiones, en el Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana en el área de poesía. Forma parte del grupo de edición de la Revista Literaria Taller Igitur y del grupo de gestión de los proyectos «Crítica y Pensamiento en México», “Diótima. Encuentro nacional de poesía”. Textos suyos aparecen en diversas revistas digitales e impresas.

Gallina

a Antonio Deltoro

Ángel mezquino, no vuelas
porque un dios así trazó el destino.
Ángel caído, tendrás que ver
a tus hijos despojados
del caluroso cuidado de tu ala;
los verás un día como platillo
de una comida cualquiera.
Escucharás triste el canto de tu esposo,
cuando estés desplumada
a mitad de un sufrido caldo,
y no escaparás de este inhumano destino
trazado por un animal
que finge ser dios.

Cachorros

a Francisco Brines

Este poema tiene una mordida en el fondo.

Es de noche, es la soledad
a todas horas.

El perro a mitad de la desazón del mundo
tiene por espacio y tiempo a la calle sola;
su mirada es la voz
que anuncia siempre
el pasado mejor: un hogar, la luz constante;

es el perro que tiene por cobijas
las estrellas ausentes
de esta incierta noche.


Violeta Orozco (Ciudad de México, 1989). Poeta bilingue, traductora y ensayista. Actualmente realiza el doctorado en Letras Hispánicas en Rutgers University en New Jersey, donde investiga poesía y performance feministas de chicanas y mexicanas y traduce poetas norteamericanas. Estudió Filosofía y Letras Inglesas en la UNAM y es también Maestra en Lengua y Literatura Hispánicas por Ohio University. Es ganadora del Premio Nacional Universitario de Poesía José Emilio Pacheco 2014 y ha publicado en revistas como Punto de Partida, La Palabra y el Hombre y en antologías de poesía de E.E.U.U. Junto con la reconocida periodista peruana Claudia Cisneros ha organizado múltiples encuentros de poesía multilingüe, feminista y activista en donde ha reunido a poetas de latitudes tan diversas como Estados Unidos, República Dominicana, Puerto Rico, Costa Rica, Arabia Saudita, Perú y Argentina. Junto con Claudia Cisneros también fundó en 2017 el colectivo feminista “Speak up Women” que tiene el objetivo de visibilizar la violencia de género a través del arte y la poesía.

En un jardín japonés

Tal vez la paz sea un jardín lleno de luces,
una pared tiernamente aturdida por la hiedra.
Porque hay tanta suavidad en lo que calla
hay tanta solidez en lo que tiembla.
Crece a mi alrededor el estruendo de la hoja
cayendo contra el muro contra el tiempo
desnudando los espejos a la luz que la recibe.
Un garabato blanco se escribe sobre el aire
y una mariposa desteje su camino.
La paz es una pausa entre dos alaridos,
una eternidad entre dos bordes
o tal vez la paz sea un jardín
donde reposan los pájaros sin sombra
las fuentes agostadas las buganvilias viejas
que dejan caer el color hasta el fondo del estanque
transparentándolo
hasta aniquilar el tiempo
que las crea y las deshace.

Flecha envenenada

El veneno de los sapos
Más relucientes del Amazonas
No siempre se contagia
A través de la piel.
A veces basta una mirada
Llena de desprecio
Para tirar un avión
De Brasil a Nueva York
con más de quinientos pasajeros
En un segundo

No se trata de los ojos
El veneno se pasa
Como el gusano del cisticerco
Del estómago al cerebro
La flecha
Devora millas
Abre camino entre orquídeas y bromelias
Y hasta los jabalíes,
los reyes gordos de la selva,
Levantan polvaredas
Tan pronto adivinan
El olor del veneno rojiazul
Esconden a sus hijos
Debajo de las hojas
Del árbol más alto del planeta.

Y yo me revuelvo en mi cama
Tratando de esquivar la flecha
El salto de la rana
Por encima del estanque
Devorando millas
Paralizando insectos en su vuelo
Desviando la trayectoria
De lianas y enredaderas
Para que no me toque
La palabra enferma
Y su ponzoña pegajosa
Que me acecha como una araña fluorescente
Para emboscarme
Tan pronto me adormezca.


