Eva Gallud es poeta, traductora literaria y de una forma u otra, maga, bruja, hilvanadora de posibilidades remotas a la vez que cercanas si te atreves a tender la mano y abrir su poemario más reciente, Raíz de ave, por una página al azar.
Y es que leer a Eva supone ahondar en la marisma del pecho, adentrarse en el bosque frondoso en una expedición conjunta a la búsqueda de un horizonte que construyamos entre todas, o que quizás ya exista, camuflado entre los musgos y las nubes que se rozan con los picos de las montañas.
He entrevistado a Eva de nuevo, y esta vez hablábamos de algo que es fundamental y de lo que nunca dejará de hacer falta hablar: los cuidados entre mujeres, los cuidados entre autoras, los cuidados entre seres, territorios, entorno.
Al volver, una y otra vez, a tu Raíz de ave (tu poemario publicado con Ya lo dijo Casimiro Parker), no puedo evitar imaginarme que estoy leyendo, en vez de poesía, un cuento. Un cuento de nunca acabar, que se teje entre penumbras y florece silvestre, protagonizado por mil y un mujeres (la que descose bocas, la que devora granadas…), que dinamitan arquetipos de doncellas indefensas, madrastras envidiosas, brujas abyectas. ¿Hay una intención consciente de trazar otras imágenes de mujeres, voraces y asilvestradas, cuando escribes; o se trata de algo que nace sin querer, sin planearlo?
Sin duda alguna, Raíz de ave puede leerse como un cuento, como una historia de descubrimientos y vida en comunidad. Las mujeres que aparecen en él son muy distintas y no se ajustan a los arquetipos. Incluso de los personajes menos buenos se aprende algo, es decir, todas aportan algo positivo. Por supuesto, es algo intencionado. Aunque muchas de las mujeres que aparecen son personajes ficticios, mujeres que pertenecen a mi propio imaginario, como la maestra cantera o la devoradora de granadas, hay otras que están inspiradas en figuras reales. Por ejemplo, «las de los pies mojados» hacen referencia a las mondinas, las mujeres de los arrozales de finales del siglo XIX que cantaban mientras trabajaban como protesta contra las duras condiciones de trabajo en los campos del norte de Italia.
Quería mostrar y honrar figuras de mujeres, pero no aisladas, sino dentro de una comunidad, dentro de ese «círculo de piedras» en el que todas colaboran y tejen una red.

Por otro lado, hablar de poesía implica, cada día más, hablar de autoras. En un momento histórico que se caracteriza por la creciente presencia de escritoras y teniendo en cuenta la correlación evidente con los movimientos feministas ¿cómo se refleja esto en los vínculos que creamos entre autoras?
Muchas de nosotras nos conocemos personalmente, algunas somos amigas; es inevitable que se creen lazos entre mujeres que están creando en un momento tan vivo como este. Todas aprendemos de todas, no solo en la tarea creativa, también en la vital. Y gracias a las herramientas que tenemos podemos establecer contacto con autoras que viven otras realidades y no quedarnos en nuestra pequeña parcelita. De este modo crecemos todas. Sobre todo, leyendo, escuchando y preguntando a otras cuyas experiencias vitales son completamente distintas a las nuestras: mujeres racializadas, mujeres trans, mujeres con enfermedades crónicas, mujeres de entornos rurales, mujeres neurodivergentes… Todo esto se lo debemos, en gran medida, al movimiento feminista y las distintas agrupaciones que se han encargado de sacar a la luz todas estas realidades y de sumar sus voces a la lucha.
Quería mostrar y honrar figuras de mujeres, pero no aisladas, sino dentro de una comunidad, dentro de ese «círculo de piedras» en el que todas colaboran y tejen una red.
¿Encontramos así una auténtica red de cuidados y apoyo mutuo entre autoras, más allá de los intereses comerciales de los grandes grupos editoriales?
Por suerte, y aparte de mis grupos de amigas en los que hay mujeres creadoras, en mi vida tengo otros dos estupendos ejemplos de red de cuidados y apoyo entre autoras. Uno es el colectivo Sororidades, que nació en 2017 y que promueve actividades poéticas, recitales, charlas, programas de radio, etc., en el que colabora un grupo siempre creciente y variado de autoras. El interés comercial aquí evidentemente es mínimo. Se trata de concienciar sobre diversos temas, como el acoso callejero o el maltrato, a través de la poesía. El otro ejemplo es la asociación feminista de mujeres poetas Genialogías, cuyo principal interés es recuperar autoras y/o obras que han quedado descatalogadas o cayeron inmerecidamente en el olvido. En colaboración con la pequeña editorial Tigres de Papel, se publican dos títulos al año que cumplen con los objetivos de la asociación y los beneficios se reinvierten en las siguientes publicaciones. Son solo dos ejemplos, pero hay cientos de círculos de mujeres que no solo se apoyan y estimulan en la tarea creativa, sino en otros ámbitos de concienciación o recuperación de la genealogía. Porque conocerse también es autocuidado. Es importante conocernos y conocer a las que vinieron antes y lo que ocurrió con ellas. Y también es cuidar y cuidarnos concienciar a otras personas sobre ciertas actitudes peligrosas o dañinas.
Hablando de cuidados y apoyo mutuo entre mujeres, omitir, por mucho que sea involuntariamente, el amor y el sexo lésbicos nos hace caer otra vez más en una invisibilización histórica. ¿Qué importancia tienen en tu poesía estos vínculos afectivos?
El amor y las relaciones sáficas están presentes en mis textos porque es prácticamente imposible salirse por completo de la propia piel cuando una escribe. Considero que es importante dar visibilidad a esta y otras realidades, sí, que se hable de ellas, que se acepte su existencia y su trascendencia. Pero mi intención no es quedarme solo ahí. Cualquiera que lea el libro podrá apreciar que en su interior hay una vibración amorosa y sensual que se construye a través de las palabras y que alberga alguna forma de belleza. Porque, al fin y al cabo, al menos en Raíz de ave, lo que me interesa es transmitir una forma de relacionarse en comunidad, independientemente de las tendencias sentimentales o sexuales de las figuras que aparecen en el texto, de quien lee o de quien escribe.

