Foto de portada: Características
Las voces, así como sus portadores, los hombres, van y vienen. Algunas van sin dejar rastro ni huella. Otras solo son vestigios de tiempos que no volverán. Sin embargo, existen voces que cambian la dirección del viento para promover nuevos bríos. El surrealismo es algo nuevo para muchos, pero vigente en todo sentido. Un ágape de sentimientos y decisiones que liberan al hombre. Podríamos discrepar, es cierto, pero encontramos que la naturaleza humana va más allá de una corriente. Es como un sueño que se manifiesta en el arte, sin medias tintas ni rasgos de ideologías. Un grito liberador. Un mañana que se vuelve azul. Un reloj que se derrite y no deja que el tiempo avance. Progresivamente, los artistas dejarán fluir estos riachuelos de posibilidades para enarbolar composiciones más ascéticas y catárticas.
Creemos que el mundo es nuestro, pero solo es nuestro la extensión de terreno que poseemos y que, muchas veces, no conocemos. Porque nos aferramos a los sentidos y solo lo que percibimos es real. ¿No hay algo más allá? El poeta trasgrede y ve ese otro que se mueve y se aleja. Una dinámica que es como un cometa que divaga por el espacio. El buen samaritano que recoge al herido es aquel escritor que recoge las palabras para llevarla a un hogar que lo acoja: el poema.
Gracias a la gestión de Noel Alonso, destacado poeta cubano, presentamos a dos autores que merecen ser conocidos. Dos autores que nos llevan a un vuelo imposible, a un lugar donde los sueños se materializan y se transforman en vehículos sin límites y en países sin frontera.
Eilyn Lombard (1978). Actualmente en el programa de doctorado del Departamento de Literatura, Cultura y Lenguaje de la Universidad de Connecticut. Madre de Alejandra y Reina Lucía y autora de Suelen ser frágiles las muchachas sobre el puente, (poesía) Reina del Mar Editores, 2005, Todas las diosas fatigadas (poesía), Ediciones La Luz, Holguín, 2011, y Las tierras rojas, (poesía), Ediciones Mecenas, 2019.
***
agazapada/desmedida/rabiosa animalejo en ciernes
busco en los mensajes antiguos una señal
la señal
trastabillando advierto si fue leído o no
me repliego
palomita o flecha (no yo)
que me vuelvo gata/ata
de amarrar los lazos de los zapatos
las letras en el teclado
los cuerpos en la plaza
delirante
y ronroneo
relamiéndome
ovillada
palomas y flechitas atrevidas son los signos: atrevida me atrevo
y me advierten
(pero sin agujas con que tejer códigos/verdes luces)
no eres un animal
se ciernen sobre tu voz los golpes
calientes las manos en el juego
son jugos prohibidos ya lo sabes saben del mensaje la señal el grito o lamento o triste
humo leído/no leído
enviado:
desde el móvil que no tenemos.
***
Un gorrión se arranca las plumas
alguien mueve unos trastos
a la arruga del entrecejo se añaden lentes
Allí arrastran
y duelen los silencios intermedios
Solo veo a esa mujer que cree amamantar a su hijo
solo veo el cuervo picoteando su pecho
y correr la sangre que ella cree leche
He mezclado nuestros cuerpos
su boca de mujer y la mía y la de él
He visto correr mezcladas la leche y la miel y la sangre
Yo también arranco mis plumas
y me protejo la piel con cremas y trapos de colores
Arranco mis plumas y leo palabras ajenas
Y lloro amores ajenos
y digo
mentiras y verdades a medias
Defiendo cierta rara pureza
y me escondo de mí y de todos
Nadie sabe
Nadie sabe si estas o las otras serán las últimas palabras
si voy a morir
si arrancarme las plumas o ver al gorrión hacerlo es otra forma de morir
o la piedra en el pecho o el hueco en el cuello de abajo
o las manos hinchadas y el cigarrillo a escondidas o el dolor
solo el dolor
Nadie sabe.