Maximiliano Cid del Prado (Ciudad de México, 1994) Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas (UNAM). En 2016 fue becario del Festival Cultural Interfaz Issste-Cultura. En el 2016 y 2017 coordinó el Seminario de Creación Literaria “Roque Dalton” en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus poemas y ensayos han sido publicados en revistas electrónicas e impresas como Opción; Letralia; Blanco Móvil; Punto en Línea; Buenos Aires Poetry, en periódicos como La Crónica, en antologías nacionales y extranjeras como la realizada por el concurso “Castello Di Duino” en Italia. En junio del 2019 fue ganador internacional de la IX edición de los Premios Deza de Poesía en Toledo, España. Actualmente es director de la Congregación Literaria de la Ciudad de México, editor de Revista Literaria Taller Ígitur, gestor de Crítica y Pensamiento en México, del Encuentro Nacional de Poesía: Diótima Versar Poéticas y miembro del PEN Club México.

Ámsterdam

Es mi primera vez en el país del aire.
Ciudad que intuyo desde la ventana
por donde los cristales crecen hasta formar el cielo.
Una ciudad donde todo son canales
y viento que arrastra la ropa y tira a los ciclistas antes de avanzar.
El aire es tan delgado que cada palabra puede consumirse
como una vela de un viejo navío.
Hay algo sembrado en los adoquines de esas calles
semejante a la oscuridad del mar,
salado como el sudor de los escaparates
donde las prostitutas bailan en un fondo carmesí.
El viento tira debajo de mis pies
y de pronto tengo miedo que encima de la ciudad haya otro abismo
por donde el humo de las cafeterías camina en líneas circulares,
semejante a los molinos de los campos,
los mástiles del mar
o a los tulipanes que tiemblan en el viento.

 

Quijada del ángel

Sumerjo en cada ser, rincón o vuelo triste, mis manos de sótano remoto
donde la luz se pudre en esta hueca humedad de musgo negro.

Me asomo al fondo para ver la noche mirarse entre mis ojos como un fantasma que vigila la piel de los espejos
y observo un par de apóstoles curtiendo el cuero de la eternidad como un pez resbaladizo.

Veo nacer a los ángeles que guardan la mandíbula de un muerto entre las manos de las solapas de los dos profetas
y como el ámbar que ve su voz endurecerse, la amalgaman a mi boca con cristales de topacio
hasta que cobra vida como un pequeño dios celeste.

Entonces comencé a cantar con mis ojos de lagarto estas coplas que ladran a la majestad lunar,
como los vagabundos azules cargados de magnolias que escriben versos para un imperio coagulado de tristeza.

¿Qué este amor que cubre todo y amorata los nombres de las cosas como una granada que se abre
contra un muro y desparrama
su quebranto hasta la podredumbre?

¿Esta fuerza que carcome los rostros como una mariposa que eclosiona hacia la muerte,
aérea pero muerte,
como toda belleza que cifra su derrumbe en su propia vanidad sin tregua?

¿Que esta alondra de aire o funeral de invierno donde esculpen sus lenguas mis antepasados
debajo de los sueños de una vieja estopa de pétalos caídos como ancianos apóstatas de un tiempo mineral
que cifran la belleza con su paladar podrido de maliciosos bebedores?

Pero es mentira, vino de amatista, extraviado corazón.
Este bajío de nardo y azafrán
donde los extraviados perfuman su derrota entre violetas y sepulcros,
tiene un arancel tan frío como un tambor de sangre;.
delgado como el horóscopo de un viejo almendro que corre de una estrella a otra para escribir la vida del próximo profeta.
Heredad de cierto cáncer, de bárbaros intactos como alondras perdidas en el tiempo,
invadidos de lujuria, ira o escorbuto,
como pájaros celestes volando entre miseria.

Estirpe de soñador, lengua de arapo,
dame la palabra que arrastra su expresión de lento cuerno,
dame la palabra estremecida por la noche de piedra funeraria,
dame la palabra con encías de diamante

Viento hueco de raza de corazón tullido.
Flor de papiro, musgo negro.
Harapientos envueltos en tristeza,
¿vagáis por los mercados como espectros celebrando ritos de melancolía?

¡Solo huesos y dientes sobrevivirán!

Antaño, por el hueco del paladar pasaron como pájaros vacíos muchos jóvenes envanecidos de hambre y peste.
Una leche terrible les nacía de los ojos
y fue elegía para un solo gusano.

Padre, se acabó la vida.
Entrego las bestias del duelo y a mi última amante cuyo vientre resplandece.
Aquí está mi boca agusanada por el ángel.
Mi voz se muere con el ámbar.
Saludo a mis parientes muertos.


