Pensar un asunto, opinar y debatirlo, es, como ya es sabido, hacerlo existir, o, en todo caso, completarlo a través de esa dimensión del lenguaje que supone el pensamiento y, posteriormente, el texto escrito; darle vida. En este sentido, hablar de una poesía joven, en el contexto costarricense actual, resulta necesario e, incluso, beneficioso para profundizar en el sentido mismo de un camino que recién comienza a figurarse.
Hablar de poesía joven costarricense, desde la propia juventud, con todos los problemas que esto supone, no es algo novedoso. Inclusive la generación que nos antecede realizó ejercicios similares en múltiples ocasiones. Así, en un artículo de 2009 escrito por Camilo Retana, se reflexionaba sobre el asunto. En este pequeño texto, publicado por la Revista de lenguas modernas de la Universidad de Costa Rica, titulado “La poesía no sirve para nada”: poesía joven costarricense como discurso contrahegemónico, el autor describía una tendencia que, según él, era propia de la poesía joven de principios de siglo: Construir una poética desde el desencanto que evidenciara un conjunto de luchas colectivas y personales desde una estética opuesta a la tradición, particularmente, al trascendentalismo.
Esta labor, según el autor, tenía como mayor exponente al escritor Luis Chaves (a partir de su libro Historias Polaroid) y se venía afianzando ya desde el año 2000 como una estrategia cuya finalidad era rehuir de los discursos críticos y sistemáticos que ya para entonces resultaban obsoletos (p.32) En relación con este enfoque, Retana hace énfasis en el trabajo realizado por algunas editoriales independientes, especialmente el caso de la Editorial Perro azul, percibida, por esta generación, como un medio literario alternativo, libre de los ideales del poder hegemónico de la época, en comparación con la mayoría de editoriales estatales que, según él, excluían y censuraban a muchas de las nuevas voces que se venían gestando.
La poesía empezó a ser percibida como un mecanismo de denuncia que se conjugaba a través del tratamiento cotidiano de diversas temáticas. A pesar de esta idea, Retana resaltaba el hecho de que el trabajo poético no tenía para ellos una utilidad definida. “Se trata de una poesía que no quiere ser útil, transformar las instituciones, ni redimir a nadie. Una poesía, en fin, que no sirve para nada” (p.32)
Hoy ha pasado más de una década desde entonces. Y, aunque once años no parezca un periodo significativo, el panorama literario, al menos desde el punto de vista de la “poesía joven”, ha cambiado. Ahora son otras las ideas, las dificultades y las preocupaciones con las que se relacionan y se enfrentan las nuevas generaciones dentro del ámbito literario nacional.
El arte, en un mundo cada vez más globalizado, requiere tomar en consideración otra serie de factores y una gran variedad de nuevos mecanismos que se han venido involucrando con mayor fuerza en el ejercicio de las letras, a partir de la primera década del presente siglo.
El impacto de las redes sociales y la tecnología, las nuevas dinámicas de los talleres literarios, la incertidumbre del sector editorial y el auge de otros medios de difusión como las revistas literarias digitales, son parte de los factores con los que convive la poesía en el presente. Es esta nueva visión de mundo, por lo tanto, la que dictamina la manera en la que las generaciones jóvenes se relacionan con la literatura. El mundo ha cambiado y somos hijos de ese cambio.
Ante esto surge la pregunta ¿Ha perdido sentido la idea de la poesía como discurso contrahegemónico? Responder a esta pregunta no resulta importante ahora; lo que sí está claro es que no son los mismos términos los que moldean el ámbito literario actual. Aquella lucha que formulaba Retana se ha ido atenuando, debido también a que muchos de los escritores que parecían mostrar afinidad con esta idea de poesía contrahegemónica, hoy conforman parte de un nuevo “canon” nacional. Esto no quiere decir que sus obras se hayan alejado de aquel ideal estético (ni que no lo hayan hecho) sino que, por diversas circunstancias, dichos ideales pasaron de ser infravalorados a, de una u otra forma, ser considerados parte de la oficialidad.
Lo que sí resulta evidente es la manera en la que ese ideal poético caló profundamente en la forma en la que es concebida la poesía el día de hoy. De algún modo esa visión de la poesía como discurso disidente sigue siendo un eje de gran atención a la hora de trabajar la literatura (tanto en lectura como escritura) por gran cantidad de jóvenes; la poesía sigue siendo una forma de plantear y expresar preguntas, angustias, denuncias, libertades y otras percepciones que provienen de la interacción humana con el mundo, desde el mundo.
