El movimiento desarrolla el cerebro, el movimiento potencia y posibilita el aprendizaje, el movimiento forja tu sabiduría, tu sabiduría es tu poética. El movimiento, literal, ir y ser la experiencia. Haz lo que tengas que hacer, y al hacerlo, sé conciente de qué le pasa a tu cuerpo en dichas circunstancias. Pero sobre todo, sé conciente de cómo sientes, cómo te sientes. Allí el cuerpo es fuente de conocimiento.
Me encontré con Carolina Mercado (CM), licenciada en danza de la U. de Antioquia, a indagar sobre su experiencia de CasaCuerpo – Danza con chicas y chicos de la comuna 5 – Castilla de Medellín. Es esencial y refrescante recuperar los relatos sobre procesos de investigación y aplicación de pedagogías que afectan al cuerpo de manera diferente al que está acostumbrado en las escuelas tradicionales. Procesos, encuentros sensibles que proponen estados significativos desde y hacia el reconocimiento corporal individual y colectivo. Propuestas fundamentales para construir buen vivir en comunidades con memorias oscuras, monotematizadas, de tejidos truncados, donde hay miles de danzas con sentidos posibles.
Caro les guía con la templanza de una científica a través de la investigación que cada una hace en su propio cuerpo: aquí la danza acciona para dinamizar, explorar y permitir lenguajes. Las vivencias se construyeron desde una pedagogía investigativa, vivencial y relacional que posibilitó la reflexión y el suavizar la mirada como punto de encuentro, para así, llegar al gesto desde un enfoque social como propuesta creativa.
CM es también Cartulina Morada (alias con el que ella misma se denomina ante las niñas investigadoras); AZAG, la entrevistadora-curiosa.
¿Cómo surge CasaCuerpo – Danza?
CasaCuerpo – Danza se gesta como una pregunta que me surge cuando empiezo a estudiar la licenciatura. ¿Qué voy a hacer yo con la danza? Aparte de que es un regalo para mí, cómo lo voy a compartir con el otro, con el mundo. Cómo puedo hacer de ello algo más humano y más propio para el cuerpo que el simple movimiento por el movimiento y ponernos en la escena. Ahí, empiezo a buscar relaciones desde lo social. Qué pasa en el barrio, cómo se mueve, que pasa aquí con la danza, ¿hay alguna educación desde el cuerpo y para el cuerpo? Estas preguntas, cuestionaban la forma de mi propia educación, con relación a las bases familiares como fundamento y una educación tradicional inmersa en la calidad cultural del contexto que me permeaba.
En 2016 tomo el riesgo de hacer una difusión y crear un grupo de niños donde empezamos un trabajo desde la expresión corporal y la higiene postural. A ese primer encuentro de un año lo llamamos “el despertar del cuerpo” y empezamos a trabajar bajo la idea y sensación de sentir el cuerpo y la mirada despierta, haciendo centrar la atención en el reconocimiento de sí, la presencia y la higiene postural, situaciones que irradian y vitalizan la energía, además de hacer notar en qué situaciones mi cuerpo se encuentra dormido o despierto, ampliando la mirada de esto. En 2017 continúo con el proyecto y se retoma la difusión y participación de los niños pero ya enfocamos la temática al trabajo de el otro. Ahí exploramos mucho los roles individuales que se encontraban, y algunos roles colectivos, entre los cuales al habitarlos decantaron información, percepciones y algunas vivencias. Descubrimos, bajo mi motivación, que había unos entornos protectores que los niños fueron construyendo como reflexión participativa, entre estos la lectura, entonces hacían los gestos de leer, de investigar, de observar, también había otros entornos protectores que era la casa, entonces ellos mismos hacían con su cuerpo unas estructuras que representaban esto.
Ya en el 2018, cuando estoy culminando la licenciatura, decido fortalecer más el trabajo de roles y ahondar un poco más, me surge trabajar más hacia los roles de las personas, iniciando en la idea de ¿qué es el gesto? Y aún más interesante notar que solo lo relacionan con la cara, situación que nunca voy a olvidar, y notar que desde una educación más sentida es posible ampliarles a ellos el imaginario de que el gesto es todo el cuerpo, es comunicación, lenguaje, expresión y que se puede expandir mucho más. Iniciamos entonces con la idea de reconocerme como niño y me habito como niño y estos son mis movimientos, pero qué pasa cuando habito un ser mayor como mamá, papá, profesores, abuelos y cómo quiero ser cuando sea grande. Entonces empezaron a transformar demasiado el gesto y el lenguaje del cuerpo.
¿Con qué palabras definirías CasaCuerpo – Danza?
Cuerpo, mirada, reconocimiento, autocuidado, encuentro consigo mismo, con el otro, con el entorno, descubrimiento constante, investigación, lúdica, confianza, libertad, espontaneidad, amistad, amor, apertura en expansión. Tiene que haber mucho amor y total verdad.
CasaCuerpo a pesar de que es una propuesta con iniciativa para niños, también es una propuesta para grandes, para toda la comunidad. El trabajo con los grandes también debe empezar desde ahí, desde el reconocimiento, desde toda esa exploración propia y capacidad de despertar y habitar la presencia del cuerpo. El año pasado tuvimos un grupo de mujeres grandes, se hizo un grupo interesante, a ellas les gustaba danzar, casi todas con el rol y la función de ser expertas y amas de casa, con sus conflictos y sus asuntos personales, cada una basada en su principio de realidad, se permitieron dialogar con la danza, ir al piso y hacer otras cosas como retorcer el cuerpo de otras maneras, y entonces lo veían como interesante.
¿Qué te llevó a elegir ser formadora del cuerpo?
Yo en este momento entiendo muy bien esa pregunta. Porque siento que lo que me permite hacer como lo hago y resonar en esa forma de estudiar y vincular el reconocimiento del cuerpo a partir de la danza y entender cómo lo hago y querer hacerlo así, son simplemente los vacíos con los que yo crecí. El arte, en este caso la danza, me facilitó ir andando la vida y encontrándome con otras formas, modelos y estructuras para crear y construir educación, quizá son los que a uno le pertenecían o los que uno debe abordar en el camino. Entonces, simplemente todo esto es hacer una revaloración de quién fue Carolina en su infancia, cómo la educaron, qué pasó en esa familia, en la escuela, en el colegio y luego la luz y el alimento de la universidad, lo entendí como una universalidad. Era una familia muy tradicional, muy conservadora.
¿Cómo crees que cambia la vida de un niñx que conoce las potencias de su cuerpo?
Es increíble porque cuando un niñx siente confianza y seguridad, eso se imparte y brota desde el cuerpo, va a poder narrar diferente su vida y pintarla de otra manera, va a poder relacionarse de otras formas. Un niñ@ que crezca destacando el cuerpo como espacio creador de vivencias y canal de comunicación, va a dar valor y sentido a la vida con otra protección, pienso yo. Considero que la educación es el motor de la vida y el cuerpo es el escenario para ello.
Ahora se están haciendo muchas propuestas a nivel de educación y ciudadanía, sin embargo siento callado el eco del cuerpo como punto de partida, pero si no llegamos realmente a las instituciones todo va a seguir pasando igual. A mí lo que más me asombra en las escuelas son las loncheras* de los niños, la cantidad de mecato*, el estalle de energía de ellos es increíble. Esa es la alimentación, canalícele por ahí primero porque si no… entonces son muchas cosas al mismo tiempo, (…) tenemos es que apostar con otras cosas a llegar a esos lugares donde todo es lo mismo.
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*lonchera: alimentos de preparación casera que se ingieren en medio de la jornada escolar.
*mecato: comida de paquete.
Fotografías: Claudia Soto, una mamá CasaCuerpo.