Nunca es tarde para empezar a descubrir la pasión por las artes plásticas. Este fue el caso de Mary Delany, que a sus setenta y dos años comenzó seriamente su carrera como artista. Se hizo conocida por sus “mosaicos” de papel, recreando imágenes de flores, junto a sus bordados y su peculiar correspondencia.

John Opie, 1782, National Portrait Gallery
Delany nació en Granville en la Inglaterra del bello siglo XVIII (el día catorce de Mayo de 1700. Hace dos días fue su trescientos veinte cumpleaños). Era hija de una buena familia que estaba emparentada con la realeza inglesa dominante del entonces. Tuvo la suerte de recibir una buena educación desde temprana edad, lo que era difícil para las mujeres de aquella época. Su educación se dirigió especialmente a que fuera dama de honor de la reina Anna Estuardo. Nunca llegó a desempeñar ese papel. Tristemente la reina murió años después. Aún así siguió estudiando lecciones de música, danza, francés, bordado… Las asignaturas habituales para una mujer de corte.
No gozó de toda la libertad que hubiera deseado en los primeros años de su vida. Visto que su futuro como dama de honor se vio truncado, su familia la obligó a casarse a los diecisiete años con un político influyente de sesenta años. Ella no deseaba contraer matrimonio con él, no tenía ningún interés. La unión no duró mucho, ya que a los cuatro años, Lord Lansdowne murió mientras dormía. Fue al final de este matrimonio fatal, cuando tuvo un ligero contacto con el mundo de la botánica, la jardinería y el bordado. Así pasaba el rato mientras cuidaba de su marido moribundo.

«¿Por qué las mujeres se ven obligadas a la necesidad del matrimonio? ¡Un estado que debería ser siempre de libre elección! Y si una mujer joven no tiene una fortuna suficiente para mantener la situación en la que fue criada… ¿Qué puede hacer, sino casarse?«
Estracto del diario de Mary Delany
Al enviudar, Delany salió al mundo. Una mujer viuda en aquella sociedad inglesa tenía más libertad que una mujer no casada. Lo que le dio la independencia que ella anhelaba. Al morir su marido no tuvo un sitio estable donde vivir, se quedó sin ingresos ni fortuna, por lo que se dispuso a viajar y a vivir con amigos y familiares.
Fue en uno de sus viajes a Irlanda en donde conoció a su segundo marido, Patrick Delany. Contrajeron matrimonio cuando su mujer murió. Patrick estaba muy interesado en la botánica y en la jardinería, al igual que Mary. Fue este interés común lo que le impulsó a pintar, estudiar y bordar flores y plantas.
En el año 1768 murió su segundo marido, quedándose de nuevo viuda. Fue entonces con ya setenta años, cuando se dedicó de forma decidida al arte. Comenzó con la realización de sus piezas más famosas; sus collages florales.

Aunque a simple vista parecen pinturas, son collages. Cada flor está conformada por cientos de pequeños papeles de colores recortados (por ejemplo, para el pétalo de una flor, podía llegar a los 200 trocitos de papel) y pegados cuidadosamente con una mezcla de clara de huevo o harina y agua. Solían ser de papel tissue o papeles tintados a mano. Además, cada ilustración está acompañada de un pequeño apéndice con los nombres científicos y comunes respectivos de cada especie reproducida.
Sus mosaicos de flores, como solía llamarlos, se hicieron famosos enseguida, quizás debido a sus contactos influyentes. Todas sus amistades, incluida Margaret Bentinck, la duquesa de Portland, quien dijo confundir un collage de Delany con una flor real, le enviaban flores por correo para que las pudiera imitar en sus collages.

A los ochenta y ocho años de edad tuvo que dejar esta maravillosa afición debido a su ceguera, que le impedía trabajar. Aún así, realizó un grueso de 985 collages florales.
«He inventado una nueva manera de imitar flores.»
Mary Delany
Se conoce menos su faceta como bordadora. Solía bordar decoraciones florales para juegos de cama y otros. Bordaba incluso su propia ropa, de una manera exquisita y excepcional. Cada flor que bordaba es identificable, lo cual es extraordinario, debido al diminuto tamaño de algunas de ellas.



La belleza y sutileza de estas representaciones botánicas siguen maravillando hasta el día de hoy. Su capacidad de síntesis y observación es sorprendente. Las flores están representadas con un gran grado de realismo. La minuciosidad de su obra no nos deja indiferentes. Se cree que fue ella una de las artistas que inspiró años más tarde al collage hiperrealista moderno.
Os recomiendo que echéis un vistazo a la colección de la obra de Delany que tiene el British Museum en su web. Dejo el enlace a continuación.
Webgrafía