***
gritas Cuba
y respondo
desemejante/etérea/tercera
punta de la madeja para el viaje siguiente
y cuentas
antes de la cerveza
la historia tierna/dolorosa que no encuentro en tu perfil
manos de jardinero
mi abuelo nunca tuvo manos así
ni usó largas camisas y sombrero
yo hubiera querido
ir con mi abuelo al jardín donde trabajaba
pero no tenía mi abuelo jardín
que me arrancara pedazos de las manos
oler la tierra
caminar las flores
así que solo regreso a tu grito
y respondo
para encontrar tus manos que sostienen un libro
arañando las mías.
***
soy la mujer vestida de gris
me gusta/no me gusta
breve gris cubriendo
compartir con los mejores amigos
una mujer de pelo rojo quiere compartirse
partirse en pixeles
un pedazo para uno/un pedazo para vos
casi rojo
revuelto
y una pequeña marca
arruga (no me gusta)
entre sus cejas
chat desconectado
donde todo se advierte
arruga agujero (volver a intentarlo)
para mirar mejor
los nombres/ el tedio: de los otros.
***
he hurgado yo en todos mis agujeros
pero esto
duele
invaden mis cavidades
rojas, ardientes
con punzantes hierros
con agua y tinturas blancas
bicúspide
destronada
lo malo se ha ido
es por salvarme que arrancan la bicúspide
hueso ardiente
hermoso hasta hoy
dolor del silencio
silencio del estomago
del vacío
dolor de las manos menudas
moviendo trozos de hierro en mi boca
casi virgen
la boca
he sido agujereada
***
abrir la puerta
apretar un botón (encender la otra puerta)
delimitar la suavidad del agua
mientras
encender/abrir/mirar: otra puerta
fotos (subir imágenes/grietas/escondrijos/resquicios)
temblor de ajenidad que se devuelve
historia (propia/inventada)
de isla//muerte
otra isla
hecha de abrir y cerrar puertas
un agujero de piedad y miedo
la misma puerta
pinchazos en el vientre
agudezas del frío
hincando fotos/presagios
que no se acomodan sino en el mismo centro
de la sangre
desprendida a trozos (del alma)
afilados golpes
de frío/pánico/fuego.
***
que duelan
prefiero que duelan
y no este caerse de estar muertos dormidos
diez pasos atrás
y las palabras colgando de mis dedos
meciéndose
temerosas de mí
de ustedes
prefiero el ardor
y no este aire flotando
gelatinoso y débil
diez pasos atrás
y sonreír
buscar otro camino
la levedad insatisfecha me aterra
aullar
con toda la ridiculez que merecemos
aullar
ridícula y feliz.
***
levemente amarga
esta bebida que me han ofrecido
levemente leve
endulzada con gesto afectuoso
pero no creo
ya
si me niegas otros goces y me devuelves pálidos brebajes
¿cómo crees que vivo?
debo gritar mi nombre
desde mi herida
tibia, es cierto, pero herida
preciso estos desgarramientos
preciso guardarlos
viajar con ellos de uno a otro lado
y devuelves
justo en el borde del camino
la sonrisa idiota de quien me advierte
manzanilla pálida tibia
que no bebo.
***
podré ser la isla
la mujer isla que se deja besar por todas las aguas
la mujer círculo finalmente.
busco una voz
sanguinolenta
(destrozados los vientos, los cordeles, las velas)
voz que el océano devuelve
y en la isla
resiste contra los árboles,
picoteada,
rota contra las paredes.
isla de sombras circulares
pretendo devolverme
rajar la piel en memoria de la muerte
gozar mis dedos allá dentro
morder el borde de los tibios alaridos
(rompe, mujer…)
busco una voz
destellos circulares en mi dolor profundo
y podré ser las sombras de la isla
una rosa de papel en el hombro derecho,
rosada y de papel
desafiando la fe pegada rústicamente por la izquierda
esta voz
cavernosa voz de isla de silencios sombría
hunde sus dedos en mi hombro
miro
y hay un pájaro verde donde antes la rosa
un pájaro verde
en mi hombro
callado esperando que me vuelva un círculo
isla definitiva
circular silenciosa.
