Lisandro Urquiza: «Me gusta visibilizar a una comunidad que no siempre aparece desde un lugar protagónico»

Lisandro N. C. Urquiza nació en Gualeguaychú, Entre Ríos. Siendo aún un niño, su familia se mudó a Buenos Aires por razones laborales. Su educación secundaria fue comercial con orientación en Lengua y Literatura. Con el paso de los años, y trabajando tiempo completo en una empresa financiera, comenzó a transitar en la literatura. Publicó en 2018 su primera novela Los chicos rubios. En 2019, la continuación, Oleg y los chicos rubios. El viaje de Tomás y Mateo es su tercer libro. Una historia independiente de las anteriores, aunque con algunos escenarios en común. Actualmente se encuentra trabajando en Tomás y Mateo, una nueva vida, de próxima publicación. Y la saga continuará con: Aurek y los aldeanos, Dionisio y el Rey y Nano, el Tropillero.

En esta ocasión, lo entrevistamos por su novela Los chicos rubios.

¿Considerás a Los chicos rubios una novela que siempre quisiste escribir o se basa en una idea que surgió en los últimos años?

Creo que era una historia que en algún momento la contaría, y fue en 2017 que di cuenta de que era el momento. Los Chicos Rubios es una suma de vivencias y de hechos ficticios que gravitaron en algún momento, un combo algo loco… ¡Como mi propia vida!

¿La Aldea del Norte está basada en algún lugar específico? Leí en algún lado que sos de Gualeguaychú… ¿qué te atrae de Buenos Aires y qué de allá?

Sí, está inspirada en el barrio en el que vivo. Tiene muchas semejanzas como el bosquecito, las calles tranquilas, la Sociedad de Fomento, los habitantes (y algunas que son producto de mi imaginación). De Buenos Aires me atrae la diversidad de personas y también por su cercanía con la Capital, donde converge parte del movimiento del resto del País. De Gualeguaychú, lo más lindo es la gente, su calidez y hospitalidad. Ni hablar de los paisajes: ¡el río, el verde litoraleño y sentarte a tomar unos mates al atardecer es lo mejor!

¿Con qué personaje de la novela dirías que te sentías más identificado? ¿Por qué?

Me siento muy identificado con Sebastián, con quien tengo muchas cosas en común, en particular la relación que tiene con su hijo Aurek, yo tengo la suerte de tenerla con un sobrino con quien he compartido situaciones similares a las del libro. Aparte de eso, algo de la historia que tuvo el día que conoció a Olegario puedo decir que es parte de la mía, pero ya la conocerán mejor más adelante, en el libro El viaje de Tomás y Mateo y mucho más aun en  Nano, el Tropillero.

Me parece muy bueno que en tu novela haya personajes secundarios interesantes, ¿cómo nacen y cómo vas formando su historia? En la escritura, es muy fácil centrarse en los protagonistas y olvidarse del resto.

Los personajes secundarios son el condimento de toda historia, y son ellos también los que le dan la diversidad al relato. Cada uno tiene algo para aportar. Me ha tocado vivir en muchos poblados del interior de los que te vas empapando y así vas conociendo como es ese “entramado” social tan  terriblemente interesante.

Tu primera novela tiene un título pegadizo, ¿cómo fue que tomaste la decisión de ese nombre?

El nombre lo elegí al final del libro. No sabía cómo llamarlo, es decir, Los Chicos… sabía que sería parte del título, pero no sabía cómo completarlo. La respuesta me la dio mi sobrino que me dijo en medio de risas: “tendrías que llamarlos los gringos, o los rubios”, fíjate que el pelo es el rasgo que los define, ¡Tío, no seas rubio!

Si tuvieses que elegir entre hacer una película o una serie de Los chicos rubios, ¿cuál te parece que iría mejor? ¿Qué cambios harías para la adaptación?

Pienso que una miniserie sería ideal, pues el poblado, la diversidad de personajes, los diálogos y situaciones dan para para ello. No más de cuatro capítulos y te cuento todo el primer libro. Con el segundo libro, ¡Ya necesitaríamos unos capítulos más! (risas)

¿Cuáles son tus libros LGBT+ favoritos?

Mirá, la verdad que no he leído muchos libros LGBT para ser sincero, de hecho los estoy empezando a leer ahora, después de haber publicado mis historias. Me gustan mucho los poemarios de Walt Whitman, que son una canción a la libertad y a desterrar los prejuicios (tal como él lo hizo en su época) o “El amigo” de Mujica Laínez. Dentro de los libros más actuales, me gustó mucho La canción del lobo por la forma del autor de presentar una historia LGBT desde la fantasía, creo que es un buen recurso. Debo decir que soy partidario del realismo, en particular porque me gusta visibilizar a una comunidad que no siempre aparece desde un lugar protagónico, y si no fíjate que la mayoría de los libros, series o películas; siempre tuvieron parejas LGBT+ en un papel secundario. Ya es hora que desde las letras, le demos el lugar que se merece, ¿no te parece?

La novela relata la historia de Sebastián,  un padre soltero quien  se muda a un pequeño y pintoresco pueblo llamado  “Aldea del Norte, un barrio, no un pueblo”, junto a su  hijo adolescente  Aurek.  Ambos comparten similitudes en cuanto a lo físico, siendo la más llamativa portar una cabellera de color rubio y ojos de color casi amarillos. Además de eso, ambos tienen una forma muy peculiar de comunicarse, teniendo por momentos diálogos tan bizarros como interesantes.
Si bien la historia se centra en la relación padre – hijo de los protagonistas, crearán lazos con la gente del lugar que simpáticamente los bautizó como «Los Chicos Rubios”, y allí cada uno tendrá sus vivencias. Aurek conocerá nuevos amigos y una novia con quien  compartirá intereses afines al mundo de la música. Sebastián, por caso,  será quien lleve adelante el estandarte de ser “el héroe” de esta historia, al descubrir que su mejor amigo en el pueblo  está enamorado de él.
Esto hará que el joven papá deba librar batallas contra sus furibundos padres, una ex esposa que después de muchos años regresa y la más difícil de todas: la que deberá pelear contra él mismo.