David Noria (Ciudad de México, 1993), escritor. Lector en la Universidad de Aix-Marsella, Francia. Licenciado en Letras Clásicas por la Universidad Nacional Autónoma de México, con estancias en la Universidad Aristotélica de Tesalónica, Grecia, y el Instituto Caro y Cuervo, Colombia. Ha publicado en los principales medios de México: Letras Libres, La Jornada Semanal, Zona Paz, La Cultura en México, Literal, Nova Tellus, entre otros, así como en el Boletín de la Academia Colombiana de la Lengua, Papel Literario (Venezuela), Recensión (España) y Minerva (Irlanda).

Las ruinas de Estagira
Poema arqueológico

Península de bronce,
ofreces un saludo con tu mano
que el persa desconoce
detrás del mar que luce oleaje cano;
un mar, si ayer efebo, hoy anciano.

Las ruinas de Estagira
asoman en tu costa y su muralla,
que azul llanura admira,
la guerra olvidó y la batalla,
pero queda un recuerdo que aún ensaya.

Sus calles, que hoy maleza
recorre vencedora, un tiempo fueron
a la naturaleza
obstáculo honroso que erigieron
los hombres, las mujeres, los corderos.

Allí donde hubo vino
fría lluvia se alberga desabrida,
y donde sube el pino
la casa se elevaba construida
de una noble ciudad llena de vida.

Y aquí que sopla el viento
hubo un niño precoz que recorría
aquel asentamiento
con mirada que sólo inquiría
la razón de la noche y del día,

del pájaro su canto,
de la nube los rayos y el trueno,
del hombre triste el llanto,
la historia y la lengua del heleno;
esto y más observó desde pequeño.

De simple realidad
extrajo Aristóteles rotundo
la universalidad.
Pues dedujo de ti lo más profundo,
un momento, Estagira, fuiste el mundo.

Apóstrofe heroico

Porque no te di tregua ni un segundo
reclamas, corazón, que estás cansado
y yo respondo: “tú me has guiado
y yo te he seguido por el mundo”.

A veces he sentido que me hundo
con tal de no alejarme de tu lado:
pudiendo ya ser leño naufragado
continuamos cortando el mar profundo.

No me abandones lo que ahora resta
del trayecto sin carta y sin regreso
y afrontémoslo juntos como gesta

prodigando pasión, canto y derroche
de amistad. Mas no esperes ser ileso:
al puerto llegaremos de la Noche.


Xochipilli Hernández (Tamazunchale, SLP, 1995). Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la FES Acatlán UNAM. Ha publicado en Revista Literaria Taller Igitur, Primera Página y en la antología «Basta, cien mujeres contra la violencia de género» editada por la UAM. Forma parte del consejo editorial de la revista De-lirio y de la Congregación Literaria de la CDMX.

Poema panfletario

glosa a Wislawa Szymborska

“O es tomar conciencia o tomar las armas”
“La revolución no se hará sola”
“No sé, pero no importa”
“Aquél no sabe nada de marxismo”
“Recuerda: todo es política”
“¿Quién es el del micrófono?”
“Hace muchísimo sol”
“La única fuerza es la obrera”
“Decían que era un tibio”
“¿Me das un cigarro?”
“La bandera, muévela”
“Un discurso sin énfasis”
“¿Y por qué no dijo nada?”
“Eso es libertad”
“¿El problema? El capitalismo”
“A mí me gusta vestirme bien”
“Se pudieron cambiar las cosas”
“Su familia no es proletaria”
“Debemos instruirlos”
“¿Cómo está tu hermanita?”
“¿Viste quién va allá?”
“El vegetarianismo nunca”
“El rojo se le ve muy mal”
“No conocemos la guerra”
“¿Aquí? Ni idea”
“Es nuevo ese edificio”
“¿Cómo vas a regresar?”
“Tengo hambre”
“¡No hubo tanta gente!”
“Le duele la garganta”
“Ya se hace tarde”
“Estoy cansado”
“Vámonos”

Debo y pagaré

Cada noche muerden los números,
uno a uno, en recuento,
el primer error,
el segundo,
a comerse minutos del sueño.
Con esta necedad de matemático
escribo este poema
en defensa de mi situación fiscal:
las cien ovejas no alcanzan a cubrir
el peso de mis errores,
su cuota voluntariamente comprobable.
Y no sé cuantas ovejas debo al sacrificio,
cuántas son libres de impuestos,
cuántas cifras por el sueño redentor.

Calculo y anoto:
ofrendarle a Morfeo mis aciertos,
la virtud por descontado,
la incógnita que exponencialmente
revele en mi alma un signo benigno,
aquello que creí era mi grano de arena,
mi esfuerzo-hormiga que nunca facturé para San Pedro.

