(Fotografía destacada de Alicia Ortego, extraída del blog Los viajes de Ali)
Pasados 22 días desde el confinamiento oficial de los españoles a consecuencia de la pandemia denominada como COVID-19 —aunque muchos ya estábamos confinados desde días atrás— las manifestaciones creativas de la población están siendo múltiples. Sabemos que eso no nos devolverá a los fallecidos, sabemos que los hospitales —que son zonas de guerra— no tendrán más recursos para combatir la enfermedad, pero también sabemos que el humor, la creatividad y el afecto de la población está manteniendo el espíritu a flote.
Todas estas manifestaciones no se hicieron esperar ni 24 horas, después de que el Presidente del Gobierno español Pedro Sánchez anunciase el estado de Alarma, decretado mediante Real decreto 463/2020 el 14 de marzo del 2020, cuyas repercusiones se intuían, viendo el caso de nuestros vecinos italianos.
Es una cualidad innata del español el histrionismo, la exageración, y el sentido del humor, que se acompaña de solidaridad y desobediencia por partes iguales. Somos indisciplinados pero con grandes dotes de ingenio y creatividad. La población española ha desenfundado caballetes, poemarios, máquinas de coser, esterillas para el deporte; cuelgan memes, y vídeos graciosos para llenar las Redes Sociales como si se tratase de un Decamerón de Boccaccio del siglo XXI. Todo esto, no solo para aplacar los ánimos que provoca estar encerrados, sino también como una ventana para tomar aire ante la desesperanza de la muerte de seres queridos a los que no se puede velar, o una estrategia ante la tristeza que provoca la enfermedad y un recurso eficaz contra la incertidumbre económica y existencial que está viviendo el ser humano globalmente.
La cultura española ha parado, los profesionales de la cultura han parado, como ha parado el mundo. La crisis del 2008 en el sector cultural ahora nos parece la mayor época de bonanza desde Felipe II. En este estado de quietud podemos reflexionar, más si cabe. La cultura española nunca estuvo entre las prioridades de ningún gobierno, que yo recuerde. Para mí su gloria institucional se quedó cuando los dos grandes mecenas de la historia del arte, la iglesia y la monarquía utilizaban el arte para fines propagandísticos o para agrandar su riqueza. El teatro siempre ha sido la oveja negra, aunque algún neoliberal nos tache de llorones y exagerados al decir eso, he de apuntar que se dice con orgullo porque llevamos la tragedia y la comedia por bandera.
El teatro es un momento de reunión, de comunicación primordial entre el público y los artistas (actorxs, dramaturgxs, escenógrafxs, figurinistxs, regidorxs, tramoyistas, eléctricxs, peluquerxs, directorxs, bailarinxs…). ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cuales serán las medidas institucionales? ¿Cómo vamos a gestionar el miedo de la gente a acudir a un evento de más de 100 personas con una distancia social mínima de metro y medio? ¿Cómo vamos a reconducir a ese público? ¿Encontraremos un nuevo modo de reunión en el que haya una conexión en directo en tiempo y espacio con el espectador? ¿Cómo vamos a convencerlos de que nos necesitan? ¿Será la población la que tome las riendas de su propio contenido teatral a través de las redes? Son preguntas que los teatros nacionales, los auditorios, las productoras teatrales, las salas alternativas, las pequeñas compañías emergentes y en general los artistas ya se estarán preguntando.
Crear contenido sobre eventos culturales está siendo tarea ardua en estos momentos de extraordinaria inquietud sanitaria y laboral. Es incuestionable que entre las necesidades básicas del ser humano, en estos momentos, se deben mantener estables los recursos alimenticios, los farmacéuticos, la seguridad ciudadana, los transportes de mercancías, y así hasta los 25 puntos de sectores esenciales del Real Decreto-Ley del 10/2020 de 29 de marzo, en España.
El sector cultural mueve el 3% del PIB, da empleo a más de 700.000 (número oficial, pero hay que señalar la economía sumergida que desafortunadamente existe en este sector por múltiples razones entre ellas el IVA que ahogaba a muchas empresas culturales, la inseguridad laboral, el intrusismo, etc.), y ayuda al sector turístico, por lo que debería tenerse en cuenta. Aunque en estos momentos lo que importa es la salud, y la seguridad de la población, sobre eso no hay debate ni duda, pero es innegable que los profesionales culturales estarán vislumbrando un futuro negro con respecto a su actividad laboral.
Muchas iniciativas toman forma como respuesta a una pregunta que no se quiere lanzar en voz alta. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a reinventarnos después de este gran evento mundial? ¿Podremos volver a lo anterior? En el día mundial del Teatro en España, gestores culturales, artistas, hacían lecturas dramatizadas, encuentros virtuales donde el público además podía interactuar a base de comentarios. Los artistas se están reinventando a través de las plataformas que muestran contenido en directo, y eso quiere decir que el espíritu creador está vivo, late. El público en sus casas sigue consumiendo cultura, sigue apoyando actividades creativas con su presencia e incluso se animan a la participación. Desde luego, no reemplaza el rito de ir al teatro, pero al menos por unos segundos cuando te conectas en directo, actúas o simplemente participas sientes un nivel de adrenalina suficiente como para quitarte el mono, y darle lo mejor de ti a aquellos que te ven desde sus pantallas de móviles.
Me gustaría imaginar que al final de esta crisis sanitaria mundial, la población nos sorprenderá, recuperando sus actividades culturales, asistiendo a los cines, teatros, ferias de libros, museos, salas de conciertos y auditorios. De momento quedarnos en casa es nuestra primera misión importante, habrá que esperar prudentemente, con la paciencia de un monje, a que todo acabe.