El arte literario para Sartre, tal y como él lo admitía, representaba un medio necesario para establecer lo que él llamaba la ‘’descripción concreta de lo que pasa en una conciencia’’ (p. 43). Bajo este ideal, aparte de su labor como intelectual, activista, filósofo y crítico literario, construyó gran parte de su obra filosófica a través de la literatura.
A pesar de que Sartre afirmó que estas dos, la filosofía y la literatura, constituyen ámbitos totalmente distintos del quehacer intelectual y que, por tanto, resulta imposible que estos puedan ser manifestados como parte de una misma obra (Sartre, 1979), es innegable el hecho de que su escritura dramática encierra una parte central de su pensamiento existencialista y que incluso en ella gran cantidad de lectores y académicos han encontrado una forma alternativa de comprender y/o complementar muchos de sus planteamientos filosóficos.
La prosa, según decía este autor, le brindaba grandes posibilidades de significación que otra clase de arte no poseía (Rojas, 2012). Por una parte, trabajó el texto narrativo en libros tan reconocidos como La náusea, El muro, entre otros; por otro lado, trabajó con pasión el texto dramático, en el que basó parte importante de su obra a partir del año 1940, luego de finalizar su primer pieza teatral, Barioná, el hijo del trueno, mientras se encontraba preso en el campo de concentración nazi de Treveris, Alemania.
En dichas obras, gran parte de esos argumentos y conceptos, trabajados a profundidad por Sartre a lo largo de sus ensayos y conferencias, encuentran cabida en la ficción que permite el teatro. El espacio-trama de estas obras, junto a la forma en la que se encuentran caracterizados sus personajes, configuran escenarios mediante los cuales Sartre expone elementos fundamentales de un existencialismo ateo; su manera de concebir y pensar al mundo.
Dos de las ideas que se ven intrínsecamente vinculadas al abordaje temático de dichas obras son la libertad y la responsabilidad que posee cada individuo en cuanto a su existencia. No en vano, múltiples académicos, entre ellos el gran José Pablo Feinmann, se refieren a Sartre como el filósofo de la libertad, pues este concepto es una de las bases alrededor de las cuales este autor construye, tanto su obra académica, como su obra literaria.
El ser humano, tal y como lo plantea Sartre en su famosa conferencia El existencialismo es un humanismo (1999), no es lo que es, sino lo que se hace; por lo tanto, al no existir naturaleza humana, ni dios creador, ni esencia previa a la existencia del ser, cada una de las personas, desde el punto de vista sartreano, depende enteramente de sus actos. Es esta la responsabilidad que plantea su pensamiento: Cada uno es responsable de su ser, pues, debido a su propia libertad, cada sujeto posee entero control de su proyecto existencial (Sartre, 1999). Así, toda decisión humana posee un peso ontológico inevitable. Esta responsabilidad va más allá de ser un asunto meramente individual. Al contrario. Cuando un hombre o una mujer actúa de una u otra forma, elige al mismo tiempo por las demás personas. En palabras del autor: “no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser” (Sartre, 1999, p.34). De esta forma, la idea de responsabilidad, formulada por el existencialismo, es una que, aunque surge de la conciencia de cada individuo (del ser-para-sí que lo configura), es ejecutada como una cuestión que compromete a toda la humanidad.
Esta idea comprende una serie de dilemas en el instante en que se considera que cada individuo yace inmerso en un contexto específico, “arrojado al mundo”, atravesado por condiciones, presiones y parámetros sociales, múltiples y dinámicos. Es este asunto el que da pie a gran parte de los argumentos temáticos del teatro de Sartre. En sus obras es posible entender los pormenores de un abordaje existencialista de la vida en sociedad a través de los sucesos y decisiones a los que ciertos personajes, en su mayoría protagonistas, se enfrentan a la hora de saberse y reconocerse libres (únicos responsables de su existencia) y, por tanto, verse obligados a afrontar la época y la historia que les tocó vivir, asumiendo el cargo de su propias acciones y consecuencias.
En síntesis, es esta idea existencialista que el propio autor resume en Sartre por el mismo (1979) como ¨nos hacemos a partir de lo que han hecho de nosotros¨ (p. 82) la que funciona como eje central de la mayoría de las ficciones planteadas en su literatura.
En razón de este y otros ejes, es posible detenerse ante algunos de estos textos dramáticos, con la finalidad de demostrar la forma en la que Sartre, fiel a un compromiso social/intelectual con la realidad, conjuga la mayor parte de los elementos sustanciales de sus obras con base en ideas existencialistas sobre la realidad humana y su condena; la libertad de sí mismo.
A través de un abordaje individual de cada texto, es posible adentrarse en los pilares ideológicos de este filósofo, con la intención de recordar la relevancia que tiene, aún en nuestros días, el existencialismo, y resaltar, al mismo tiempo, la importancia del arte (en este caso el teatro) como herramienta social determinante.
Para esto se abarcará, a lo largo de los siguientes meses, las siguientes obras: Barioná, el hijo del trueno (Bariona, ou le fils du tonnerre, 1940), Las moscas (Les mouches, 1943), A puerta cerrada (Huis clos, 1944), Muertos sin sepultura (Morts sans sépulture, 1946), La puta respetuosa (La putain respectueuse, 1946), Las manos sucias (Les mains sales, 1948), El diablo y Dios (Le diable et le bon Dieu, 1951), Kean (1954), Nekrassov (1955), Los secuestrados de Altona (Le Sequestres d’Altona, 1959) y Las troyanas (Les Troyennes, 1965).
Bibliografía:
Rojas, M. (2012). Ideas precursoras de Jean Paul Sartre sobre la literatura en el marco de las teorías contemporáneas.
Sartre, J.P. (1983) El existencialismo es un humanismo. D.F., Mexico: Ediciones Quinto Sol.
Sartre, J. P. (2013). Nausea. New Directions Publishing.
Sartre, J.P. (1979). Sartre por él mismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Losada.