«Duchamp, nunca militó en el surrealismo, pero en cambio inventó la mitad de sus hallazgos.»
Antonio Caballero
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Los estudiosos, o historiadores del arte, conocen la revolución que causó la obra Fountain de Marcel Duchamp casi al final de la primera guerra mundial. Ese urinal límpido, blanco, inerte, firmado como R. Mutt 1917, que constituyó el punto de discordia entre el establishment del arte neoyorquino y el vanguardismo después de Duchamp.
Sin embargo, se ignora, (o al menos no hay un debate sobre el tema), que detrás de esa polémica obra estuvo la baronesa performance y proto-dadaísta Elsa Von Freytag-Loringhoven. La mujer prusiana, luego estadounidense, que se presentó ante el pintor modernista George Biddle para ser retratada, y que, para sorpresa del artista, al desnudarse, esta tenía un brasier verde, dos latas de tomate como copas, y un collar en forma de jaula con un canario dentro. Y esto, sin contar que llegó con un sombrero decorado con zanahorias, remolachas y otras hortalizas.
Sería esta agitadora, poeta y “avant la lettre” (por su creatividad y potencial artístico), defendida por personalidades literarias como Ernest Hemingway y Ezra Pound, y además colaboradora del modernista Man Ray y Marcel Duchamp, la verdadera responsable de la obra de arte más representativa del siglo XX.
Dos razones de pesos podrían confirmar aquello. La primera, es la filiación que ella sentía por los mingitorios o los baños en general. Se sabe que en su infancia, Elsa veía a su padre agredir psicológicamente a su madre, burlándose de su fe y comparando las practicas pietistas de la oración diaria y el ayuno con las disposiciones corporales diarias. De ahí quizá el término «escatología», que podría ser, o una esperanza sobre lo último, o lo que pertenece al pis, a la caca, o a los fluidos. Dos significados que el progenitor de Elsa pudo haber combinado mal intencionadamente para agredir a su familia.
Y la segundo razón está basada en el cuadro pintado al óleo por Elsa titulado: “Me has olvidado como a este paraguas, infiel Bernice” (1923). Una imagen de un hombre saliendo del recuadro. En la parte derecha de la obra plasmado el famoso urinal (Fountain) que derrama agua encima de libros ajados, además de una pipa apoyada al borde del mingitorio.
Fuera de esto, y quizá para apoyar la tesis, los biógrafos confirman la amistad de Elsa con el polémico artista gráfico travesti Melchior Lechter, quien la introdujo en el mundo de la pintura, el dibujo y las artes amatorias, al igual que su matrimonio con el barón Leopold von Freytag-Loringhoven de quien recibiría solo el apellido, ya que al estallar la primera guerra mundial este regresaría a Europa a combatir para luego suicidarse entre las trincheras.

Así entonces, entre los círculos artísticos de New York, Elsa Von Freytag-Loringhoven conoce a Marcel Duchamp, de quien se obsesionaría afanosamente, al punto de frotar sus genitales con un artículo sobre el cuadro Desnudo bajando una escalera (Nu descendant un escalier n° 2. 1912) intentando crear una relación entre la famosa imagen del cuerpo cubista y su propia desnudez, mientras recitaba un poema buscando un orgasmo: “Marcel, Marcel, I love you like Hell, Marcel”.
Por otro lado, Duchamp rechazaba todo contacto físico con ella, sabiendo que en su juventud, Elsa había contraído una sífilis severa en Europa, en Berlín, cuando trabajaba en un cabaret. Aunque realmente Duchamp sufría del síndrome de hafefobia, o el temor de tocar o ser tocado por otros. Con todo, intentando ser justo y generoso con la prusiana diría en alguna ocasión que ella “no era una futurista, sino el futuro mismo.”
Y es aquí, en esta etapa de amistad con Elsa, es donde Duchamp abandona la pintura sobre lienzo y empieza a figurar sobre vidrio, intentando encontrar una forma artística más allá del trazo y la escultura, desarrollando finalmente en 1915 el concepto de Readymade. Una técnica que consistía en tomar objetos de la vida cotidiana para transformarlos en obras de arte, cuyo objetivo era que el espectador cambiaría su visión crítica, apreciación y compromiso frente a la estética dominante. Así nacería el arte conceptual.