Nada se negocia con los ojos cerrados.

Muerden los números con un hambre que ningún reloj sacia.
Me desangro de horas, las certeras manecillas que me clavan
me declaran culpable frente al sueño.
Todo, hasta el réquiem de una mosca, me asesina.


Eduardo Serdio. (Ciudad de México, 1994). Poeta, gestor y editor. Es estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha impartido talleres de creación literaria en el ámbito juvenil e infantil en Mostrarte a México A.C. En el 2016 con estudiantes de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán crea el taller literario De-lirio. En el 2018 el taller De-lirio deriva en la revista literaria del mismo nombre, en la cual funge como director general. Parte de su obra se ha publicado en revistas nacionales e internacionales como Buenos Aires Poetry, La experiencia de la libertad, entre otras. En el 2019 se integra a la revista Taller literario Ígitur como gestor y colaborador de las mesas de Crítica y Pensamiento en México y del encuentro anual: Diótima. Encuentro Nacional de Poesía. Actualmente es fundador y director de la Congragación Literaria de la Ciudad de México.

Los poetas del odio

Los poetas del odio
han traicionado su buhardilla.
Se dicen hijos de Rimbaud y Baudelaire
herederos de astros milenarios
aunque lleven moños en el cuello
y engalanen conferencias magistrales;
pero son poetas, es cierto,
no son falsos postores de la lengua
porque llevan en la boca
el hedor del esqueleto,
las negras ratas en las manos,
y del estómago emanan
un bullicio de pasiones y vilezas
que estallan en sus globos oculares
y rondan por sus dedos en la noche.
Para calmar el desdén que los agobia
escriben.

Yo podría ser poeta del odio
porque conozco bien esas pasiones,
sé de triunfos apenas perseguidos
de fracasos rotundos que aniquilan
como la traición de ángeles enfermos,
“los hombres”.

Yo podría ser un poeta del odio
venderme a la política priísta,
trazar líneas con hábil demagogia
ya sea por monedas o por un poco de fama
así traicionaría a los poetas
que sí escribieron desde la buhardilla.

Pero no quisiera beber del odio
porque conozco sus furias fatales
y Hashem también nos habla del amor
aunque al mundo es difícil entenderlo.

Los poetas del amor son ridículos
tontos, paisajistas, doctrinarios,
le escriben a los árboles y al día,
en penumbras buscan las estrellas
y sólo risas merecen de la gente,
no han entendido que la poesía
no está al servicio de nada ni nadie
pero ellos se refugian en sosiego
pues, para calmar el amor que los agobia
escriben.

Elegía de los pájaros

I
Ayer me quedé con él en silencio,
nada más triste que un pájaro llorando
(pensé mientras llorábamos por ti)
entonces cantamos con voces huecas
mirándonos dentro el infinito vacío,
no supimos con signos deletrear tu nombre,
pero te encontramos absorta en la noche moribunda.
Él y yo fuimos tus astros y tú la margarita
llena de estrellas al llegar el alba,
pero tenías que morirte con tus plumas verdes,
con la hermosa espesura de tu imagen.
Ahora somos dos pájaros en la misma jaula
y te lloramos lo mismo, Casiopea.

II
Hoy llegué a casa y encontré tu espejo,
ya no podía volar de igual manera,
estaba llegando la muerte a su destino
y no pudieron detenerla mis deseos
porque el designio estaba escrito en sus alas.

Dirán muchos que volvieron a la tierra,
pero yo sé que quedaron suspendidos en el aire,
esculpidos en las noches de diciembre.

Orión y Casiopea
todas las noches los recuerdo:
Nunca pensé que las constelaciones
vinieran a cantarme melodías.


Fernando Salazar Torres. Poeta, ensayista y gestor cultural. Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa (UAM-I), Maestría en Humanidades (UAM-I). Estudia el Doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Ha publicado los poemarios Sueños de cadáver y Visiones de otro reino. Su poesía y ensayos se han publicado en distintas gacetas y revistas literarias impresas y electrónicas. Director de la Revista Literaria Taller Ígitur, coordina las mesas “Crítica y Pensamiento en México” y Diótima. Encuentro Nacional de Poesía. Colabora en la revista literaria “Letralia. Tierra de Letras” con la serie de poesía mexicana “Voces actuales de México”. Miembro del PEN Club de México.

¡Qué saña! ¡Qué muerde!