Yanier Orestes Hechavarría Palao (Holguín, Cuba, 1981) Restaurador y artista de la plástica, miembro de la UNEAC. Ha ilustrado varios libros de literatura infantil. Ha realizado tres exposiciones personales: en la galería de Baguanos. Holguín, Grito para que se me escuche (2010); en la Casa De Iberoamérica, La persistencia del símbolo (2012); y en el 2013 estuvo invitado al evento de Babel, de performance, dentro de las Romerías de mayo. Sus obras literarias publicadas:Sombras del solo, Ediciones Holguín, 2005 (Poesía). Peces en bolsas de nylon, Ediciones Ávila, 2009 (Poesía). Premio “Poesía de Primavera” de la A.H.S en Ciego de Ávila, 2008. Música de fondo, Ediciones La Luz, 2010 (Poesía). A la intemperie, Ediciones Holguín, 2011 (Poesía). “Premio de la Ciudad”, Holguín, 2010, y “Premio Puerta de Papel”, del Instituto Cubano del Libro, 2013. Vaciados, Ediciones Aldabón, 2011 (Poesía). “Premio Cauce”, UNEAC Pinar del Río, 2010. Esteros, Editorial Abril, 2013 (Poesía). “Premio Calendario” en Poesía, 2012. Es coautor, junto a Luis Yuseff, de la selección La Isla en versos: cien jóvenes poetas cubanos. Ediciones La Luz, 2010. Recibió la beca de creación literaria que otorga el proyecto “Torre de Letras”, que dirige la escritora Reyna María Rodríguez, 2016. En el 2018 publicó por Letras Cubanas Óxido. Mantenía la columna Fugas, de la revista el Oficio junto a la también poeta Katerine Bisket. Funda junto a la poeta y periodista ecuatoriana María José Carrera la editorial de libros artes Lluevediciones, Y publican Dentro Fuera Quito, 2019. La obra está compuesta por textos de los fundadores de la casa editorial. Sus escritos aparecen en diferentes antologías, dentro y fuera de Cuba
Maestro de obra
Nunca vi ese título en nadie
no lo tiene el medico del grupo multidisciplinario
que hizo una reconstrucción craniana.
No lo lleva el obispo que oficia la misa los domingos.
No llego a ser maestro de obra José María de Mendive.
El hombre que educo al niño Martí.
Tampoco tiene ese título, ni babalaos, ni santeros que ha diarios consultan
para hacer llevadero sus días.
Ni políticos, ni artista alguno es llamado así.
Solo el hombre feo, entrado en edad, negro,
con el hedor de los rones baratos, sin dientes.
El albañil, el destruido porque su esposa se fue del país hace dos años.
En su solapín prendido del borde del cuello de su camiseta de trabajo
se puede leer con todas las letras
Maestro de obra.
Empresa constructora.
El destruido construye.
Sabe la medida exacta
De una buena mezcla.
Cuanto de cemento, cuanto de recebo.
La resistencia de una pared interna
que funciona como columna.
El peso soportable.
Él me explica.
Todo radica en hacer la mezcla apropiada
para levantar el muro
y la función que este va a tener.
Es imprescindible saber la función
de la estructura.
Pie de amigo
Se necesita uno, dijo el carpintero
tan solo es una cuña de madera
que sirve de soporte para reforzar la unión.
Tuve muchos pies entres mis manos.
En mi boca, queriendo penetrarme.
Es curioso. Recuerdo los pies y no los rostros de los amantes.
Aquellos húmedos de uñas super cortadas y muy limpias.
Los gruesos de dedos cortos y redondos tenían un olor tenue
no llega a hacer desagradable.
Los carpinteros por lo general
son hombres mutilados.