Para lograr esto, Duchamp, trabajaría dos conceptos definidos, el llamado Retinal y el denominado Intelectual, que buscaba incentivar una impresión agradable a la vista, y a su vez, poner lo figurado al servicio de la mente para transformar la noción de belleza y convertirla en una concepción artística nueva.
En este contexto, o nueva técnica de Duchamp, y aprovechando la visibilidad en la exposición titulada los Cuatro Mosqueteros, este envía la obra Fuente a la Sociedad de Artistas Independientes de New York, que sin dudar rechazan la obra. ¿Conocía o no conocía la Sociedad de Artistas Independientes de New York la verdadera autoría de la obra? Lo cierto es que el urinal no encajaba en la definición de arte. Así que el motivo del rechazo no está del todo claro.
Sin embargo, en el siguiente suceso, admitido por los historiadores, pero nunca por la crítica especializada, estaría la clave para comprender este «Readymade», que no cayó en el olvido, por el fracaso del salón de artistas, sino que fue redescubierta por otros artistas cincuenta años después.

Se trata del día once de abril de 1917. Fecha en que Duchamp escribe a Suzanne, su hermana, afirmando que una amiga, empleando el seudónimo de Richard Mutt, le había enviado un urinario de porcelana a modo de escultura para ser expuesto; como no tenía nada de indecente, no había tenido ningún motivo para rechazarlo. Así que, sin más, decide ponerlo en un salón de arte intentando un golpe de suerte, aunque su atribución de la obra sería paulatina, luego de la muerte de la baronesa en 1927.
Mientras acontecía el escándalo del salón de artista de la gran manzana, un par de investigadores intrigados con la obra, afirmaban que el autor R. Mutt vivía en Filadelfia, Pensilvania, lugar, donde curiosamente vivía la misma Elsa von Freytag-Loringhoven, quien alemana y conocedora de la fobia al germanismo a nivel mundial, creía firmemente que el mundo del arte era totalmente pasivo frente al conflicto internacional.
Así que el pseudónimo de R. Mutt para un alemán (y Elsa era prusiana), realmente sería un anagrama de la palabra “Armut”, que significa pobreza, y relacionado al arte neoyorquino, significaría más concretamente “pobreza intelectual”. Un hecho comprobado por la teoría del arte. Poniendo fin a una de las intrigas que ha rodeado esta obra por años, y confirmando esa intención, el hecho de que Elsa haya migrado a Berlín de nuevo en 1924, donde vivió en extrema pobreza, vendiendo periódicos para sobrevivir, llegando a ser internada en un sanatorio, para luego regresar a París donde moriría por inanición.
Sin más, es claro afirmar que aún perdura el debate sobre si Marcel Duchamp es el autor de la obra o no. Aunque no deja de sorprender que a inicio de siglo XXI, una votación celebrada entre quinientos expertos en arte dictaminara que la Fuente de Duchamp era la obra de arte más influyente del siglo XX. Y contrario a lo que afirman los críticos y los acérrimos artistas conceptuales, se comprobó que Marcel nunca compró el urinal en el almacén especializado J. L. Mott en la quinta avenida de New York, como dijo, sino que una investigación posterior reveló que por esa época ni se fabricaban, ni mucho menos se comercializaban, piezas de porcelana así.
Fountain, es una obra provocadora, tosca, sin estilo, rayana en lo cómico. Ese objeto que los críticos no dudan en catalogar como una estética muy diferente al estilo empleado por Duchamp, y que sin más remedio que seguir la corriente, él mismo se atribuiría, cinco décadas después, la idea del urinal. ¿Sufría Marcel Duchamp del síndrome de Ebbinghaus, ese mal de perdida de recuerdos que lleva al que lo sufre atribuirse méritos, y autorías ajenas?
Solo resta afirmar que Marcel Duchamp, siendo o no el autor de Fountain, se comprobó que Elsa von Freytag-Loringhoven, fue quien estuvo detrás de la obra, que convirtió en famoso a un artista pastiche, y que, con su exposición en New York, partió la historia del arte mundial en dos. Una transgresión que haría surgir luego escuelas de arte como la Dadá y que serviría de apoyo para reforzar el futurismo de Marinetti, las musas del cubismo y la banalidad del arte y la guerra.