El arte de lo no dicho: Reseña de «Pájaros en la boca» de Samanta Schweblin

Hemingway decía: «Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe» (Muerte en la tarde, 1932).
Cuando se lee a Samanta Schweblin uno no sabe muy bien qué tanto de ese iceberg se nos muestra. Su prosa se sustenta en la teoría propuesta por Hemingway, o podría decirse, se sostiene en lo no dicho; y es eso lo que otorga profundidad y verosimilitud a sus narraciones.
En 2009 publicó el libro Pájaros en la boca, integrado por quince cuentos que luego amplió, en 2017, con otras cinco narraciones inéditas.
En los relatos de Samanta se distinguen elementos de Hemingway, Carver, Salinger, Munro y Cheever, entre otros, pero con un matiz latinoamericano que -recuperando lo fantástico- dan cuenta de nuestros propios monstruos. La autora se define a sí misma como una escritora argentina que escribe desde afuera, en referencia a su actual residencia en Berlín. Tal vez sea esa distancia la que le permite aprehender aquellos detalles que en lo cotidiano se nos escapan y que en su caso alimentan la escritura.
Un parador en el medio del desierto, el mosquitero en la puerta, las moscas sobrevolando sobre alguna mesa, la lentitud típica de los pueblos; en síntesis, un escenario en aparente calma puede resquebrajarse en segundos cuando alguien que consideramos inofensivo se convierte en un potencial asesino.
Los relatos de Schweblin resuenan como un eco en la oscuridad de lo inhabitado. En En la estepa seguimos el recorrido de una criatura que, como lectores, no llegamos a conocer nunca. Y aunque somos conscientes de las condiciones que nos limitan, avanzamos esperanzados porque es justamente eso que no vemos -y que la autora conoce- lo que nos mueve, aquello que llegamos a imaginar a partir de las acciones de los personajes. Como si fuera una cámara, el lector se ubica en un ángulo y allí se queda, apreciando solo una parte del iceberg que se asoma.
Cortázar sugería que el cuento fantástico se vale de elementos verosímiles e introduce lo fantástico de manera momentánea, como un rayo que quiebra la regularidad de la narración, al punto tal que los límites entre lo ficticio y lo real se vuelven difusos.
El relato Conservas comienza con la narración de un embarazo en el que se dan cuenta una serie de síntomas que nos suenan familiares: nauseas, hinchazón, malestar, cambios en el cuerpo. Sin embargo, lo atípico empieza a manifestarse a medida que leemos. Empezamos a convencernos de que lo descabellado puede convertirse en una posibilidad. Si los indicios que garantizan la verosimilitud están presentes, ¿por qué deberíamos desconfiar de su final? ¿acaso hay alguna explicación que nos garantice que las cosas son de un modo y no de otro?
Alguna vez Schweblin sugirió que un cuento tiene que tener una travesía placentera y, al mismo tiempo, tiene que transformarnos, provocarnos una pregunta o revelación que nos cambie (1). Eso ocurre con frecuencia en los textos que forman parte de este libro. Un relato puede dar cuenta de la violencia en el mundo artístico (Cabezas contra el asfalto) o incluso criticar a la sociedad que naturaliza (y acepta) a un femicida (La pesada valija de Benavides).
Pájaros en la boca y otros cuentos (2017) está conformado por 23 relatos que además de ofrecer un recorrido por diversos mundos nos recuerda que a veces la realidad tiene mucho de la ficción.

Nota: (1) Entrevista de la que se recupera una reflexión de Schwebling: https://www.youtube.com/watch?v=6z1T-N2pGBk

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