Esto no es solo una novela: es un pacto. La argentina Sara Gallardo (1931-1988) publicaba en 1971 la extraña Eisejuaz, una obra impregnada de una gramática agreste, de la mano del narrador y protagonista, el indio Eisejuaz, Este También, el elegido.
¿Por qué llamarlo pacto? Resultaría poco honesto asegurar que la novela es sencilla, al menos en un primer momento. El lector debe navegar por ella adaptándose al lenguaje del narrador, como si de un traje de tela resbaladiza se tratase. Pero la historia devora al lector, no al revés: en este caso particular, es la propia historia la que envuelve los ojos del que la disfruta, del que se adentra poco a poco en los territorios salvajes donde habita Eisejuaz.
Es una novela de superstición y de fe, dos conceptos que parecen aislados y que, sin embargo, siempre han estado estrechamente vinculados. Recordemos los tiempos en los que la Iglesia católica publicaba tratados luchar contra el demonio, mientras que por otro lado criticaba fuertemente (incluso pudiendo llegar al asesinato) a quienes practicaban hechizos y conjuros. Este punto lo exploté en mi tesis doctoral de título Las relaciones de sucesos en la colección de Jesuitas de la Real Academia de la Historia (1600-1650): catálogo y estudio y edición de los milagros:
«Al mismo tiempo que la Iglesia perseguía y condenaba ciertas prácticas relacionadas con la brujería, el mal de ojo, etc., aceptaba y fomentaba otras similares. Esto lo vemos, por ejemplo, reflejado en las obras escritas en el siglo XVI por autores como el fraile franciscano Martín de Castañega (Tratado de las supersticiones y hechicerías publicado en 1529), el maestro Pedro Sánchez Ciruelo (Reprobación de las supersticiones y hechicerías fechado en 1538) o el padre Martín del Río, que firmó el volumen titulado Disquisiciones mágicas entre los años 1599 y 1600. Estas publicaciones propiciaban las creencias en seres malignos que acechaban al ser humano; estos autores ofrecían también consejos para comprobar cuándo el diablo había accedido a los interiores de un incauto hogar, así como anécdotas dispares en donde se evidenciaba la huella del demonio. Además, habían sido escritas con el fin de enseñar a la gente y así disminuir los casos de supersticiones y engaños diabólicos. La obra del maestro Ciruelo gozó de un gran éxito de edición, siendo impresa una docena de veces en el siglo XVI: en 1538, 1539, 1540, 1541 y 1556 en Salamanca; de 1547 existen sendas ediciones impresas en Sevilla y Alcalá de Henares; y de 1548 y 1551 son las ediciones de Medina del Campo. Por último, un siglo después de la primera impresión, en Barcelona se elabora una última edición fechada en 1628, como advierte Morgado García (cf. 1999: 13)».
Eisejuaz, asimismo, posee una ferviente fe en su Señor, que cree que le habla en persona a través del cuerpo de una lagartija. Y al mismo tiempo, el propio pueblo persigue y consulta a Eisejuaz porque se le supone capacitado para curar de los males que puedan sufrir. El Señor de Eisejuaz convive con los dioses de los elementos naturales que le rodean; de este modo, observamos un modo de vivir la religión primigenio, caótico, y, sin embargo, para el protagonista de gramática desfragmentada sí que existe un orden en todas las cosas.
El indio mataco acude a los ritos en muchas ocasiones, no solo espera a la intercesión de su Señor, a quien se dirige y a quien ruega, sino que también decide obrar cuando, por ejemplo, planea una venganza: «mi corazón vio negro […] Hice mi pintura con carbones y pinté negro mi cuerpo, negra mi cara. Llamé a los mensajeros de la muerte, que me dieran su fuerza […] Vinieron, me dieron a beber el jugo negro de sus bocas». Y él mismo empuja a los muertos a que sigan su camino, como el instante en que aconseja a un soldado «…olvidate de este mundo de sombras y de golpes, olvidá a tus padres, que te esperan, a tus hermanos […]. El mundo a donde vas es bueno. Buscalo. Te lo mando».
La fe y la superstición, la convivencia de los primeros mitos con la religión oficial en la figura de un indio de gramática casi psicótica, igual que sus visiones, son los componentes de esta novela, que vuelve de nuevo a estar en estanterías tras mucho tiempo olvidada.
«Por vos el mundo no se ha roto, ni se romperá».