La poesía como herramienta sociocultural a lo largo de la contemporaneidad centroamericana

Por Byron Ramírez
Fotografía: Adolfo López Pérez

Al hablar de las distintas tendencias poéticas en Centroamérica, en lo que consideramos época contemporánea, podemos señalar diversas interpretaciones alrededor de sus posibles periodizaciones, podemos otorgarle diferentes valores enfocándonos en distintos puntos de vista y tal vez no coincidir jamás. En relación con esta misma poesía podemos mencionar miles de autores que, en su debido momento, tuvieron gran relevancia en la historia de las letras centroamericanas, por sus logros o su estilo, e incluso así nunca podríamos abarcar todo su significado, todos sus senderos y avenidas; sin embargo, podemos hacer mención y reconocer ciertos aspectos, que vinculan en cierta medida el ejercicio poético con una intención social evidente, de forma directa o indirecta, por parte del autor.

Hoy en el presente siglo veintiuno, la poesía sigue funcionando como herramienta de expresión social mediante la cual una voz poética se manifiesta desde su propia percepción de mundo con la intención de repensar la realidad que lo atraviesa- En la llamada poesía indígena contemporánea, por ejemplo, la palabra adquiere una importancia trascendental en cuanto posee la capacidad de evocar, y de invocar, mediante el lenguaje escrito un legado, una cosmovisión ancestral propia o colectiva. Poetas como Rosa María Chávez (1980) de Guatemala se apropian de este lenguaje y dejan de lado su lengua indígena para representar, mediante una obra poética en lengua hispana, la vida, el mundo y el cuerpo desde la perspectiva maya. La voz de la mujer se transforma en la voz de una figura ritual en un intento por recuperar la historia de su sangre. Así, mediante la memoria ancestral heredada, otras poetas como Maya Cu (1968) luchan, a través de poemas como «Rabia», por generar conciencia acerca de la situación propia de su pueblo. La poesía, en este sentido, pasa a ser recordatorio constante de lucha.

Una característica social apelativa se nos muestra con anterioridad, en su compromiso con «la patria» bajo una labor revolucionaria, en poetas como Otto René Castillo (1936-1967), quien, mediante la palabra, conjuga un deseo de sacrificio hacia un ideal, por y para su tierra guatemalteca. Además de tratar temáticas y situaciones propias de la existencia humana; en poemas como “Madre dolorosa”, su ideología de la muerte se ve representada como una imposición a la vida, y la vida como una desolación del hombre que lucha por una causa. El poeta adquiere, desde esta visión del arte, el trabajo de darle voz al subalterno y ser una especie de testimonio poético articulado desde su propia cotidianidad.

Casi al mismo tiempo, autores como Roque Dalton (1935-1975) desde El Salvador construían su poética a favor de un pensamiento similar; la poesía como herramienta social para la rescritura de la historia. Desde un yo lírico despersonalizado, Dalton sitúa su obra sobre las bases de la memoria de su pueblo como una ventana a la nostalgia. En poemas como “La siguanaba”, el propio pasado se nos muestra a modo de un recordatorio descriptivo, con la intención de apelar al recuerdo y generar simpatía por las raíces de una cultura. En sus obras se apela a la vida contra la muerte y nos muestra, en poemas como “Todos”, un deseo personal de la unión del pueblo a favor de la justicia. La poesía, de este modo, pasa a ser búsqueda de esperanza. Esta unión es primordial y se nos hará presente en muchos de sus trabajos: en “Poema de amor”, por ejemplo, donde se evidencia el deseo del autor por tratar al sector centroamericano desde una sola visión grupal, fraternal y solidaria.

Por otro lado, se encuentran autores como Julio Fausto Aguilera (1929) en un contexto prerrevolucionario de Guatemala, con poemas como “La patria que yo ansío” donde se enumeran aspectos propios de un anhelo íntimo, de un ideal de patria, para posteriormente, como cierre, invertir y cambiar el discurso esperanzador por un discurso trágico, confirmando así que esa patria anhelada no existe. Estas herramientas literarias parecen funcionar desde su contexto político-social en Guatemala como un grito, una crítica a la vida, a la sociedad y al propio ser humano.

Asimismo, es posible nombrar a autores como Carlos Martínez Rivas (1924- 1998) quien en su momento expuso una visión similar de su patria Nicaragua en el poema “Canción de cuna sin música” donde presenta una serie de situaciones entretejidas de manera pesimista, impregnadas de desilusión. Para este autor, el poema se presenta desde la desilusión, como una herida necesaria que denuncia, al mismo tiempo que sana.

Esta utilización de la poesía como mecanismo crítico, la podemos hallar de igual manera a lo largo de las distintas vanguardias centroamericanas, donde un nuevo ejercicio poético surge como reacción al desarrollo urbano de la modernidad.