El medio natural está más que presente en muchos de tus poemas; leerte implica enraizar en los prados, los montes, las laderas, los ríos. Entornos tradicionalmente narrados por hombres, mitificados en forma de figuras mitológicas femeninas, y cuidados sin embargo mayormente por mujeres indígenas. Sabiendo así que los vínculos entre mujeres sustentan, a lo largo y ancho del planeta, la preservación del entorno rural (y viceversa) ¿puede la poesía proporcionar a la población en general herramientas que nos impulsen a conocer y cuidar los territorios que habitamos?
La naturaleza siempre ha sido para mí un lugar seguro, tanto en la vida como en la escritura. Sin embargo, siempre me he sentido muy alejada de las mitologías o los discursos new age que equiparan mujer y naturaleza, quizás porque los he relacionado con la perspectiva colonial de dominación y sometimiento con intereses productivos (o reproductivos). Lo que a mí me interesa es el vínculo colaborativo entre mujer y naturaleza, no su explotación en aras del capital. No sé si la poesía puede ofrecer herramientas, pero al menos creo que sí puede desvelar realidades, hacer preguntas y plantar semillas de futuras reflexiones. Es necesario que se despierten las conciencias y que comencemos a dar pasos dirigidos a cambiar el sistema actual hacia uno más sostenible para todos los que habitamos este planeta, no solo para unos cuantos seres humanos que viven en una parte concreta del mundo.
Biografía de Eva Gallud
Eva Gallud es traductora literaria y poeta. Entre sus traducciones se encuentran obras de poetas como Emily Dickinson, Vera Brittain, Rose Macaulay, Margaret Sackville, Rupert Brooke, Siegfried Sassoon o Amy Lowell, y narradores como Edith Wharton, Mary Austin, Guy de Maupassant, Henri Barbusse o D.H. Lawrence.
Ha publicado los poemarios Raíz de ave (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2018), El taxidermista (Bancarrota ediciones suicidas, 2016), Ningún mapa es seguro (Palimpsesto, 2014) y Moléstenme solo para darme de comer (LVR [ediciones, 2011). Ha aparecido en las antologías Poetrastos (LVR [ediciones, 2011) y 20 con 20 – Diálogos con poetas españolas actuales (Huerga & Fierro, 2016), Insumisas (Baile del Sol, 2019). Sus poemas también han sido publicados en diversas revistas, tanto electrónicas como en papel, como la revista Nayagua del Centro de Poesía José Hierro, Oculta Lit, Thalamus Magazine, Revista Kokoro, Liberoamérica, Fanzine SinNombre, Transtierros, Feliz el cerdo, Probeta, Animalario, Erosionados, Pro-Vocación o Cuadernos de creación. Fue creadora y coeditora de la revista digital multilingüe Triadæ Magazine.

Biografía de Sol Camarena Medina
Sol Camarena Medina nació en 1997 y ha auto-editado tres poemarios, pétalos y espinas, ya lo escribieron ellas, y estival; además, sus poemas son parte de diversas antologías, revistas y publicaciones. Es creadora de una plataforma virtual por y para artistas contemporáneas, @ artebruja, y co-editora de la revista feminista La Gorgona. Es también asidua de encuentros culturales y poéticos, y coordina talleres de lectura y escritura. Escribe poemas por encargo, pero lo más importante es que ama y se ríe muy alto. Puedes leerla en Twitter o Instagram y apoyarla a través de Ko-Fi.