La sierra les lleva algún dedo de la mano.
Pero, este carpintero al pedirme
un pie de amigo, me trajo el sabor de mi lengua
entre los pies de los hombres que he podido
engañar con mi entrega.
El carpintero ebanista, refuerza la mesita tocador del siglo XVI.
Hace todo lo posible por que no se vea la reparación.
Como el cirujano plástico, maxilofacial.
Salgo del taller
Veo en los portales a las mujeres
Aplicarse esmaltes en las uñas.
El toqueteo perenne entre ellas
a favor de lucir bien.
Si yo al menos,
hoy pudiera tener
entre mis manos
un pie de amigo.
Ciudad de descensos
Al llegar al Ecuador pensé encontrar el equilibrio que siempre he buscado, pues los ciudadanos de un país con semejante nombre podían (estaba casi seguro) vanagloriarse de ser ecuánimes, estables, como esa línea imaginaria.
De pequeño mi papá me decía –vives con la cabeza en las nubes, pensando musarañas-. Ahora veo las nubes tan cerca, pero tan cerca que creo poder tocarlas. Me gustaría decirle, papi mira, no soy yo solo, todos los habitantes de una ciudad vive con la cabeza en las nubes.
He tratado de encontrar la Habana en Quito. Existe una fuerte similitud por contraste: la Habana es asediada por el mar, Quito por la cordillera de los Andes. La Habana es penetrada, violada por ese mar hermoso que muchas veces he llegado a odiar, cuando se lo llega destruyéndolo todo. Quito a cada rato tiembla, se mueve amenazante.
Caminar por sus calles empinadas es como si buceara, el aire falta, ciudad de inversión, de descensos, aun cuando subes.
El virus
No puedo salir.
No son los asaltantes, ni asesinos,
aunque aquí no se mata por placer
se mata para robar.
El virus si mata por placer.
Hace ya sesenta años una revolución mata a un país.
¿Pero, que es un país,
su gente,
los límites geográficos?
A veces creo, la revolución no mata nada
el país existe sin alardes ni premios.
Playas bellas, el mar perfecto.
Y hasta el hambre y la miseria, pues ellos son fotogénicos.
me percato de eso:
cuando vi vender fotos en blanco y negro
de la patria.
Hoy estuve matando cucarachas.
Me sentí bien al aplastar el invertebrado
dejándolo incrustado en la pared
saliendo la sustancia blanquecina.
Ellas no tienen sangre.
El virus está contento, su éxito es rotundo.
Una micro partícula mata.
He visto su imagen.
Creo que si vivo después de todo,
si existe el después, me tatuaré su rostro.
Y pensaré en lo pequeño,
en lo insignificantes.
En la mirada de mi amigo tomando café delante de mí.
En las palabras dichas con desde,
en las palabras no dichas
pero si pensadas
y en mi inútil
e inservible guerra ganada
matando cucarachas.
Costa nororiental
Yo quería integrarme al paisaje. Mirar los páramos secos, distantes, hostigados por el sol; el sol blanquea los troncos raquíticos de los árboles. Un sol que crispa el deseo de caminar. El paisaje me abraza hasta dejarme sin autoridad, pone orden en mí. Soy un hombre solo. Afuera hablan. Detrás de la puerta estoy con los que antes estuvieron en estos colchones, con los que no quisieron acompañarme.
A estos cuartos viene la gente a suicidarse. Es un bello lugar para morir. Desde lo alto se ve el mar, el litoral nororiental.
Yo adentrándome entre árboles sin follaje al mediodía. El resplandor cortaba las sombras de las ramas largas y delgadas. Solo algunos arbustos mostraban un fruto circular, negro, no comestible.
Miraba la mano que siembras Justicia, planta ornamental de hojas largas en forma de cintas, amarillas con manchas verdes (como Orula). La mano pone las yemas de esas plantas en un pomo de vidrio y lo coloca encima de la mesa de comedor. Así vemos a diario cómo crecen las raíces mientras nos alimentábamos, mientras moríamos. Cuando las raíces han crecido lo suficiente se siembran esas plantas alrededor de la casa; dicen que eso puede ayudar.
El crecimiento del desespero
Fuimos mirándonos poco a poco hasta hablarnos y no poder más e irme a su casa. Hice el viaje pensando en él. Al llegar estaba allí, en el café, su silla frente a la calle. La precariedad siempre relacionada al placer. Avanzábamos por entre el fango, al sur. Los quince minutos sin hablarnos, las lágrimas mancharon nuestras camisas, humedeciéndolas, haciendo visible lo que nunca dijimos.
La puerta hecha de pedazos de cartones y tolas. Dentro, en el cuarto, un manto tejido muy sucio, dividiendo el pequeño espacio. En el techo cruces marcando por donde se cuela el agua. Detrás del manto, una cama montada sobre cuatro ladrillos. Unos cubos, algunos pomos, botellas de ron vacías, platos plásticos con restos de comida. El barrio antiguamente fue un polígono para prácticas militares. Las familias han levantado sus casas aprovechando las paredes de mampostería. Otra vez lo que no fue construido para vivienda se convierte en hogar. La zona es llana y muy baja. Al caminar parece que te hundes, siempre hay fango.
Regalo
No puedo dormir,
no sé cómo cerrar los ojos y descansar.
Yo le había dicho: quiero un bosque de flamboyanes
y él me entregó un puñado de semillas.
Esto fue lo que nos faltó:
dónde, cómo sembrarlas, en qué terreno,
lugar,
base,
germinación,
nacimiento.
No puedo dormir,
no sé cómo cerrar los ojos.
A mi lado las semillas,
la amenaza de sembrarlas en terrenos que no son propios.
La amenaza de crear un bosque
y no poder caminar por él,
no poder adentrarme en mi propio deseo.
No puedo dormir, no sé cómo cerrar los ojos y descansar.
Tomo las semillas,
las aplasto, ya no con tristeza,
sino seguro de que
ante esta incertidumbre
es mejor la aniquilación.
Si alguna marca tengo es esta
Un fino hilo de saliva,
fuertes escupidas en el rostro.
Para así atraer lo ya vivido,
una vida de exhumaciones que bautizo.
Tatuarme no solo la piel, raspar paredes y baldosas.
Contemplar las hormigas bordeando la unión
de la pared con el piso
y en ese ángulo perfecto, su andar.
Marcar un terreno
un acto de superioridad,
subyugar la existencia del terreno
que ya existía, con o sin otro dueño.
El aire del ventilador
mueve las páginas de los libros.
He querido tirarle fotos a esa imagen, grabarla.
Sería retener lo irrepetible.
Sería un acto de exhibicionismo.
Prefiero los lugares, las personas.
La vieja fea que vende caramelos;
su voz tan dulce como la de su mercancía.
La blusa de jersey
llena de puntadas de diferentes colores
dejando ver los senos caídos.
Los productos reenvasados que le compro
(champú, perfume, cremas, aceites).
Pomos en los que se trafica
la juventud que se agota.
Las montañas bordeando el horizonte
hablan de una geografía
del encierro y la protección del paisaje.
La ciudad trata de borrarlo todo,
pero al subir los escalones
(del edificio donde vivo)
me encuentro
con el insistente olor
de orina y heces fecales de gatos y perros.
Ese olor me recuerda el lugar donde nací,
el olor de los caballos,
el sudor espumeante en la piel
de esos animales, brillando.
Si alguna marca tengo,
es esta.
Dar orden a lo observado
Regreso de la casa de un enfermo.
Le encontraba lógica a la fetidez de las calles.
Subo la mirada por la basura,
de lejos es un bulto que crece
y ocupa los terrenos.
Así se apodera de mí
este sobrecogimiento.
Es solo algo
que se apodera de mí
y ocupa todo el espacio.