En poemas como “Luna Park” del autor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón (1901-1992), por ejemplo, podemos notar cómo se describe la vida, el mundo y la gente, desde la perspectiva de un “Creador” entristecido. Se describe el estilo de vida social de la época, los cambios comunicativos, las exigencias de la industrialización, la situación cultural, para así, mediante la combinación de enunciación, lenguaje de canción y un desligamiento intencional de los parámetros de rima y métrica, exponer lo que percibe el yo lírico de la sociedad y el ambiente que lo rodea. La vanguardia surge como un intento socio-artístico de ruptura ante el desarrollo de la urbe, como se muestra en otro poema de Cardoza y Aragón dedicado a “a Rafael Andivar”, en el cual se plantea una rendición a un sentimiento de soledad, símbolo del desacuerdo y el caos proveniente del ambiente urbanizado de la época. Dada esta tensión, el poema toma la forma de un puente entre el propio yo lírico y el choque que le produce la realidad que lo envuelve.

De igual manera, surgieron obras como la de José Coronel Urtecho (1906-1994) y Joaquín Pasos (1914-1947). “Chinfonía Burguesa” es un texto donde se da la representación de una farsa, una burla, lo absurdo y un juego con el lenguaje cuya finalidad es realizar una crítica social a la burguesía, representándola a través de los personajes de la pieza. Durante toda la obra se manifiesta una musicalidad y una parodia propia de una composición carnavalesca; una burla a la sociedad burguesa y al orden dominante.

Más recientemente, refiriéndonos a la poesía centroamericana de los últimos años del siglo XX, podemos afirmar, tomando como ejemplo a Carola Bramonte (1961) la presencia de una búsqueda individual dentro de los sentimientos propios del sujeto femenino, encarnado en el yo lírico: la soledad y la angustia del existir. En otros casos como Erick Aguirre (1961), en poemas como “Ser hombre” o “ver un cuerpo temblar”, es notable el desdoblamiento del yo lírico, su cuerpo y su mente; dicha subjetividad se hace presente a lo largo de esta tendencia intimista que tiene como objetivo centrar la poesía en un plano empírico, entre un ser y un parecer, por lo que se puede afirmar entonces que el texto poético adquiere una función social en el sentido de que permite al propio hablante poético expresarse con la intención de construir identidad por medio de temáticas alejadas del exteriorismo.

Esta poesía adquiere carácter social en la propia decisión del hablante poético de tratar temas propios de la emoción humana y de la situación personal subjetiva, muy similar a las temáticas tratadas por el modernismo.

Ya el mismo Rubén Darío (1867-1916) en 1888, en poemarios como “Azul”, considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recogía relatos, con una gran variedad métrica, con los cuales el autor presentaba preocupaciones como la insatisfacción ante la sociedad burguesa, tan claramente retratada en el poema “El rey burgués”.

Darío desarrolló su poesía desde su propia imaginería exótica: Francia del siglo XVIII, la Italia y la España medievales, la mitología griega, entre otros elementos. Se puede notar cómo destaca la renovación del lenguaje poético, visible en el léxico utilizado, en la inclusión de cultismos procedentes del latín o del griego e, incluso, neologismos, herramientas encaminadas a la creación de efectos exotistas, novedosos, que caracterizaron sus obras. Todos estos recursos el autor supo entretejerlos desde un afrancesamiento poético como parte de una herramienta intimista, con la cual él mismo dio forma a una imagen de sí mismo, desde la palabra hacia el mundo.

El erotismo, se presenta, de igual manera, como una herramienta que el o la poeta articula desde su propia realidad, su voz, su cuerpo y su mente, mediante el lenguaje, a favor de una reivindicación identitaria. Así, en autoras como Ana Istarú (1960) y Gioconda Belli (1948), la poesía cumple un papel libertario, pues la voz poética es la encargada de romper los esquemas preestablecidos por el discurso tradicional, para, de este modo, mediante la palabra, expresar y representar una corporeidad, una idea y un ideal de sentimiento enfocado en el placer y en el deseo. También, autoras como Carmen Matute (1974) o Ana María Rodas (1937) tallarán sus obras sobre estas ejes. La poesía erótica cumple entonces un papel social evidente en el momento en que la voz de estas y otras autoras construyen su poesía desde una visión de mundo desarraigada por voluntad propia de los ideales tradicionales de la época; en el poema, estas autoras se declaran libres de romper con los parámetros prestablecidos por el poder hegemónico. Las palabras adquieren desde el erotismo una capacidad de ruptura y reivindicación, evidenciando de esta manera una característica común de la poesía centroamericana: la utilización del arte como herramienta (arma) social indispensable.

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