Diviértete mirando los retazos de colores de cada día que alguna vez fuiste y suéltalos centelleantes entre el silencio. Piensa la idea de lo diferente, cuando el hielo comience a menguar.
Vengo a decirte que lo que crece es de otra parte. Por fin, nuevos senderos acarician tus pies. Un pulsar que trina, saborea y ríe. Pasajero del infierno, tu centro acelera sin rumbo, escondido en tu piel suave y gentil.
La renuncia es de los perdidos en la noche, entregados. Y de odio, un odio salvaje. Odio traducido en sangre mezclada, colisión furiosa contra lo que te parecía imposible. Odio es una palabra engañosa que esconde un éxtasis prohibido. Odio es un dolor simple y antiguo. Una puñalada de verdad bailando entre tus entrañas. El zumbido de la oscuridad como pájaro volviendo a casa en medio de tu cuerpo.
Acá existen manos, ojos y piernas que se desvanecen. Existen ríos también, pero no te entretengas tanto a conversar. Ten certeza del giro de la luna y sus huellas entre las paredes. Tormenta humeante y cazadora encontrada. Luego el sol levantándose, besos en la colina. Es posible oír a la diosa reír.
Y corre, corre lejos de cualquier máscara solitaria. Corre, no eres diamante en bruto. Eres hechizo de misteriosa vida eléctrica, y las mismas espinas que ahora parecen herirte anidarán tu trono como nutridas flores del oro.
Echa tus suspiros a las blancas venas de la tierra, y ten seguridad que no nacerá el humano capaz de engullirte. El sitio es hoy y no te quedan tantos intentos como piensas. No dejes que la puerta se te cierre para siempre, extiende tus alas de bordes rojos. Pierde la cabeza en los ritmos ocultos de la espuma marina crepitando entre tus rocas.
Y si aún no te convences, dime que no estabas hambrienta de algo más, dime que querías quedarte. Aún puedo hacerlo todo desaparecer en el aire pesado del tiempo.
¿Es que acaso no puedes ver lo maravilloso que es que nada te alcance?