Poesía joven costarricense: Carolina Campos

Cuatro poemas de la escritora Carolina Campos

Sobre la autora:


Nacida en Costa Rica (1988). Poeta, activista cultural, internacionalista y gestora de proyectos. Cuenta por primera vez su poesía en los talleres del Laboratorio Popular de Literatura. En 2018, comienza a compartir textos en distintos escenarios de su país. En agosto del mismo año realiza su primera participación en la Feria Internacional del Libro (Costa Rica), en la presentación de la antología de nueva poesía costarricense “Certamen Desierto” (Editorial Fruit Salad Shaker), donde publica Las líneas invisibles de Vitruvio. En 2019 regresa a la Feria Internacional del Libro con la puesta en escena de poesía performática “Lámparas”, al lado de varias poetas jóvenes con quienes más tarde formaría Colectiva Jícaras, donde hoy siguen creando arte y cultivando sororidad. Ha sido publicada en revistas literarias como “Campos de Plumas” y en otros medios internacionales como el podcast latinoamericano de poesía “Tufillo de poeta”, grabado en ciudad de Nueva York.

Letanía
Te llamaré Piedad
aunque digan que
no es nombre de niñas
Ven, Piedad
no cruces más fronteras
                    ¿con cuánta hambre
                    se aprende a caminar desiertos?
Ven, Piedad
no te ahogues en el río
                      ¿a las cuántas vidas
                      se vale atravesar el muro?
Ven, Piedad
que explota el edificio
                         ¿con cuántos cuerpos
                         se declara un genocidio?
Ven, Piedad
juega con nosotras
    a cruzar los dedos
    a ahogarse de la risa
    y que lo único que vuele en la cara
    sea el confeti de la piñata
Te llamaré Piedad
aunque digan que
no es nombre de niñas
Porque tampoco parece
ser asunto de grandes

Autorretrato en tres tiempos
I

Soy demasiado humana
ante los abismos más fuertes
mamá es todavía remedio infalible
y maga espanta infiernos
II

Papá me enseñó a querer los abejones
como se quieren las lluvias de mayo
por su vocación anual.
Así quiero las cosas que me visitan por temporadas
las frutas, las dudas
y mi sangre paralela a la luna
A veces me quiero yo por temporadas
como quien celebra la llegada de los insectos
honrando su ciclo de vida
Papá me contó que no estaban hechos para volar
yo, amparada al celofán de su magia, creo
que los abejones sembraron sus propios mitos
y entonces así

                                  volaban 
III

Me construí explorando los canales de la piel
me crecieron las manos jugaron con barro y con madera
y buscando el cielo las volví hacia adentro
y me abrí túneles que bordearon la censura,

                                                                mujer laberintos
Soy todos los fragmentos
que recogí en el camino
para reconstruirme desde los pies
hasta el vientre

Madera
Una mujer sentada y con madera
con el pelo encendido
le busca sentido a los huesos
y contradicciones a los pájaros
Una mujer sentada y con madera
con las cejas obtusas
busca versos debajo de los tréboles
y abre cuencos en la tierra
                          de ahí bebemos todas.
Dios es mujer
que se cuela entre los dedos y las cuerdas
y nos dicta canciones
                                       y poemas

Día de campo
Una colonia de hormigas secuestró mi brazo,
yo quería comerme un domingo sin urgencia
y que las dantas me escogieran como suya
Un río se jacta de su cuenca
frente a mis pies aislados
pies urgidos por desembocar
                                                   en el mar
y abrirse en corrientes
y revolcar un cuerpo
que mira al cielo
y abre los brazos
y no presta atención
en cambio mis brazos
sembrados en la tierra
siguen nutriendo formícidos
yo no pedí robarme la manzana
quería que el jugo me rodara por las piernas
y devolver las piedras que lanzaron
                                                    devolvérselas al río
Comerme un domingo sin urgencia
que las dantas me escojan como suya
y entonces las colonias de hormigas
ya no puedan secuestrar mis brazos.
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