Acercamiento a Colectiva Jícaras de Costa Rica por: Silvia Elena Guzmán Sierra
Hace poco más de un año nos juntamos un grupo de desconocidas con algo en común: queríamos hacer de la poesía un espacio de expresión seguro para nosotras y para quienes nos escuchan. Muchas son las razones que anteceden a este anhelo, razones colectivas e individuales que, al final, desembocaron en una apuesta por una poesía performática y accesible. Sin embargo, este deseo fue solo el inicio de un viaje de encuentro con nosotras mismas, nuestra voz poética y la colectividad.
Después de publicada la antología Certamen Desierto (Fruit Salad Shaker Ed, 2018) en la Feria Internacional del Libro de Costa Rica 2018, surge en ciertas poetas publicadas un deseo de juntarse. Al principio no hubo una idea clara, como suele ser el deseo, simplemente existía una intención, un impulso y un grupo de WhatsApp. Con el transcurso de los días confluimos en algunas ideas: la poesía ególatra y personalísima no respondía a nuestras intenciones artísticas. Como consecuencia de estas discusiones surge “Lámparas”, el acto performático que tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Costa Rica 2019.
Me detengo. Los dos párrafos anteriores los escribí hace casi dos semanas. El trabajo, el síndrome de la hoja en blanco y las cosas bonitas que hemos estado haciendo como colectiva me habían impedido volver al texto. Hoy que vuelvo a él, sé realmente cuál es mi intención al escribir.
Últimamente compañeros poetas en Costa Rica han discutido y reflexionado sobre la denominada Nueva poesía joven costarricense, y en ese marco se me invita a escribir este artículo. Sin embargo, no puedo hacer aquí un análisis del quehacer poético de quienes nos dedicamos a este arte y tenemos menos de 35 años en mí país, pues Jícaras es diversidad. En concreto respetamos la disidencia de pensamientos de cada una, y la Nueva poesía joven costarricense no es un tema que hayamos discutido, por lo tanto, no tenemos una opinión compartida. Por ende, no escribiré sobre la Colectiva Jícaras en el marco de este debate.
Podría también hacer aquí una referencia técnica a nuestros métodos de creación artística (poética y escénica) detallando en ¿qué entendemos en la colectiva por performatividad?; si tenemos o no referentes estéticos comunes entre nosotras; si hay o no metáfora detrás de nuestro nombre y proyectos; esto, creo, sería muy atractivo. Pero entre nosotras no hemos profundizado en estos temas, así que considero no son discusiones trascendentales. Quizá después. (Un poco de esto discuten Susana y Pamela en una entrevista reciente que pueden escuchar el en podcast Hashtag grabado en Costa Rica a través de la plataforma Spotify).
También podría escribir sobre lo importante de que exista de una colectiva independiente de mujeres escritoras jóvenes en el país. Y dedicar este artículo a la historia de la escritura de mujeres en Costa Rica y el aporte que hemos hecho. No obstante, esta sería una pretensión completamente personal. Este artículo trata de la colectividad, no de mí, ni de mis afanes académicos y teóricos, así que tampoco escribiré sobre esto (por cierto, el libro Mujeres e identidades. Las Escritoras del Repertorio Americano de Ruth Cubillo Paniagua, publicado por la Editorial Costa Rica, es un excelente lugar donde indagar si existe interés en estas temáticas a nivel latinoamericano).
Las Jícaras somos profesionales en distintas áreas de las ciencias, las artes y las letras; venimos de distintos contextos sociales y culturales: somos algunas de la ciudad, otras de la ruralidad o migrantes. Somos también sexual, filosófica e ideológicamente diversas. Desde esa “pluriforma” nos gestionamos, asumiendo que juntas podemos sumar nuestros conocimientos, gustos y capacidades para crear un arte que se entiende colectivo. Es decir, fuera de la tradición literaria, nos ocupamos en ser diversas en colectividad y no uniformarnos en un estilo “único y auténtico” como “movimiento artístico”.
La poesía en nosotras es manifiesto de colectividad, no un ejercicio solitario e individual a favor del ego artístico. Es decir, sí, hay una propuesta estética concreta (y por tanto política) que se edifica no sobre principios estilísticos si no sobre principios éticos y prácticos dados desde el amor y el cuidado, a favor de un arte accesible y sincero.
Entonces, lo que he decidido hacer es una confesión. Quiero levantar un reconocimiento al amor y al acompañamiento que hemos creado juntas estas ocho mujeres: Caro Campos, Melissa Valverde, Melissa Mendiola, Ana María Badilla, Susana Alvarado, Pamela Monge, Valeria Morales y yo, Silvia Elena.
Es la diversidad el nicho donde crecemos, nos expandimos y somos capaces de salir de nuestros estados de confort personales y creativos. Pero más allá del aspecto público y de la receta que hemos cocinado para que Colectiva Jícaras tenga éxito, confieso:
-Que somos amigas y esto está más allá de las pretensiones estéticas.
-Que hemos decidido aceptarnos diversas y respetarnos como principio fundamental de la colectividad.
-Que nos sentimos seguras al crear juntas.
-Que constantemente tenemos lecciones de humildad y vida. Somos refugio.
-Que, aunque la poesía nos une y organiza, hemos creado un espacio para el compartir la vida misma.
-Que somos conscientes de la posibilidad de conflicto y divergencia entre nosotras.
-Que compartimos más memes que poemas.
¿Por qué una confesión?
Porque lo que hacemos juntas es poner en metáfora la vida, y un poco de realismo no le cae mal a nadie. Y porque me parece precisable que, en época de crisis, desnudemos la sensibilidad.
Para terminar, Un poema:
Mujer agua y arcilla [1]
Soy mujer sin rima
Mujer que no sabe
Mujer que piensa y que es pensada
que cierra los ojos y se ensancha
Pulverizada
encontrándose entre poemas propios y ajenos
emergiendo entre bondadosas lluvias y matorrales.
Me construí explorando los canales de la piel
respirando por membranas recolectoras de agua.
Crecí las manos alcanzando barro y madera.
Del seno de mi madre,
al seno de la tierra.
Hay un río que fluye a mis espaldas,
es el sonido de un secreto a voces
limpió mi sangre, recordé su nombre.
Cantaron corazones agua
sin problemas de vista
con oídos resueltos.
¿De qué color tengo ahora mis pupilas?
Ya no son del color del miedo
Tampoco de la vergüenza.
[1] Este poema es un cadáver exquisito construido a partir de versos de las 8 Jícaras.