Reseña: «Mi madre favorita tiene bíceps» de Lilian Laura Ivachow

 Mi madre favorita tiene bíceps (La mariposa y la iguana, 2016) es un libro de cuentos de la escritora y docente Lilian Laura Ivachow (1970), con un título que enseguida llama la atención y genera diversos interrogantes y efectos de sentido, pero que se nos aclara al encontrar la frase en el cuento homónimo. El libro consta de cuatro cuentos: «¿Quién será Érica?», «Mi madre favorita tiene bíceps», «Los paracaidistas» y «Chungking Express». Los dos primeros comparten similitudes, como el desarrollo de la temática de la obsesión desde un enfoque intimista, a través del cual se trazan recorridos personales iniciáticos. Las protagonistas de ambos relatos van descubriendo aspectos de sí mismas que estaban ocultos. El personaje de la primera historia se obsesiona fervorosamente con una actriz de TV de los ochenta llamada Érica, que, al igual que ella, tenía 17 años. Esta figura se mete muy adentro de la joven y se instala para siempre. Crece con ella, la sueña, la rastrea, le augura éxitos y derrotas, todo a la distancia. Esta visión del amor como una loca admiración y un deseo indómito de acceder a aquello inalcanzable reaparece en el segundo cuento que da nombre a la obra. Pero en este caso, vemos a una mujer que se enamora de alguien cercano: Malvina, su instructora de boxeo. Esta fijación la lleva a alejarse de un amor perdido y descubrir un nuevo mundo-refugio.

 La escritura de Ivachow fluye con gracia y humor, articulando el registro coloquial del dialecto porteño con un lenguaje poético, mediante el cual se suceden imágenes y se crean verdaderos cuadros estéticos. Las historias generan empatía rápidamente, los personajes explotan tanto su carisma y sensibilidad, como su melancolía y desesperación, van del éxtasis a la amargura, mientras se redescubren a sí mismos bajo otras luces.

 La memoria es otro elemento que tiene un peso importante cuando se narra el mundo propio, las vivencias del pasado regresan al presente a través de recortes de diarios, revistas, videocasetes, búsquedas en la web, fotografías, cuadernos, pequeños tesoros o la pura invención de la imaginación cuando no se puede acceder a los pliegues de la memoria. La evocación siempre remite al universo de lo íntimo, lo primario, y despliega la reconstrucción de un pasado hecho de fragmentos -muchas veces difusos como cenizas-, para conectar con lo que fuimos también desde la relación con los otros. Los retratos del pasado vuelven como parte de una obsesión que no deja de resonar, como la huella de lo que no pudo ser o como aquello que se quiere desterrar. Aquí radica lo entrañable de los personajes de «Mi madre favorita tiene bíceps».

 Otro aspecto bien logrado es el recorrido urbano, el travelling por Buenos Aires y Hong Kong, desde una mirada amplia, panorámica y detallista que captura los colores de la cultura cotidiana propia y la remota. El último cuento, «Chungking Express», recrea la película homónima de Won Kar-wai (del año 1994) y representa de manera adecuada una sociedad tan distante como es la de China.

 El recorrido urbano, con sus vehículos, autopistas y paisajes, avanza a la par del recorrido personal/interior, pues el viaje es hacia adentro. En las descripciones, se presentan diversos objetos y figuras significativos de la cultura pop de los ochenta y noventa, que tienen algo de kitsch y aportan un aire deslumbrantemente retro y nostálgico: celebridades de TV, handycams, músicos stoners, cinéfilas frustradas, chapitas de Mountain Dew, policías melancólicos, compact discs, criminales prêt-à-porter con peluca rubia. Esta atmósfera retro, tan particular, inunda toda la obra y permite abordar las temáticas de la memoria y la sensibilidad humana, con sus claroscuros y devaneos. En «Los paracaidistas», entramos en esas idas y venidas por los senderos de la mente y el pasado, los reencuentros impulsivos con vestigios de personas, espacios, sensaciones y objetos causan en la protagonista muchas emociones encontradas, hasta que un hecho trágico la aturde al punto de descreer en la veracidad de esos recuerdos. Los personajes de este cuento, como de los otros, ansían el vértigo, el salto al vacío, por el hecho de sentir algo distinto que los despegue de lo mundano: «La caída libre… te tirás en un pozo que no acaba, sentís la euforia, la fuerza de la tierra y nada más querés suspenderte ahí, en el corredor de aire… No ves pasar la vida delante de tus ojos porque sos la gravedad y sos el viento, te sentís poderoso, tremendamente vivo y no pensás, porque el mundo se te pierde en esos segundos».

Biografía

 Lilian Laura Ivachow nació en Buenos Aires en 1970. Es licenciada en Letras por la UBA y su camino se despliega entre la literatura y el cine con igual pasión. Colaboró con la revista El perseguidor. Publicó el poemario Mi chica de cristal (Ediciones Mala semilla, 2007) y coordinó talleres literarios en la Unidad Penitenciaria de Marcos Paz. Codirigió el documental sobre David Kohon Una galería de espejos (2000) y dirigió el largometraje Pablo y Virginia van a Luján (Selección Festival Internacional de Montevideo 2009). Ejerció el periodismo y la crítica en la revista El Amante, punto de partida de los cursos especializados en la obra de Leonardo Favio, que desde 2010 imparte en diversas ciudades del país. Actualmente, dicta seminarios sobre cine y literatura y se desempeña como docente en la Universidad Nacional de La Matanza.

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