¿De qué modo nos alivia la Muerte?
La sombra de sus costillas es agria,
algo muerde, con saña,
insistentemente, sin final,
mi corazón.
Ya casi olvido tu cara
pero tu esqueleto se yergue en las noches.

¡Qué saña, qué muerde!
Hay noches tan solas! Tan silenciosas
que las noches se vuelven lluvia

¡Qué saña! ¡Qué muerde mi corazón!

Morir es quedarse

Nada, ya nada debo salvo el tiempo.
Sin mirar atrás,
nada debo si el año muere.
Mi memoria queda prendida a ti,
de la hojarasca del otoño,
de los pasos que dejo.
Pasar a ojos cerrados y labios
en vilo con la noche
con la ciencia de que llegar es irse
y volver a soñarte
y otra vez retornar,
una vez más quedarse.
No, nada debo, el tiempo aqueja,
dolerte del mismo modo hasta siempre,
arderme y dolerme
otra piel en mi cuerpo;
vivir así, como dicen, como es,
así es el amor en esta tierra prometida,
quiero decir húmeda,
porque debajo
muy abajo de este mundo
hay carne en la muerte, así vengo,
cabalgando encima del espinazo
de un animal fracturado
de un animal roto
que fue contenido bajo tierra.

La muerte nada, nada guarda.
O el tiempo o la memoria
que me vivieron
me hacen llorar en desmedida
cada noche y cada día;
mejor es irme
y dejar cada cosa en su lugar
y permitir que las horas nos dejen.

Intentaré de nuevo la historia,
dejo este cadáver en flor;
soy esa oscuridad en mi cuerpo,
mi otro yo que perdí,
mi alma que te vivió.
Mirarte sin mirarnos hasta nunca
en el adiós de la muerte que llega.
Viene por mí el caballo melancólico,
el mismo que me trajo a tu sombra,
a mi casa donde existir
es de pronto desvanecerse.


Fabián Espejel (Ciudad de México, 1995) es poeta y traductor. Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado en varias revistas mexicanas y latinoamericanas. Actualmente es becario del área de poesía en la Fundación para las Letras Mexicanas.

Después del fuego

Iam dies alibi, illic nox omnibus noctibus nigrior densiorque…
(‘El día estaba ya en otro lado, aquí la noche era más oscura y densa que el resto de las noches… ’)
Plinio el Joven, Ep. VI, 16.

a veces uno piensa
que la línea del fuego es una interminable
sucesión de puntos rojos
a mitad de la noche
que la flama no acaba
y su calor se cierne como una
promesa para el frío
cuando los dedos se nos hielan
y confundimos la mano del fuego
su cachetada violenta en el espacio
con otro espectáculo de luces
que toda la ceniza
el opaco granizo de la piedra pómez
cayendo sobre Via Marina
no podrán atenuar
el beso rojo de la noche

a veces uno piensa
que después del fuego
la luz vendrá a habitar los peristilos
y los templos antiguos que sostienen
nuestras vidas ______ con esa inocencia
tan grande de volver a comenzar
desde la sombra
pero la lumbre cuando es lumbre
no conoce la ilusión
de poner a salvo
nuestros añicos felices
y sólo deja los escombros
de una nube _________ aunque nadie grite
aunque nadie llore
y todo quede inmóvil bajo el pecho
como una ciudad
en ruinas

Resaca

A la manera de Vicente Aleixandre

hay un silencio que desdice la orilla de tu piel
una falda de anémonas
sabor espuma
y son mis dientes un naufragio
una voz que calla

la arena azul bajo mi techo es una vaga
metáfora del amor
labios
espina o espejo de una pausa
suavidad
una lengua recogiendo la sal en todas
tus puertas

y las olas acarician como un final deshecho
como mil dedos sin color
conchas
cada grano de arena
debajo de mis pies


Angélica Barrera (Guerrero, 1994). Estudió Lingüística y Literatura Hispánica. Ha publicado en revistas como Punto de Partida UNAM, Círculo de Poesía y El periódico de las señoras, entre otras. Fue becaria del Festival Interfaz en 2018. Ganó el Premio Filosofía y Letras de la BUAP 2018 y el Premio Alaíde Foppa 2019. Becaria del PECDA 2019-2020.

La especie adoptada

consta de dos piernas, una boca y veinte dedos
empieza la rutina a las 8 de la mañana
come verduras y muchas calorías
mide de 1.50 a 1.70 m
baila, ríe, eructa
y le crece el cabello 2 cm cada mes

La especie adoptada sabe que un gen no determina nada
sus costumbres pueden ser las mismas del vecino
o las del otro lado del mundo

La especie adoptada construye un camino
y mira a los lados para no tropezar con otra especie

La especie adoptada tiene diez familias, cuatro amigas
más de cinco madres que se reconocen entre ellas
y un padre que canta todas las noches la misma canción.

