Dos poemas de la escritora costarricense Alexa Prada Alfaro
Sobre la autora:
Nacida en San José, Costa Rica (1998). Cursa la carrera de Filología Española en la Universidad de Costa Rica. Actualmente es integrante activa de la agrupación artística Estudio Choralia y fue parte del Coro Universitario UCR, agrupación artística emblemática y representativa de dicha universidad. Con ambas agrupaciones ha participado en múltiples festivales, actividades, óperas, conciertos y producciones a nivel nacional e internacional, tales como el International Choral Fest, el Festival Internacional de Coros, Puebla, México. Amante de todas las artes escénicas, poeta y artista musical, además de cantautora. Feminista y activista. Algunos de sus textos se pueden encontrar en la antología Y2K de la Editorial Estudiantil de la UCR, así como en Desacuerdos, antología por el Proyecto Aflorantes, próxima a salir.
Visita a casa
Hubo un momento en que estas paredes podían habitarme.
Cuando me dibujaba la infancia
y las dormilonas tenían ahogada
la nostalgia de las pezuñas
de los caballos maltratados.
Cuando volvía con las manos manchadas de moras
debido al claro olvido de una bolsa.
Cuando la lluvia en mis botas
parecía más alta que la tapia.
Igual me empeñaba en creer que podía saltarla,
que podía huir los morisecos y de los tréboles amargos.
Cuando había tan poco que al menos encontraría
alguna gaveta llena de arañas y algún objeto sin nombre.
Y las ruinas visibles acampaban en la punta mal hecha de los lápices
y en las bisagras de las bicicletas rotas.
Pero hoy he vuelto,
con maletas herrumbradas,
saludos de inquilinaje y preguntas generadoras.
Intento no vomitar
por el olor a muerte
rodeada de ventanas,
de manteles floreados cubiertos con plástico.
Ahora los anturios han sido deshojados
por híbridas repisas con matas marchitas y herramientas de taller.
Ahora los almohadones fríos y con olor a talco
lloran por los anteojos que no pueden pescarlos en pleno empañe.
En esas gavetas hay utensilios que no reconozco,
que no termino de masticar.
La savia seca de las tinajas de barro
creen recordar la fe del romero
que ha sido remojado por tercera vez,
a ver si la tierra del patio,
en esta ocasión, le dice que sí.
He vuelto y, aún, el guardabarranco suicida del cuarto de pilas insiste en recitar las mismas palabras.
La manía de perseguir paisajes
Te resulta tan sencillo.
Venís, y consciente de la humedad de nuestras manos
sonreís excusas cobardes.
Y me enfado con todo lo que retarda
este suceso sincero inevitable.
Pero no me acostumbro
a no poder masticar
estas ganas que te tengo.
Estos ríos incompresibles.
Estas manos que retengo.
Si supieras, amigo,
que me enredo entre palabras
a ver si te olvido,
si me distraigo.
Si supieras que en el filo de esta lengua
resiste lo que no te digo.
Cómo bailás con tanta alegría,
cómo arrastrás tanta luz amarrada a tus zapatos.
Si supieras.
¡Ay, si pudieras quererme un ratito!
Si te contara un poco
de lo que te quiero.
Si te besara por un momento,
lo haría de nuevo,
y te mentiría acerca de haberlo hecho.
Y si me pidieras la verdad
tendría que obsequiarte
esta manía de perseguir paisajes
y ortigarme hasta los dientes
por revolcarme en los pastizales.
Así que me rindo
y me inflo las costillas
para todas las libélulas que galopan,
entre tanto eco, entre tantas astillas
fugitivas.
En esta manía de perseguir paisajes, si supieras que soy yo la tormenta que insiste, ingenua, en quererte, no un poquito, ni un ratito, en QUERERTE, hambrienta.