«Tan aterrador es el silencio/tan resplandeciente/tan sacro. En verdad el camino es silencioso/a su sombra desfilan la rata y la serpiente/La princesa, el bandido, el comerciante/hasta perderse en la espesura/bajo el nombre de rocas, pájaros, maleza.» (Fragmento de <Los caminos del bosque> de Rita Gonzalez Hesaynes)
En la abstracción absoluta, hasta el silencio teme ser demasiado ruidoso. Los pájaros, desprovistos del miedo instintivo, despliegan su grito prehistórico, desde la madrugada hasta bien entrada la mañana, porque ahora su canto ya no compite con nada. Desde adentro, todos los sonidos se agudizan, o se agudiza el oído, o la atención que se presta, o la ilusión que baso en cualquier cosa que venga a rellenar esta nada que es la nueva realidad, vacía de presencias, de palabras que salgan de mi garganta, de sorpresas que invadan mi soledad. Todos los ruidos que me rodean en este cuarto soy yo.
«Despertamos sin conexión/Despertamos sin hambre/Se piensa una clave/Se ponen cosas insuficientes a resguardo/Se polarizan los vidrios de un auto/Se etiqueta un muerto en domingo/Un taxista repite que dios obra de formas misteriosas.» (Fragmento de <Sangre del día> de Laura García del Castaño)
Para algunos la ansiedad es voracidad, para otros inapetencia. Están quienes rompen récords, resuelven desafíos, inventan ilusiones vacías de hábito de continuidad. Están quienes prefieren quedarse quietos, indolentes, hechos bollo, conscientes de que todo se está reacomodando, movimientos concéntricos y traslaciones de órdenes sociales, mareos, nauseas. El afuera es otro. La tierra aprovecha el vacío para sanar viejas y profundas heridas mientras los humanos depositamos toda nuestra supervivencia en el dios wifi. Olvidamos, en esta idea, como siempre, a los sectores mayoritarios de nuestro país, que no están incluidos en la distopía futurista que reza al streaming y venera los beneficios del home office.
«El planeta regente se enfría/algo crece en la prisión del sueño cerramos sesión/bajamos del taxi/Estamos de alta, estamos online/Estamos cargados en el sistema/Estamos en silencio/Tenemos dificultad con las palabras» (Fragmento de <Sangre del día> de Laura García del Castaño)
Porque lo que todos fallan en admitir es que este encierro viene a poner a prueba lo que creíamos ser, toda la sociedad que suponíamos tener. Ahora sí hay que usar las palabras que antes escondíamos en gestos, buscar la forma de definir con sonidos un abrazo, permitirnos ser interpelados por la soledad, por el silencio y la falta, descubrir los amores que nos faltan o no supimos dar y admitir que está bien tener el cuerpo lleno de preguntas, los poros tapados de incertidumbre, el pecho aplastado por la angustia. Antes del encierro eras otro, uno que no se conocía tanto a sí mismo como ahora, y ese saber puede ser un arma. Lo importante es ver a donde apunta.
«A veces el poema estalla/como desde un volcán en erupción/su lava arcaica que parece sangre/ataca al enemigo/y el poema carnívoro corre/El poema corrosivo/rojo/fatal/que va salivando de hombre de guía de lujuria/Estalla/desde un capullo cálido de brasas/rojo/corrosivo/fatal» (Fragmento de <Para matar palomas> de Vivian García Hermosí)
Cuando la amenaza invisible toma escala mundial y los países se cierran en sí mismos es tiempo de recordar esas palabras, en un cuento perdido de Rodolfo Walsh: «(…)el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña debía sacar los medios, el silencio, la astucia y la fuerza (…)» En las entrañas del entendimiento está la unidad, y en la unidad, la fuerza, y en la fuerza el arrodillado se apoya para ponerse de pie, y de pie, todos, juntos, volveremos a abrazarnos.
Los poemas citados en este texto pertenecen a la «Antología poética para pasar la cuarentena» que la Editorial AñosLuz envía generosamente por e-mail a quién le interese.