Conjuntos habitacionales que se creen cuerpos

sin agua, medio destruidos por las catástrofes
cuerpos pensados a partir de otros que
crecen en las esquinas de la carretera
firmes con un horario de 24 x 24

Existen cuerpos que no aguantan el primer choque
y aún así volvemos a ellos en repetidas ocasiones
fumamos dentro de estos cuerpos
alzamos a estos cuerpos
con el típico desperfecto de una casa antigua
y son el mal necesario que debemos mantener de pie.

La tristeza tiene un cuerpo indefinido

no cruza muros
se encierra dentro de un círculo
y dentro de ese círculo
otros círculos giran en dirección opuesta

¿entiendes la tristeza, hermana?

La muerte es cansada
remoja sus pies debajo de los charcos
llega cada 28 días
y no se le puede explicar a un huérfano


Kevin Aragón (Ciudad de México, 1992). Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado en Primera Página y Punto en Línea. Fue reportero, editor y redactor en Cultura UNAM y en El Universal. Actualmente es el encargado de difusión en medios de la Fonoteca Nacional e integrante del Taller Literario Ígitur.

Costas de Midway

Por descuido, sin enterarse siquiera,
los hombres asesinan a cientos de albatros
en las costas de Midway,
que en busca de alimento sumergen los picos
en las turbias aguas del destierro marino.

Qué triste y qué grotesco
resulta el descenso de esta dinastía celeste,
cuando en tiempos mejores acompañaba orgullosa
la procesión de los barcos a mitad del Pacífico.

Ni el torpe movimiento de sus grandes remos
resiste ya sobre la arena;
tan sólo el asqueroso cúmulo de plumas
y porosos huesos, nutridos de asfixia
por los desechos de las grandes ciudades.

Amanece, y da lástima pensar que los albatros,
antes dueños de tormentas y canciones,
sigan siendo el tópico más preciso
para describir a la estirpe lírica
que a diario perece, contemplando el hastío
que no detiene su oleaje.

 

Ante una grabación de Xavier Villaurrutia

Es tuya la viva voz que me llega
a pesar del tiempo y su máscara mortuoria,
cantando la rosa, tu encarnada rosa, la misma
que tantas veces con los ojos he sentido.
Y pienso sentado en mi oficina:
¿Qué es un espectograma que es unos labios,
su estilo, su gramática, su oratoria?
¿A caso a penas los delgados hilos
de un deseo que intenta contener
el sueño de todas las noches y vigilias,
como una blasfemia que resiste,
igual que el llanto resiste al salir del útero?
Y me detengo, terminado el sepulcral sonido,
tan sólo queda la hermosura morisca
de un viejo edifico en sombras.
Yo también habré de partir.
Más de mí nada se oye, nada se escucha,
apenas la conciencia de un extraño jardín
y un fonógrafo antiguo que ya nada toca.

(Fonoteca Nacional, 2019)


Ulises Paniagua (México, 1976). Narrador, poeta, videasta y dramaturgo. Posee dos posgrados en la especialidad de imaginarios literarios. Es autor de las novelas La ira del sapo (2016), y Ese lugar existe (2017); así como de cinco libros de cuentos:Patibulario, cuentos al final del túnel, (2011), Nadie duerme esta noche (2012), Historias de la ruina (2013), Bitácora del eterno navegante (Abismos, 2015), y Entre el día y la noche (UAM). Su obra incluye cuatro poemarios: Del amor y otras miserias (2009), Guardián de las horas (2012), Nocturno imperio de los proscritos (2013), y Lo tan negro que respira el Universo (2015); así como los CDs sonoro-poéticos: Cuadriversiones (2013), Clandestinos y nocturnos (2014), y Mientras nos queden labios con qué cantar (2016). Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, Siempre!, El Sol de México y Jus. Columnista de la revista Horizontum. Es parte del catálogo de autores del INBA, y ha sido publicado en la Academia Uruguaya de Letras; así como en España, Italia, Perú, Cuba, Venezuela, Argentina y Costa Rica. Primer lugar en el Concurso Literario de Cuento “La caverna” (2016). Mención honorífica en el Concurso Nacional de Cuento Criaturas de la Noche (2007), y del Premio Endira de Cuento Corto (2016), fue antologado en: Poesía Latinoamericana Giulia Gonzaga (Italia, 2008), y en Poetas del siglo XXI (España, 2014). En el 2011, con su colaboración literaria con el grupo Kanga, obtuvo el primer lugar en el concurso nacional de España, Tú sí que vales. Locutor colaborador en el programa Jazz Arquitectónico, de Radio Anáhuac. Ganador del Concurso Internacional de Cuento convocado por la Fundación Gabriel García Márquez. Conductor del programa Todos los libros, el libro, en Radio SOGEM. Ha sido tallerista en CONACULTA, en la UAM, en la Fundación René Avilés Fabila, con Secretaría de Cultura, así como becario de CONACYT (2014-2016; 2018-2021). Su obra ha sido traducida al inglés y al italiano.

