Poesía mexicana contemporánea: Antonio Ojeda

Cinco poemas del escritor mexicano Antonio Ojeda:

Umbral de los murciélagos

No hay victoria para nosotros,
pero aun así fueron los rieles colocados,
de cualquier forma, los pilares de esta casa
fueron logro donde solo tuve a bien
postrar las manos en cemento fresco.
¿Sabes si podrán verlo algún día?
para ello existe la fe,
supongo;
la mirada tiembla en mi párpado izquierdo,
quién querría vivir solo para verlo;
el hogar es matria y patria mía,
las calles,
siempre han sido y así serán
umbral de los murciélagos.


Comienzo

Pregunté por un motivo
y me diste una cuerda de acero
que hizo sangrar mis manos
un par de veces sin piedades.
La suerte así giró su cara,
de pronto,
el coro quedó vacío como
un óleo silenciado por la crítica.
Pedí otra oportunidad
y mis tiempos olvidaron,
por fortuna, al marfil;
mas pude entonar
una primera melodía.
Pocos se acercaron,
pocos maestros se quedaron,
pero tenía su meñique,
a la voz de mamá
y a un triángulo en mis manos.
Busqué todo lo que sabía
como mecánica respuesta
y así ignoré
para luego encontrarme
entre los pasillos de un panal
que bisbiseaba ante mis pasos
en medio del sur-oriente.
Y el día en que extrañé
todo lo que me era conocido,
pedí y busqué canto;
se acercó
                                  la poesía;
brotó la sangre de las cuerdas,
y no supe cuál era
el mejor significado.
Al mirarme, por la ventana
entró el sol como un débil
toque extinto
y necesité palabras
y el polen que siempre
me había dañado fuertemente;
mas no para definirla,
mas no
para redimirme,
mas no para vivirle.


Por qué o Babel

El contrabajo casi imperceptible
vive sonando en los exhalares
de los volcanes tocando
con las alas las ventanas
sin ninguna persona mirando
al cielo con arrugas, con años,
con menos; invisibles todos.
Nadie se detiene.
El ruido de las calles
se confunden con el habla
de todos los presentes.
Mi casa, es casa de la muerte,
mi nombre, sin el yugo del pretérito,
sin el que tampoco soy nada.
Mi hogar es cálido,
solo me carcome
no poder ofrecer mi calma
y el café de cada día
a los verdaderos justos
bajo los pilares de la torre,
la gran maravilla destruida.
Mi nombre, era casa de la muerte,
mi gente, ya no existe;
y yo,
jamás pudiera haber así existido.


Hay haberes

He tendido una mano
y he sido abandonado herido.
He dejado corazón de alguna semejante
al carbón de un motivo sin respuesta;
y al mío, ya lo han servido como
migajas de pan para los ojos de los cuervos.
Entiendo que siempre ha sido más sencillo
talar al árbol para acercar las llamas de su cuerpo,
que regarle con agua y lágrima a pesar
de conocer la naturaleza de su fruto y de su sombra.
Menos he dado
que la aurora en la pupila
cuando mi identidad
mira en ella la agonía de la arena
                                                  en lejanía,
en el reflejo de un rostro ajeno.
Mientras, los mamíferos
regresan al agua para
volver a ser peces y pescados:
hoy el aire inspira
                una profunda letanía.


Suerte

A razón de suerte, o no,
aquí me tienes entre tus manos
y una hoja de papel en blanco.
¿Qué sentido tiene la palabra?
Nací para perder lo único
que me habría de ser probable.
Crecí sin darme cuenta
de lo que las bocas,
aunque veces fueron pocas,
dejaron de comer.
Encontré la paz
y nunca fue tarde;
desperté
y siempre hubo mañana;
hoy escribo,
y siempre es madrugada.


Sobre el autor:

Antonio Ojeda (Los Reyes Acaquilpan, Estado de México, 1997) es egresado de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma del Estado de México. Cursó sus estudios superiores en el Centro Universitario UAEM Amecameca de 2015 a 2019. Participó en el Programa de Movilidad Estudiantil otoño 2018 donde aplicó como estudiante de intercambio para la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Chile donde reafirmó su interés por la poesía y la difusión de la literatura en general; estos hechos le motivaron a fundar y dirigir la revista electrónica de literatura Hiedra, la cual inició sus publicaciones el 22 de mayo de 2020 y que le ha permitido colaborar con escritores y poetas de México, Latinoamérica y el mundo. Entre algunos de sus pasatiempos destaca su afición a la música, misma que se ve reflejada en la composición de canciones originales y musicalización de poemas de su autoría acorde a su interés por iniciarse formalmente en el camino de la poesía.

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