La utilización de un lenguaje cotidiano, o, al menos, de un lenguaje despojado de esa solemnidad exagerada que distinguió a otras corrientes estéticas desde el modernismo, pasó a ser una especie de norma a seguir para muchas voces que se vienen gestando, aunque no el único, ni mucho menos el más distintivo. Cabe rescatar, como elemento primordial, un aspecto realmente diferenciador de esta nueva poesía joven costarricense en comparación con la que describe Retana: Su diversidad. Una diversidad de voces que viene acompañada de una gran capacidad de acción y colaboración.
La nueva generación ya no se ve en necesidad de pensar a la poesía en términos binarios. Siendo, o no, influenciado por múltiples tradiciones a la vez, no recae en el o en la joven poeta la necesidad de construir un estilo en respuesta a otro, sino que elige construirse un estilo de acuerdo con su propia realidad, ya no con la preocupación de pertenecer a un bando o a otro; la poesía, para esta generación, es un gran espectro de posibilidades que nacen, se interrelacionan y mutan conforme avanza tiempo. El acto creador entiende de este modo que El poema es cambiante e inestable, como todo lo que vive.
Es aquí, en la contemplación de ese gran espectro, donde esta generación de jóvenes poetas viene a parar. Sin un único referente a seguir. Sin polémicas estilísticas y, por el momento, sin la necesidad de una. Así es como empezamos, y, así también, desde esta diversidad, se han organizado gran cantidad de actividades colectivas como recitales y encuentros. Apoyados por muchos escritores consagrados (de todas las edades) y otros autores jóvenes de distintos lugares del mundo, han sido posible eventos como el primer conversatorio de poesía joven costarricense, celebrado en casa de la escritora Marta Rojas, y, más recientemente, el I Encuentro de Poetas Jóvenes de Costa Rica, llevado a cabo como respuesta a la organización ambigua y contradictoria de Casa de Poesía en lo referido a la juventud.
Son muchos los colectivos que forman parte esencial de esta nueva carrera que recién comienza, entre ellos sobresalen: Turrialba literaria, Taller Joaquín Gutiérrez, Colectiva Jícaras, Taller Comelibros, etc. Asimismo, una serie de espacios que han abierto sus puertas a nosotros desde el inicio: Teatro poético William O. Saénz Patterson, El Lobo Estepario, Café literario Rayuela, Café con voz, entre otros.
En cuanto al ámbito editorial, este resulta más complejo de describir. No obstante, es fácil percibir algunos cuantos cambios en comparación con las generaciones que nos anteceden. Primeramente, las revistas literarias digitales, en su mayoría internacionales, cumplen hoy, como ya se ha dicho, un rol predominante en la difusión de textos literarios e investigativos, además de que a través de sus plataformas se mantiene constante un intercambio cultural en toda Latinoamérica (y en el resto del mundo). Nunca como hoy había sido tan sencillo enterarse de lo que se está escribiendo en México o Argentina, por ejemplo, y esto se debe principalmente a que, atravesados por la nueva era digital, las fronteras son cada vez menos obstaculizantes para el intercambio literario.
Luego, es fundamental resaltar la importancia que han tenido editoriales como Fruit Salad Shaker, actualmente inactiva, Editorial estudiantil de la Universidad de Costa Rica, NPPP y Poiesis Editores en lo que concierne a la exposición, publicación y promoción de muchas de las primeras antologías y una gran parte de los primeros libros de esta nueva generación. También, aunque con menor incidencia, se ha hecho presente el apoyo de otras editoriales independientes como Editorial Perro azul que parece volver a tomar fuerza, entre otras cosas, en su interés por apoyar a las voces poéticas más recientes.
Al final, admitir tales asuntos, entre ellos esa diversidad que nos conforma como grupo, es, a la vez, admitir que la misma etiqueta, bajo la cual hoy nos organizamos, es tan solo una forma temporal de nombrar a un fenómeno que ha iniciado, que nos envuelve y que en realidad aún no comprendemos en toda su complejidad. Una poesía que no sirve para nada y, sin embargo, utilizamos para mucho. De este dilema nace el presente comentario, y otras iniciativas anteriores como la selección de poesía joven que realizó Marvin Castillo para la revista Campos de Plumas de México: Intentos de pensar el asunto con la finalidad de componer caminos, o, al menos, imaginarlos.
Autor: Byron Ramírez
Referencia
Alvarado, C. R. (2009). ” La poesía no sirve para nada”: poesía joven costarricense como discurso contrahegemónico. Revista de Lenguas Modernas.
Castillo, M. (2020). La poesía joven de Costa Rica. Revista digital Campos de Plumas. Recuperado de: https://camposdeplumas.com/2020/04/27/la-poesia-joven-de-costa-rica/?fbclid=IwAR0ySGg9vOooj2H4wa0ntCHtx-B6nXaBXVS_JEvhXIrEGxrqXgq5Eqw4njM