La cuenta de los días,
o de cómo llegué al mismo callejón sin salida del que habla Scott Fitzgerald

Desde que naces, estás muriendo
Eludes el asunto de muchas formas:
a través de la ilusión, la rutina
los poemas o las redes sociales
de noticias
de cacharros, ficciones o desamores

A través de cualquier algo, cualquier cosa
cualquier algo, cualquier cosa
cualquier algo, cualquier cosa
Pero te mueres

Buscas distracción
en argumentos sobre el clima
en una película
destinada a ganar Cannes
el oso de Berlín
el festival de Sundance
Buscas un pretexto en la migración de las aves
un pretexto en la migración de las aves
en la migración de las aves

Hacia la muerte caminas

Te mueres. Estás muriendo
Estás muriendo. Te requete-mueres
Y no sabes. Nadie ha sabido
Es imposible que alguien sepa por qué

Por eso, cada noche cierras los ojos
con la esperanza de que mañana sí
mañana sí, mañana sí
el tiempo corra silencioso
hasta un pretérito lejano.

Qué es aquello que fiero, ruge

en el hábitat de la ola __ donde rostros de sal
confrontan sus nombres __ ajenos al pudor del tiempo

Qué de negrura espesa se erige en la persecución
de un punto sobre otro
-redondez de círculo-
pretérito a futuro innominado

Cómo y cuánto que no cesa
de morder la cola de la afanada cresta de tormenta

Qué de pesadilla en la ignorancia
ante lo sepulto
en la radiográfica ausencia:

átomo de negro miocardio
origen
esqueleto de luz

Nada como el océano para formular preguntas
para dibujar borbotante ausencia sobre el viento
Para aprender de la marea
los encallados misterios
sin un gesto de vergüenza
______ ______ ______ o un resabio de vanidad.


Mario Urquiza Montemayor (Estado de México, 1994). Poeta mexicano. Autor de los libros El canto y la casa(Capítulo Siete, 2018),Piedra de toque (BAP, 2019) y La casa del tiempo. Ha colaborado en revistas como Punto en línea de la UNAM, Crátera (España), Letralia (Venezuela), Polipet (República Checa) y Archivo Sonoro.

1

He querido escribir lo indecible,
así mi angustia amanece y anochece
dentro del silencio que no es silencio,
escribirte sería abandonarme entre el ruido
mientras tú vuelas sin saber volar,
____ caes en mis ojos,
cantas sin saber cantar y sin saber
____ qué es un gorrión.

2

Así me han nombrado,
en su ausencia:
me quedo
____ ____ __solo
innombrable
____ ____ __vuelves
y en un nombre me detengo ausente
de ti por ser ausencia de mí.

Del libro La casa del tiempo


Ezequiel Carlos Campos (Fresnillo, Zacatecas, México, 1994). Es poeta y editor. Ha publicado en Luvina, Círculo de Poesía, Punto de partida, entre otras. Está incluido en Todos juntos hacia un mismo sinfín (IZC, 2014) y Fabulaciones (IZC, 2014). Colabora en Es lo cotidiano, El diario NTR y Liberoamérica. Becario del Festival Interfaz-ISSSTE: Desdibujando límites, Monterrey, Nuevo León, 2017. Dirige la revista virtual El Guardatextos. Es autor de los poemarios El beso aquel de la memoria (2018), El Infierno no tiene demonios (2019) y El instante es perpetuo (2019). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés y otomí. Premio Estatal de la Juventud 2019 en la categoría de Talento Joven Literatura.

Prefiero que me corten la cabeza y mi cuerpo siga moviéndose; que mi voz se parta en tres y salga por mis oídos y mi nariz; nunca ver el día, no ir a la playa, ni tocar a una mujer; una placidez inventada o un lugar lejano; tornarme amarillo por todos los tiempos; no irme todavía, que las palabras se repitan mil veces en un segundo, porque el castigo de la existencia no se le perdona a nadie.

