Introducción a la poesía joven costarricense

Por: Marvin Castillo y Byron Ramírez

Fotografía: Adolfo López Pérez

NOTA PREVIA
En este ensayo, se busca hacer un aporte al diálogo en torno a la nueva poesía que ha surgido en Costa Rica, aproximadamente, desde el año 2010 hasta el presente. Para esto, se lleva a cabo una reflexión acerca de los dos grupos que la preceden, es decir, la generación del 60 y la que el escritor Gustavo Solórzano bautizara como la generación imposible.
De forma paralela, el ensayo busca evidenciar que, al menos desde la perspectiva de esta nueva generación, no es necesaria la formación de una escuela estética para poder conformar un grupo literario cohesionado. Lo anterior, con la intención de que sirva de preámbulo a una serie de publicaciones de jóvenes poetas costarricenses.


LAS GENERACIONES DE POETAS EN COSTA RICA
La llamada generación imposible logró oponerse efectivamente a la generación del 60 o generación trascendentalista en el plano literario; es decir que, a nivel textual, conformó una estética subversiva con respecto al lenguaje que había dominado la poesía desde los años sesenta hasta los noventa.
No obstante, esta generación imposible mereció tal nombre por estar fragmentada en el plano extraliterario; o sea, no llegó a articular un grupo verdaderamente numeroso de personas que trabajaran de manera coordinada más allá de esa rebeldía estética común.
A nivel de logística extraliteraria, quienes formamos la generación más reciente nos definimos por oposición a la anterior en este sentido. Mientras la generación imposible estaba fragmentada, nosotros hemos buscado organizarnos de la mejor manera posible. Lo anterior no significa que no vivamos tensiones o discrepancias internas, solo que no son nuestra prioridad o no las consideramos suficientemente importantes como para dejar que nos definan.
En cambio, a nivel estético, no nos definimos por oposición a las generaciones anteriores, sino que nos indefinimos por nuestra diversidad de estilos, que no solo varían de un autor a otro, sino que a veces lo hacen en una misma persona o, incluso, dentro de un mismo poema. Para no definirnos por oposición en este aspecto, aceptamos incluso la contradicción estética como parte de nuestra identidad grupal. Esta paradoja nos da un margen de acción mucho mayor del que nos daría una escuela estética cerrada.
En los textos de los escritores y escritoras emergentes hay desencanto político y compromiso feminista, persecución de lo sublime y juego con lo banal, homenajes serios y parodias, confianza y desconfianza en el lenguaje, reflexiones acerca del espacio urbano y del espacio natural. Ninguno de los recursos anteriores es excluyente: puede aparecer mezclado en diferentes proporciones con otros que están o no en la lista. Tampoco creo que ninguno sea exclusivo de esta generación.
Lo exclusivo de esta generación es la libertad con que estos elementos se mezclan en un mismo poema/autor/revista/antología. Por tanto, lo que se diga acerca de la nueva poesía no es un manual de instrucciones, sino solamente un reporte de lo que ha sucedido hasta ahora. Las posibilidades creativas de esta obra grupal siguen abiertas.
Si uno se esfuerza por distinguir los temas literarios de esta generación, no solo se encuentra con algunos tópicos transversales a la poesía universal, como el erotismo, el amor, la muerte, el duelo, etc.; también puede señalarse otros temas que son particularmente fuertes en nuestra época, como las migraciones y la salud mental. Sin embargo, más allá de estas temáticas coyunturales, es difícil encontrar el desarrollo de una línea de escritura unívoca.


EN SÍNTESIS
Podría decirse que el sistema de la poesía costarricense ha mostrado su capacidad de cambio a través de los años.
En primer lugar, la generación del 60 apareció cohesionada alrededor de liderazgos sumamente fuertes como el de Debravo o los firmantes del Manifiesto trascendentalista, y su organización se evidenció tanto en el cultivo del estilo trascendentalista como en su progresiva ocupación de los espacios culturales del país.
En segundo lugar, la generación imposible tuvo cohesión y liderazgos a nivel estético o literario (como los escritores de la editorial Perro Azul en la primera década del siglo, por ejemplo), pero esto no necesariamente se tradujo en una organización transversal a nivel logístico o extraliterario.
En tercer lugar, esta generación que apenas surge, presenta una combinación que no se ha visto en las dos anteriores: Renuncia a la formación de una estética unívoca, pero se cohesiona a nivel extraliterario. Su liderazgo no está concentrado en una sola figura, sino repartido de manera rizomática entre distintos colectivos que funcionan por separado y con autonomía, pero que se coordinan para la organización de eventos y publicaciones.
Estos grupos son, al menos, Colectiva Jícaras, Ceniza Huetar, Turrialba Literaria, Taller Literario Joaquín Gutiérrez, y Taller Literario Comelibros. Ahora bien, en sus actividades más recientes, estos grupos han optado por abrir la convocatoria también a escritores o escritoras independientes, es decir que, en sus eventos y publicaciones, también han participado personas que no forman parte de estos grupos.
Si bien no se puede afirmar, de manera idealista, que las voces emergentes hayan desmontado por completo las jerarquías o las dinámicas de poder dentro de la literatura, este funcionamiento rizomático manifiesta una voluntad colectiva de horizontalidad que influye en su quehacer artístico cotidiano.
Se observa entonces que no hay una sola manera de conformar una generación literaria, sino que los rasgos de cada una pueden ser muy diversos y transformarse velozmente. De igual manera, se observa que esta generación emergente tiene una dinámica propia y diferenciada de las anteriores.


CODA
Incluso Nicanor Parra, el gran heresiarca, luego de haber formado la antipoesía, publicando Poemas y antipoemas en el 54 y Manifiesto en el 63, supo pronto que era hora de ser aun más abierto en lo que a escuelas literarias se refiere. Así consta en el fragmento V de su poema “Cartas del poeta que duerme en una silla”, del año 69:

“Jóvenes
escriban lo que quieran
en el estilo que les parezca mejor
ha pasado demasiada sangre bajo los puentes
para seguir creyendo -creo yo
que sólo se puede seguir un camino:
en poesía se permite todo.”

Este es el Parra que nosotros preferimos, por encima del de “Manifiesto”, que prefirieron nuestros antecesores. O para decirlo de una manera más aproximada a nuestra realidad, preferimos a los dos. Me parece haberlo dicho: Somos acumuladores de gustos. Podemos preferir más de una cosa al mismo tiempo.

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