Vidas a conectar y vidas a bloquear
El poeta chileno Emersson Pérez (Santiago, 1982) publica en 2018 el libro La muerte de la televisión no será televisada (Ediciones Filacteria) que pronto será presentada en España por Ediciones Liliputienses (2020). Luego de su primer poemario, Rieles sumergidos (Ajiaco Ediciones, 2013), Pérez se apropia de los signos que refieren a la hipervigilancia anónima de la sociedad contemporánea para entramar una serie de poemas que abordan las relaciones de los sujetos con su propia inmediatez.
“No le tememos al aullido, /sino a ojos brillando en la oscuridad” (11), menciona el hablante en los dos primeros versos del libro y de inmediato establece un quiebre con una tradición y, a la vez, delimita el espacio en donde se circunscribirá el poemario.
Los textos de Pérez dan cuenta de una realidad en donde la omnipresencia de Dios ha sido desplazada hacia la inabarcable digitalización de la vida: “Donde antes estuvo la estatua de “un guerrillero”/ ahora hay un televisor gigante” (17). La relación isotópica que enhebra cada una de las textualidades tiene que ver, justamente, con esa mirada vigilante y encauzadora mediada por las pantallas, cada una de ellas que funciona espejeante en la medida en que permite mirar y a la vez ser observado. Estamos en “Cárceles llenas de ojos sin párpados/ vigilantes eternos” (14), puede leerse en el poema “La Macrocarretera”, dando cuenta de que el mundo referido tiene que ver más con concepciones orwelianas y foucaltianas que con el simulacro de libertad de los individuos.
La inteligibilidad del poema –y de la vida– se acota, entonces, a ese espacio virtual, se adapta y organiza su significación a partir de los mismos signos que lo encarcelan:
Qué triste de alguien con 3 likes
En su perfil le dé reacciones de
me divierte a lo que pongo yo
con más de 60 mil seguidores
JAJAJAJAJAJA
Patético
Bloqueado 😦 (21).
Tal como se comenta en uno de los poemas, hoy la gente ve lo que quiere ver, un sesgo mediado por los mismo likes que los sujetos reparten y reciben en la red. Cualquiera que intente situarse y establecer relaciones ajeno a la esfera de la virtualidad, es de inmediato calificado de “Patético” y desterrado al mismo espacio en donde una vez fueron relegados los locos, los anormales, los indigentes o los inmigrantes. De esta manera, podemos dar cuenta de una nueva categoría de sujeto que no calza con los parámetros actuales de normalidad, aquel que merece y debe ser “bloqueado”. Quizá las relaciones que se establecen a través de virtualidad son, entonces, una nueva manera de administración y control que deriva en la diferenciación de unos y de otros.
La muerte de la televisión no será televisada de Emersson Pérez se sitúa en la transición análoga-digital de nuestra época, ese cambio de paradigma que obliga a repensar los modos de interacción con lo cotidiano, que, finalmente, redefine las maneras de relacionarse y clasificar a los sujetos.