Con tanta oscuridad quisiera que estuvieras a mi lado,
me contaras lo que hacen los artistas todos los días
para sobrevivir a los infortunios diarios del hambre:

me dijeras de qué color se ve el cielo cuando me distraigo
y qué tan rápidos son mis parpadeos por las ansias de besarte.

Si tú, después de todo, me extrañas.

Quisiera que me hablaras así como te escucho cada vez
____ ____ ______ ____ ______ ____ __[después de tu partida,

oírte sería esa luz pequeña necesaria para tomar el vaso de la
____ ____ ______ ____ ______ ____ __[mesita después de una pesadilla.

Me doy cuenta de la falta que me haces;
de tu sufrimiento al hablar por última vez,
antes de irte y me dijeras que querías estar sólo otro instante.

Me da miedo descubrir la falsedad
de los cuentos del cielo y el infierno,
de no encontrarte donde quedamos vernos.

Poemas de El instante es perpetuo


Jesús Rito García, (México, 1980). Autor del poemario Recuerdos que no emigran, (Pharus / Praxis, México, 2008) y Bahía de los poetas, (Ministerio de Cultura de Perú / Summa Editorial, Lima, 2017). Durante el 2014, 2016 y 2017 participó en el II, IV y V, Festival Internacional Primavera Poética que se lleva a cabo en Lima, Perú. Durante el año 2019 participó en el Maratón de Poesía de Washington, en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en el homenaje a Walt Whitman por los 200 años de su nacimiento.

***

¡Es aquí!

Si un día,
de repente, me dicen
¡Es aquí! ¡Es aquí!
y yo no estoy listo para enterrar mis huesos.
¿qué debo hacer?

y si no me viene en gana quedarme ¡aquí!
y sigo mi camino y las voces me repinten,
¡no intentes escapar! ¡Es aquí! ¡Es aquí!

Es tu destino quien lo dice.
Bien lo sabes,
tuviste amores,
viajaste por el mundo,
bailaste en carnavales con mujeres hermosas,
aprendiste a nadar,
fuiste funcionario público,
en tu pueblo hay una estatua donde
hoy se posan las palomas;
tus hijos son abstemios y van a la universidad.
si un día,
de repente, me dicen
¡Es aquí! ¡Es aquí!
y yo no estoy listo para enterrar mis huesos.
¿qué debo hacer?

***

Ya no hay nuevas islas por nombrar,
ni viejos marineros de pelo largo
llamados Kingston o Cook.
Pero sé que una de estas islas lleva tu nombre
y es grande y verdadera
como las de mis pesadillas
con ráfagas de viento del noroeste
y huracanes llamados Gabriel o Carolina.

Ya no hay nuevas islas
para ponerle el nombre de mi padre
o mi madre.
No tenemos más islas por descubrir
y llamarlas miércoles o jueves,
según el día del arribo.

Las islas ahora tienen nombres
como Santo Domingo, Cuba, Cedros
o Madagascar…
Ninguna tiene su nombre real.

Santo Domingo la fundó
Bartolomé Colón a la ribera del río Ozama;
púsole aquel nombre porque llegó allí un domingo,
fiesta de Santo Domingo
y porque su padre se llamaba Domingo.
Así todas las islas tienen sus verdaderos nombres falsos.

Y si descubrimos una isla
que no aparezca en el mapa
ni el GPS nos brinde sus coordenadas exactas
mucho menos nos dé una toma satelital
¿cómo le pondremos?
si ya no hay nombres por escoger.
y el tuyo es el ideal, porque tiene un origen trágico,
celta y olvidado.

Se puede llamar «isla»
así nada más sin apellido
ni faro en la colina
para que ningún barco pueda fondear en su minúsculo muelle
ni siquiera nombrarla en su último S.O.S.

¿y si ya no hubiese más islas por descubrir,
ni tierras lejanas por nombrar?
¿qué haremos con las ventiscas,
la espuma, los acantilados,
las tomentas, naufragios,
palmeras y árboles de mango
que habíamos imaginado?

¿dónde pondremos al pájaro nocturno
y sus respectivos nidos?

No tenemos más islas por descubrir
y llamarlas miércoles o jueves,
según el día del arribo.

***

En casa de mi madre
la luna
se eleva,
entre el limonar
y la hamaca
naranja
casi roja.

A %d blogueros les gusta esto: