¡Adiós! señor Richard

El profesor siente miedo, experimenta la mortalidad, vive el momento donde el orgullo del conocimiento corre el tupido velo de la vanidad y deja al descubierto la carne desnuda, desdichada y resignada a la muerte. 



Contra toda lógica, la muerte de un hombre no es (ni debe ser) un drama, sino una comedia. La cosa tal cual. Un fin biológico que no admite paliativos, ya que la vida es tragedia, ¿por qué la muerte debería serlo también? Así es como lo entiende el profesor de literatura Richard Brown (Johnny Depp, el protagonista de la película Richard Says Goodbye (2019), dirigida por el director Wayne Roberts), quien ha sido diagnosticado con cáncer de pulmón, aunque no fume, y le han notificado que va a morir, pese a que, en realidad, no haya vivido lo suficiente.

Una verdad (la inminencia de su muerte) que era necesario escuchar para conocerse en realidad, pues solo el final revela este misterio a cada uno, aunque por su carácter intelectual es indudable que este profesor desconociera la frase de Plotino de que el hombre es un ser-para-la-muerte. Una sentencia lacónica que deja a Richard Brown en el nivel conejo de Noruega, o mejor, impregnado del sentimiento de que apenas nacemos, ya corremos vertiginosamente hacia el fin. Bueno, realmente todos somos conejos de Noruega.

Así entonces, esta no es la gran película del año (eso está en un veremos) pero sí es la segunda producción de Wayne Roberts, cuyo primer titulo Katie Says Goodbye (2016) contiene ese mismo sabor melancólico de despedida.  ¿Por qué se despide usted, señor Roberts? Una pregunta que inquieta y resuena porque no estamos ante un Quentin Tarantino (1963) que este año, con nueve películas en su haber, sale por la puerta grande con Once upon a time… In Hollywood.  (2019).

Johnny Depp en Richard Says Goodbye. Fotografía / Global Road Entertainment

Sin embargo, tratemos de entender las razones del director norteamericano porque, obviamente, los dos trabajos mencionados (Katie Says Goodbye y Richard Says Goodbye) difieren en temática, estilo, narrativa, fotografía y hasta en actores. Es más, en el primer film, Olivia Cooke, la actriz principal gana en el Newport Beach Film Festival, y el guion de la misma también se hace merecedor de un galardón, pero, y ¿Richard Says Goodbye?… (Silencio pausado) hay que dejar madurar este proyecto carente de originalidad, porque si usted tiene un catálogo filmográfico en su mente, se dará cuenta que estamos frente a una mixtura entre American Beauty (1999) y  Dead Poets Society (1989). Sin más, ni menos.

Por supuesto, eso no hace menos atractivo este trabajo, pero sí lo deja mal parado delante de las reseñas críticas de los espectadores (ver por ejemplo la puntuación en Rotten Tomatoes), que con el tiempo se han vuelto especializados en cine. Aunque, avancemos. Porque intrínsecamente lo interesante en esta película es el asunto de la muerte, o mejor, el tema irónico de que (y por favor lea despacio la frase) “Todo nuestro conocimiento nos ayuda a morir de un modo más doloroso que aquellos animales que nada saben”. Eso le pasa, eso siente el profesor que encarna Jhonny Depp.

Richard Says Goodbye. Fotografía / Global Road Entertainment

Y aunque evitando el spoiler, solo diré que en la escena cuando Richard Brown solicita ver las campanas que oye tintinear, se da una verdadera conversación de catedral. Un diálogo socrático que enriquece el alma del profesor y que incita a la reflexión de los espectadores. “¿Sientes algo?”, le pregunta su amigo Peter Matthew. No, pero disfruto la iluminación”, responde Richard. E inevitablemente, casi al instante, se cumple esa máxima de Ernest Hemingway : “We are all broken. That´s how the light gets in”.

El profesor siente miedo, experimenta la mortalidad, vive el momento donde el orgullo del conocimiento corre el tupido velo de la vanidad y deja al descubierto la carne desnuda, desdichada y resignada a la muerte.  Y el siguiente diálogo es más denso aún: “Miro hacia atrás y de alguna forma todo tiene sentido. No podría ser de otra manera. ¿por qué nuestra alma está rota? Absurdo”.

Una declaración que fastidia, pero que ilumina su muerte en una frase de Amiel: “Cuán poco soy, qué poco puedo, qué poco quiero”. Porque la vida tiene sus secretos, y estos no se encuentran en la representación de un papel social sino en la máxima que transciende el tiempo: ¿Qué soy, qué quiero? Richard es un hombre sin duda con una visión intelectual del mundo que hasta el final vive o experimenta afectos británicos, es decir, experimenta un círculo interior cerrado, ya que su naturaleza estoica y carismática es una expresión de un romanticismo interno que convierte la melancolía en atractivo, y la ironía socrática en un sello que estampa en la ilusión de la sinceridad con la que se dirige a sus estudiantes, su familia y su academia.

Un profesor deambula por Richard Says Goodbye. Fotografía: Global Road Entertainment

Así es que, en su abatimiento, en el desbaratamiento de su salud y de su espíritu, logra ver tanto automatismo, tanta materia muerta, tantos símbolos baladíes, tantos gestos vacíos en la sociedad, además de lo incomprensible de la lengua (o el lenguaje) que guía a las personas a una vida predeterminada. En el profesor Richard Brown vemos un ejemplo de una roca existencialmente sólida, pues desconfía del espejismo de la vida, pero ya es demasiado tarde, está en el umbral de la muerte que hace resplandecer su existencia en todo su fulgor.

Richard Says Goodbye  es un drama irónico, más que cómico, que requiere para su público una dosis mínima de sentimiento, en otras palabras, pensar con el corazón. El hombre será siempre una incógnita que se resuelve viviendo y la vida de Richard califica a todos las demás, porque ante el mero hecho de afrontar la existencia sin recurrir al suicidio,ya denota una realidad espiritual en cada ser.

Para concluir, Kaufman (1958) en Synecdoche, New York (2008) no pudo haber cerrado mejor el telón: “Todo es más complicado de lo que piensas. Solo ves un décimo de lo que es verdad. Hay un millón de hilos ligados a la decisión que tomas. Puedes destruir tu vida cada vez que eliges, pero tal vez no lo sepas por veinte años…. La mayor parte del tiempo la pasas muerto o aún no has nacido. Pero mientras estás vivo, esperas en vano, desperdiciando años por una llamada telefónica o una carta, o una mirada a alguien o algo para que lo arregle todo. Bien, a la mierda todo el mundo. Amén.

Trailer


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